Ocultos detrás del manto espeso de las tinieblas de la conspiración, sectores políticos y económicos de gran influencia están incitando al desconocimiento de los principios que soportan la democracia y las libertades en los Estados Unidos.

Con una campaña sucia y peligrosa, intentan sacar provecho de dos situaciones negativas de gran impacto socio-económico que se han producido este año en la Unión Americana.

El Covid-19 y las manifestaciones de protesta contra la muerte del afroamericano George Floyd por parte de cuatro policías de raza blanca en Minneapolis, ha afectado seriamente la popularidad del presidente Donald Trump.

En sus primeros dos años de administración, Trump se esforzó en mejorar la balanza comercial con China y otros países aliados, logrando el ingreso de millones de dólares a los EEUU, y la reducción del desempleo para sacar al país de la recesión a la que se encaminaba.

Pero el Covid-19 llegó sin importar si las víctimas serían demócratas o republicanos, ricos o pobres, afectando los logros de Trump, que eran la plataforma política para su campaña reeleccionista.

Al presidente norteamericano se le acusa de no haber manejado la llegada del Covid-19 con medidas preventivas efectivas, por concentrarse en proteger la economía de los EEUU, y no las vidas de la población.

A esa desgracia pandémica que ha llenado de luto a EE.UU. y el mundo, se ha sumado de forma negativa a la administración republicana las violentas protestas por la muerte del afroamericano.

Según el médico forense del condado de Hennepin, Minnesota, la muerte de Floyd fue un homicidio causado por un paro cardíaco y respiratorio tras haber recibido presión en el cuello por parte del oficial de la policía Derek Chauvin, cuando lo tuvo bajo arresto.

La detección de Floyd fue calificada extremadamente abusiva y racista por parte de la comunidad afroamericana, desatando protestas masivas reclamando justicia, el fin del racismo y la brutalidad policial.

Chauvin fue arrestado y acusado de asesinato involuntario en segundo grado. Sus tres compañeros oficiales actuantes enfrentan cargos por ayudar e incitar un asesinato en segundo grado.

En solidaridad, la comunidad afroamericana y de otros grupos étnicos de Nueva York realizaron marchas pacificas en protesta por el crimen develado, las cuales igualmente se hicieron violentas en Minnesota, Washington D.C., Los Ángeles, y otros estados.

Ante la violencia sin control escenificada en la Gran Manzana, el fiscal de Manhattan pidió al gobernador Andrew Cuomo “usar sus poderes de emergencia”, para permitir que los jueces detengan a los saqueadores bajo fianza.

Cuomo recomendó al alcalde de la ciudad Bill de Blasio enviar más policías a las calles para reprimir a los violentos manifestantes, que ya habían degenerado las marchas pacíficas con actitudes anarquistas.

Los oficiales del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) realizaron masivos arrestos, enfrentando con rudeza a los enardecidos protestantes, que cometían saqueos, incendios y vandalismo.

Cuomo y De Blasio (demócratas), ordenaron a los miembros del NYPD bajo su mando no maltratar a los protestantes, cuando una buena parte de ellos estaban imponiendo el terror en la ciudad.

Fueron esas autoridades neoyorkinas y no Donald Trump que, luego de la policía hacer su trabajo de apresar a más de 600 delincuentes por cometer delitos de saqueos, incendios y destrucción de comercios, que ordenaron su libertad bajo una Ley de reforma de libertad bajo fianza que no les correspondía.

La Ley de la reforma de la fianza, que igualmente existe en los estados de California y Nueva Jersey, permite salir sin fianza a infractores de delitos menores y delitos no violentos. Esta fue aprobada en NY por el gobernador Cuomo y entró en ejecución a principios de este año 2020.

En medio de esta crisis social, los demócratas intentan pescar en río revuelto mostrando a los afroamericanos una solidaridad sospechosa que no encaja con el “modus operandi” y el “status quo” de los partidos Demócrata y Republicano.

En el período gubernamental de Barak Obama, fue que más personas de raza negra murieron por excesos policiales, y cerca de tres millones de indocumentados fueron deportados en comparación con períodos de gobiernos anteriores, según analistas locales.

En plena campaña presidencial, el candidato presidencial demócrata Joe Biden, se reunió rápidamente con los familiares de George Floyd y los líderes afroamericanos en Houston, para manifestarles sus condolencias, hablar contra el racismo y los derechos de las minorías.

Siendo vicepresidente (2008 al 2016), a Biden no se le recuerda una acción pública en defensa de los derechos de los afroamericanos, contra el racismo o los abusos policiales como lo hizo en el funeral de George Floyd.

Biden afirmó que el racismo en EEUU es institucional, “un problema del hombre blanco que afecta a la gente de color”, y que la forma de combatir el problema es “venciendo al presidente Donald Trump, y responsabilizarlo por el agravamiento de la división racial en el país”.

Los líderes demócratas creen que un aumento de la votación afroamericana el próximo 3 de Noviembre eliminaría la reelección de Trump; pero se olvidan que una buena parte de los norteamericanos, que mayoritariamente rechazan la violencia y la anarquía, podrían inclinar de nuevo la balanza a favor del actual mandatario.