Un gran reto de la sociedad dominicana sigue siendo la mejora de las oportunidades de superación que brindamos a los que más necesitan de un impulso para salir de la pobreza. La movilidad social potencia la innovación y la renovación requeridas para poder competir como nación en el mundo actual, y para ello es indispensable proveer a los jóvenes oportunidades de aprendizaje de excelencia y acceso al trabajo formal con posibilidad de ascenso por desempeño. A pesar de los esfuerzos realizados, la realidad es que hemos venido fallando en proveer las oportunidades y estímulos a los jóvenes para que continúen estudiando y se inserten en el mercado laboral, pero, como indica un reciente estudio, tenemos que ajustar políticas y programas para poder superar nuestro pobre desempeño en propiciar la movilidad social de las nuevas generaciones.

El estado de situación de la juventud dominicana y las políticas públicas en materia de formación y empleo juvenil en el periodo 2000-2016 es el foco del estudio publicado recientemente por EDUCA bajo el título de Los jóvenes dominicanos, esos desconocidos. El componente cuantitativo se basa en el análisis de data de fuentes oficiales, principalmente la Encuesta Nacional de Trabajo (ENFT) del Banco Central y la Encuesta Nacional de propósitos múltiples (ENHOGAR) de la Oficina Nacional de Estadísticas. Para el componente cualitativo se realizaron entrevistas a profundidad a actores claves del sistema educativo y del mercado de trabajo entre septiembre y octubre de 2017, así como reuniones con 8 grupos focales de jóvenes (entre 15 y 29 años) en Santo Domingo, San Cristóbal y Santiago. El documento hace también un repaso de experiencias recientes en el país de programas y proyectos de formación y empleo juvenil, destacando las mejores prácticas y oportunidades de mejora.

Las estadísticas de la población joven en su conjunto son altamente preocupantes, pero espeluznantes son los datos de los quintiles de menores ingresos. El 20% de todos los jóvenes entre 15 y 29 años “ni trabaja ni estudia”, y ellos constituyen el 26.8% de la población total y 32.1% de la económicamente activa (PEA). Pero lo que más asusta es que la prevalencia del abandono escolar y el desempleo entre los jóvenes de menores ingresos es mucho más alta que entre los de familias de altos ingresos, según enfatiza el estudio:

Cuando se evaluó el rango de jóvenes entre 25 y 29 años, se observó que 2 de cada 10 pertenecientes al quintil de mayores ingresos no completaron la secundaria, mientras que esta cifra se triplica para el quintil de menores ingresos, donde 6 de cada 10 no completaron la secundaria. De los jóvenes económicamente activos, apenas un 44.7% trabaja, en su mayoría hombres, a pesar del aumento de escolaridad y la participación laboral de las mujeres. En el año 2016, los jóvenes de hogares de los quintiles 4 y 5 presentaron niveles de desempleo por debajo del nacional, mientras que aquellos jóvenes pertenecientes al quintil 1 presentaron una tasa de desempleo tres veces superior al promedio nacional.

Casi tan grande es la brecha de género, con significativa ventaja para los hombres sobre todo en cuanto a la tasa de empleo (65%), pues casi duplica la de mujeres jóvenes (35%). Importante es el hallazgo de que el abandono escolar de los varones es atribuible en un 33.9% a que no les gusta la escuela o los estudios, mientras que 39.8% de las jóvenes indicó tener razones familiares, principalmente por embarazo, en los quintiles más bajos. El embarazo y la unión en pareja a temprana edad son factores que aumentan la tasa de abandono escolar de las mujeres y pueden además representar un obstáculo para acceder a empleos de calidad, perjudicando no solo su propio futuro, sino también el de los hijos.

Los jóvenes que más necesitan adquirir las competencias demandadas por el mercado de trabajo y tener oportunidades para acceder a una vida digna y próspera, porque carecen del capital familiar de los quintiles de mayores ingresos, son precisamente los que el sistema castiga y excluye, generalmente por no tener en cuenta sus particulares necesidades e implementar programas especiales para atenderlas. El estudio concluye poniendo sobre la mesa 10 recomendaciones para mejorar el desempeño de los jóvenes en la escuela y en el trabajo basadas en los hallazgos de la investigación, entre ellas algunas dirigidas precisamente a disminuir la brecha existente entre los quintiles de ingresos altos y bajos, así como la brecha de género. Como muestra, en resumen, destacamos dos de esas pertinentes recomendaciones:

Implementar medidas de carácter permanente en los centros educativos para reducir la incidencia del embarazo en la adolescencia y sus consecuencias en la tasa de abandono escolar.

Diseñar mecanismos que faciliten el acceso de los jóvenes con mayores niveles de pobreza a programas de formación y capacitación. 

Atender con programas especiales a la población más vulnerable para que pueda aprovechar mejor las oportunidades de aprendizaje e insertarse exitosamente en el mercado laboral formal no solo es un acto de justicia social, sino que sobre todo sirve para mejorar la eficiencia económica de la nación. No hacemos nada con escatimar esfuerzos en el momento oportuno de su formación e incorporación al trabajo, para luego tener que lamentar y remediar a un altísimo costo para la sociedad, porque han caído en la delincuencia y el comportamiento antisocial. La mejor inversión posible es elevar el desempeño de los jóvenes en los quintiles de ingreso más bajo, elevando el desempeño del conjunto.