Porque… “el ingrato odia menos a quien le daña que a quien le favorece”

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¿Qué te indujo, malvado, a tener la esperanza de que serían fieles a ti, los que has comprado con dinero? (Marco Tulio C.)

La vida hay que mirarla como dice el refrán“que, cada quien juzga según sus condiciones”. Y esto es así, porque si la vemos tal y como es, donde el egoísmo la envidia y hasta la cobardía campean por sus fueros, indiscutiblemente que no podríamos vivirla.

Claro, nos referimos a todo aquel que muy a pesar de estas avalanchas de ingratitudes y maledicencias tratan de mantener protegido bajo un blindaje impenetrable las buenas costumbres y las tradicionales enseñanzas de bonhomía y que a toda costa tratan de desaparecer los ingratos y perversos.

Ahora, a todo y ante todo, la sociedad y más los enganchados a políticos, al igual que los espalderos, otros tantos disfrazados de “comunicadores” y de otra manada de desgraciados, tratan de encubrirse y cubrir verdades y acciones perversas, viven y se ofuscan siempre en busca de un chivo expiatorio, que se constituya como un acto de purificación de las acciones corruptas llevadas a cabo por todos los malditos indelicados. ¡Malaya sea!

El fracaso moral de la política y los políticos, arrastra lo mejor de la sociedad al vacío ético y moral como si fuese algo normal, de la época o como un acto puramente farandulero sin importancia, mientras la plutocracia nos ahoga en indelicadezas, convirtiéndonos en una sociedad vacua, carente de metas que sean honorables. Esta clase que nos dirige nos ha conducido al peor depósito de inmundicias, hacia donde arrastran con un cinismo y clientelismo salvaje y enfermizo a lo mejor de esta nación.

Nos roban la juventud para inculcarles ese comportamiento ambicioso y alocado que los conduce a la ruina moral y física.

Nos han convertido en una sociedad de desechos humanos, sin principios. Respiramos en medio de una atmosfera cargada de miasmas que más bien parece provenir de fantasmas que nos envenenan y  ahogan de tal manera, que parecemos zombis a merced de las palabras engañosas y las burdas acciones hilvanadas por una clase elitista, ambiciosa, sin principios, rencorosa, abusiva y mentirosa.

Respiramos odios, mentiras e indelicadezas en medio del hormigueo de las traiciones y el rencor, llegando al extremo de aborrecer y tratar de desacreditar a todo aquel que triunfa en buena lid, sin estar o permitir estar bajo su maldito manto protector, bajo su inmunidad perversa o su blindaje descarado. Porque ya y ante el desastre moral al cual hemos llegado, aquí hasta se aborrece a todo aquel que triunfa en cualquier aspecto de la vida.

Ahogarnos en un suspiro y partir a la nada es el pensamiento que muchas veces nos acosa. Salir de este atolladero donde todo lo de valor, sea institucional o personal, tiende a empequeñecerse, hacerse mediocre, dejándonos sin esperanza siquiera de una cura milagrosa. Porque, definitivamente, como han expresado otros anteriormente, ¡el hombre se cansa del hombre!, si, de tanto j…. para nada.

Mientras tanto, la hipocresía nos consume y los políticos nos inundan con su moralismo engañoso por lo cual tenemos que prepararnos ya al final del año, para soportar el año entrante, por ejemplo el nuevo impuesto a las placas de los vehículos y sabrá Dios cuantas otras leyes impositivas, con el fin de saciar la necesidad de recursos que necesitan nuestros políticos y más cuando la campaña parece que nacerá muy, pero muy prematura. Amen. ¡Si señor!

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