El pasado viernes significó un retroceso para todos los ciudadanos estadounidenses que creen en la Constitución, el estado de derecho, el auto-gobierno democrático y el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.
La Corte Suprema Federal se equivocó. No debió ordenarle a los 50 Estados que redefinieran el matrimonio. A lo que hizo la Corte Suprema se le conoce como activismo judicial. Nada en la Constitución de los Estados Unidos requiere la redefinición del matrimonio y la Corte impuso su criterio acerca de un asunto de política pública que debió haber sido decidido por el pueblo y sus representantes electos.
La Corte cometió un error al mezclar el matrimonio con la Constitución, tal y como lo hizo hace 42 años con el tema del aborto en su infame sentencia Roe vs Wade. Cinco jueces no electos no tienen el poder de cambiar la verdad acerca del matrimonio o la verdad acerca de la Constitución.
El fundamento del matrimonio fue establecido por Dios en Su Palabra. Mil sentencias no cambiarán esa realidad
Limitar el matrimonio a las parejas de sexos opuestos siempre ha sido una decisión natural y justa de los gobiernos. Su inconsistencia con el propósito central del derecho fundamental a casarse se puso de manifiesto ahora. Se puso de manifiesto para cinco jueces no electos. No para la mayoría de ciudadanos americanos que votaron para definir el matrimonio correctamente.
Es oportuno apuntar el voto disidente del Presidente de la Corte, John G. Roberts: si estás entre los muchos americanos de cualquier orientación sexual que favorecen expandir el matrimonio entre personas del mismo sexo, por todos los medios debes celebrar la decisión de hoy.
Debes celebrar el logro de una meta deseada. Debes celebrar la oportunidad de una nueva expresión de compromiso a un compañero. Debes celebrar la disponibilidad de nuevos beneficios. Pero no celebres la Constitución. No tiene nada que ver con eso. La opinión mayoritaria no tiene nada que ver con la Constitución.
Esta sentencia impacta la República Dominicana. Influye porque la tendencia de nuestro país, desde 1965 en adelante, ha sido imitar la conducta de los estadounidenses, máxime cuando el Embajador de esa nación en este país es el máximo líder del Comité LGTB del Partido Demócrata, actualmente en el poder.
Los ciudadanos dominicanos, sobre todo los cristianos, debemos defender la integridad del Artículo 55 de nuestra Constitución. Debemos explicar qué es el matrimonio, por qué el matrimonio importa y por qué redefinir el matrimonio es malo para la sociedad.
Para la política matrimonial servir el bien común, debe reflejar la verdad de que el matrimonio une a un hombre y una mujer como esposo y esposa, para que así los niños tengan un padre y una madre.
El matrimonio se basa en la verdad antropológica de que el hombre y la mujer son distintos y complementarios, en el hecho biológico de que la reproducción depende de un hombre y una mujer y en la realidad social de que los niños se merecen un padre y una madre.
El gobierno interviene en el tema del matrimonio para asegurarse de que estas realidades no sean distorsionadas. El matrimonio no es sólo un tema privado: el matrimonio es un tema de política pública, porque el matrimonio es la mejor forma de la sociedad garantizar el bienestar de los niños.
Cuando un Estado reconoce un matrimonio, actúa como una poderosa norma social que motiva a hombres y mujeres a comprometerse el uno con el otro, para que así acepten las responsabilidades de los hijos que nacerán como resultado de esa unión.
Redefinir el matrimonio para hacer de él una institución sin género cambia el fundamento del matrimonio: convierte esta relación en una que envuelve más los deseos de los adultos que las necesidades y derechos de los niños y sobre todo, enseña a los niños que es lo mismo tener dos padres o dos madres que un padre y una madre.
El fundamento del matrimonio fue establecido por Dios en Su Palabra. Mil sentencias no cambiarán esa realidad. Nosotros en República Dominicana debemos defender nuestra conquista constitucional consignada en el Artículo 55 y mostrarle al país que lo justo y racional para nuestros niños es que crezcan en un hogar encabezado por un padre y una madre.