La tímida relación de los jóvenes dominicanos con la política es quizás una de las razones por las que nosotros mismos nos hemos condenado a vivir en el conformismo, y aquí debo hacer un mea culpa, pues como joven, no acostumbro expresar mi opinión sobre temas políticos ni me he involucrado nunca con ningún movimiento, partido u organización política.

La razón de tal abstracción no es simple desinterés, sino más bien la repugnancia que siempre me ha causado el tan sólo pensar en el clientelismo, la corrupción, la desfachatez y la sed insaciable de defraudar al erario público que ha caracterizado la política dominicana en las últimas décadas.

En nuestro país hay una  inmensa cantidad de jóvenes, que como yo, simplemente han decidido ser “apolíticos” y no los culpo, muchos tienen como objetivo ser emprendedores o trabajar en el sector privado, en diferentes disciplinas, pero sin el más mínimo involucramiento político y/o relación con el Estado. Esto se explica principalmente por dos razones: ( 1 ) La desconfianza que genera la interacción con entidades estatales, sumado al ya mencionado desagrado con el que muchos jóvenes ven lo que habitualmente caracteriza  la política dominicana; y ( 2 ) El hecho de que nunca hemos tenido una opción viable o diferente a la que ofrecen los partidos tradicionales, más y más de lo mismo.

Esa apatía de los jóvenes con la política en la República Dominicana no es un caso aislado. En España, por ejemplo, dicho desinterés ha sido motivo de preocupación. Según el sociólogo español Jaime Benedicto en su artículo “La juventud frente a la política”, este fenómeno parece tener bastante que ver con la escasa receptividad que los jóvenes perciben en las instituciones políticas y en sus integrantes. Tanto las instituciones como sus responsables, en opinión de muchos jóvenes, no responden de manera eficaz a las necesidades y demandas de los ciudadanos en general.

Entonces, – se preguntará el lector – ¿por qué ahora he decidido escribir? Resulta que en años recientes  y sobre todo en este último –  de cara a las elecciones de Mayo del 2016 – he percibido cierto involucramiento de jóvenes en la política, lo cual aplaudo, es estupendo. Ahora bien, a la hora de elegir debemos ser cautelosos y preguntarnos: ¿en manos de quiénes estaremos dejando el futuro de la República Dominicana?, ¿son estos jóvenes los mejores representantes del sentir de la juventud dominicana o de sus valores? No lo se, personalmente no creo. De todos modos, antes de emitir algún juicio de valor, les invito a reflexionar y examinar cuidadosamente a quiénes estamos apoyando ahora, pues en diez o veinte años, cuando veamos el inevitable continuismo de la actual doctrina política malograda, ya será muy tarde.

Es precisamente esa peculiar participación política juvenil a la que me referí en el párrafo anterior la que ha llamado mi atención y me ha motivado a escribir estas líneas. A diario conversamos con amigos y conocidos sobre lo mal que está nuestro país, que si la corrupción, la desconfianza en el sistema de justicia, la violencia, la precariedad de los servicios públicos, etc. A pesar de estas quejas cotidianas, muy pocos tienen la voluntad de intervenir para tratar de cambiar el rumbo de las cosas, y muchos de los que sí la tienen, únicamente procuran un cambio para su bienestar personal.. Entonces me pregunto, ¿nos vamos a sentar a criticar, a quejarnos, a lamentarnos por el futuro que nos espera, o vamos a hacer algo para evitarlo?

Es cierto que en ocasiones la impotencia que generan algunas situaciones nos puede llevar al abandono de cualquier ideal que como jóvenes pudiésemos tener. Sin embargo, no debemos permitir que esa impotencia se convierta en un factor disuasivo o desalentador, sino todo lo contrario. Me rehúso a ver a mi país desde una apartada esquina, mientras se hunde cada vez más en las siniestras manos de aquellos cuyo único interés es llenarse los bolsillos. Debemos despertar jóvenes.

En este sentido coincido totalmente con el periodista salvadoreño Rodrigo Aguilar cuando en su artículo titulado “¿qué has hecho por la patria?” afirma  que  (al referirse a El Salvador)  mientras sigamos anteponiendo excusas y mientras las personas honradas y con capacidad intelectual no se involucren para limpiar los problemas del país, lamentablemente nunca seremos capaces de ver la luz, pues  al no hacer nada lo único que logramos es postergar el derecho de vivir en una mejor sociedad.

Lo mismo ocurre en la República Dominicana, donde aquellos con capacidad para hacerle frente a esos políticos impúdicos, deciden apartarse. La realidad es que en cierto modo, es una reacción perfectamente comprensible, pues lo corrupto del sistema, la poca apertura hacia nuevas ideas, lo extremadamente difícil que resulta generar algún tipo de cambio,  podrían considerarse como válidas justificaciones. He aquí donde surge la pregunta del millón que como jóvenes debemos hacernos: ¿esto quiere decir que nos quedaremos de brazos cruzados?

La doble moral que caracteriza la sociedad dominicana y lo cómodo que resulta quejarse sin actuar, es algo de lo que todos somos de algún modo culpables. Empero, hacerse de la vista gorda ante las aberrantes noticias que leemos en los diarios o ante propuestas políticas a todas luces deshonestas, no nos conducirá a ningún camino más que al de una total descomposición social. No podemos permitir que sigan burlándose de nuestra inteligencia y de la del pueblo, no podemos tolerar más insolencia y cinismo, creo que ha llegado la hora de empezar a participar.

¿Cómo?  Recientemente he notado el surgimiento de una que otra propuesta política aparentemente distinta a las tradicionales, al parecer queda algo de esperanza. Pero a lo que me refiero no es a simpatizar con algún partido, a realizar proselitismo político o respaldar candidatos, se trata simplemente de dejar atrás la indiferencia, de opinar, de iniciar un activismo político prudente desde diferentes escenarios, expresar nuestra inconformidad, hacernos escuchar.

En definitiva, el silencio no debe ser ya una opción, pues como bien dijo Martin Luther King “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. A fin de cuentas el futuro del país está en nuestras manos.