Narcisazo y yo salimos huyendo por la derecha
En el mundo de la televisión tuve una triste experiencia cuando, apoyado por Narciso González (Narcisazo), realizábamos el programa “Memorias del padre José Miguel”, por Tele Antillas.
Narcisazo escribía guiones para el programa y fue el creador del personaje “Profesor Doble A”, que interpretaba Víctor Vidal.
Pero, antes de contarles lo que ocurrió allí, les comento que lo primero que presentamos por ese medio fue “Contacto-Imagen”, un programa semanal por Color Visión que nos dio el premio (que rechazamos) "El dorado” como productor del año.
En el programa a menudo presentábamos, además de documentales, adaptaciones de obras de teatro. Pero, la gran novedad fue que descubrimos y dimos a conocer allí al grupo “Swami”, dirigido por Eduardo Ramos que casi todas las semanas estrenaba, en vivo, una canción relacionada con el tema del día. Después, ese grupo se transformaría en “Altamira Banda Show”, bajo los auspicios de Wilfrido Vargas, obteniendo resonantes éxitos.
Sin embargo, los dos momentos estelares que tuvo el programa fueron las jornadas en apoyo al proceso revolucionario sandinista, que ese 1979 derrocaba la dictadura de Somoza. También, el ciclo dedicado al enfrentamiento cultural y deportivo entre los barrios, siendo el más destacado el que puso, cara a cara, al Club San Carlos frente al Mauricio Báez.
El premio consistiría en un cangrejo de caoba centenaria, hecho por el artista “El taino”.
De esa forma, teniendo un jurado respetable, los dos barrios presentaron sus mejores atributos por medio de pintores, que realizaban sus obras durante el programa, pequeños montajes de piezas de teatro, cantantes, bailes folclóricos y otros e, incluso, un corto juego de baloncesto.
El premio le tocó al club San Carlos pero, un día antes de hacerle entrega del mismo, El Taino me dio esta noticia: “¡Hemos dado un palo! Debemos felicitarnos: anoche estuve en el hotel Jaragua viendo la presentación de ni artista favorito, Danny Rivera y, cuando terminó el espectáculo, le ofrecí el cangrejo, que él aceptó lleno de emoción”.
No recuerdo qué fue lo que dimos al San Carlos como premio (¿habré reprimido ese pensamiento, siguiendo la teoría de Freud?).
Bueno, volviendo a las “Memorias del padre José Miguel”, al esbozarlo, pensé en un cura trujillista, casi nonagenario que, llegado al final de sus días, dictaba sus memorias a un sacristán. Su interpretación reaccionaria era confrontada por otro cura que entraba a escena para refutar, punto por punto lo dicho por el primero, mostrándose al espectador los dos puntos de vista y privilegiándose al más avanzado. El elenco, además de Don Gil Castro y Víctor Vidal, lo integraban Miguel Ángel Martínez, Juan Sánchez Piña, Orlando Canela, Flor María Rosario, Sheila Acevedo y Ramona Cáceres. El coordinador era Miky Montilla.
De manera, que Narcisazo y yo comenzamos a visitar a algunos amigos que tenían fuerza en empresas de solidez. Para ello, les llevamos una carta-oferta, en la que les advertíamos, sin embargo, que “no se acepta publicidad de alcohol ni tabaco”.
“Memorias del padre José Miguel” arrancó con muy buenos augurios pues, además de reportarnos algo de dinero, nos permitiría promover las posiciones más avanzadas sobre los hechos más salientes de los últimos cincuenta años.
Sin embargo, muy pronto notamos que a pesar de recalcar las posiciones avanzadas, la tele audiencia se identificaba invariablemente con el padre José Miguel, el padre trujillista, encarnado por uno de los actores y directores más importantes que ha tenido el teatro dominicano: don Rafael Gil Castro.
Incluso, el padre Luís González Posadas, que había sido mentor de Ramfis Trujillo, fue a Tele Antillas y nos dejó una invitación para visitarle en Manresa, donde nos hizo sugerencias para mejorarlo todo y nos regaló “sotanas auténticas” para darle mayor credibilidad al asunto. Posadas había sido el creador de los célebres “cursillos de cristiandad”, de triste recordación.
También, fueron al programa Kailil Haché y Salomón Sanz, dos de los personajes que añoraron (y uno de ellos añora todavía) la famosa era del “Generalísimo”.
Pero, el programa no solo caló entre los trujillistas. También, recibimos la invitación de un empresario progresista, dueño de Seguros Pepín, quien nos hizo saber por medio del amigo William Galván que quería darnos su total apoyo.
Fuimos allí Narcisazo y yo y quedamos entusiasmados por los comentarios de aquel empresario que, al marcharnos, le dijo a William Galván: “Ayuda estos muchachos”.
En el pasillo, mientras salíamos, Galván nos advirtió:
–¡Se jodieron, metieron la pata!
–Pero él te dijo que…
–…”Ayuda esos muchachos”, es decir, dale una “chiripa”.
–¿Y qué fue lo que hicimos, mal? –le preguntamos.
Vinieron como dos “revolucionarios”. Dos “descamisados”. Dos “pordioseros”. Y el me ordenó que les diera una limosna.
En efecto, fuimos con unos “polochés” de mala muerte, jeans de “reguera” y zapatos “proletarios guaymimai”.
“Si ustedes hubieran venido”, continuó William Galván, “con trajes formales y un buen maletín, él entendía que debía hablar de negocios y no de dádivas.
Pero eso no fue todo. Hubo un trago más amargo.
Varias veces, cuando el programa languidecía por falta de anuncios y la deuda en el canal se hacía más grande le anunciamos a la administración el interés en suspenderlo, recibiendo elogios: “no se preocupen por el pago, ese programa le da brillo al canal”.
Pero no teníamos con que pagarle a un equipo de unas ocho personas.
Así, un día le dije a Narcisazo:
–En estos tiempos el alcohol y el tabaco son los anuncios que sostienen los programas y los canales. Uno pone dos o tres minutos y la gente no les hace mucho caso. Lo importante es que nuestro mensaje dura cuarenta y cinco minutos.
Y él estuvo de acuerdo con que visitáramos de nuevo a los amigos que teníamos en una empresa licorera, que estaba en Villa Duarte y una cigarrillera, que tenía su cede en la Feria.
El de la feria “entendió” nuestra petición y nos prometió ayudarnos “cuando las condiciones fueran propicias”. Pero el de Villa Duarte fue claro al lanzarnos en nuestra propia cara este reclamo:
“Ustedes nos trajeron una carta diciendo que no querían ni alcohol ni tabaco. Y le tomamos la palabra…”
El amigo, Checheo Rivera dejó escapar una sonrisita sardónica cuando añadió:
“No queremos ofender su moral: lamentablemente no podemos darles ni una cuña”.
Volví al cepillito mamey y luego de poner, maquinalmente, una primera ( el cepillo era mecánico), le dije lo que pasó a Narcisazo quien, en silencio y tan decepcionado como yo, solo atinó a bajar la cabeza.
Yo puedo decirlo.
Yo estaba allí.