Cuando vi aquel deslumbrante hombre simular que quitaba con su boca el seguro de una granada para –según expresó- tirársela a todos los haitianos, se me desboronó la imagen que tenía de él. ¡Quedé estupefacta!  ¡¿Cómo era posible que aquel egresado de Sociología de la UASD, próspero empresario dominicano, hombre de una sensibilidad familiar tan profunda, asumiera una actitud xenofóbica?! Pues así me dijo: “Eso es un Estado fallido, deben toditos desaparecer del mapa, son una amenaza para nuestra soberanía nacional”. Nada difiere esa actitud a la del haitiano que me atendió en Florida, en una oficina gubernamental (En USA los haitianos tienen beneficios como Refugiados. ¿Y es que son refugiados de sus propias debilidades? ¿Quiénes los amenazan? Eso es otro asunto. Aquel haitiano me dijo: “¿Que usted es de nacionalidad dominicana? Ese es el último país del que nosotros queremos saber. Los odiamos a esos dominicanos discriminadores. Es como para volverlos a invadir”.

¿Cuál tiene la razón? El dominicano, xenofóbico, pretende olvidar que según el Director Ejecutivo del Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD): Haití es el segundo socio comercial de la República https://www.cei-rd.gov.do/ceird/informativodisplay.aspx?id=799 ¿Olvida que gracias a la mano de obra haitiana se sostiene la agricultura dominicana, sin mencionar otras aportaciones que hacen en la esfera de los servicios?

En cambio, el haitiano, desagradecido, pretende ignorar la solidaridad dominicana. Cuando el terremoto del 2010 antes que llegara ninguna ayuda internacional, los hermanos dominicanos en instantes estaban arriesgando su vida por ellos, los hospitales de las provincias aledañas a la frontera se abarrotaron de haitianos mutilados, recibiendo transfusiones de sangre dominicana y atención médica gratis, los comedores económicos fueron a saciar hambre y sed de cientos de familias desamparadas. Muchos bebés fueron amamantados por madres dominicanas. El pueblo se movilizó, en pleno, y donó ropa y alimentos. ¿No reconoce el haitiano de mi historia que en las universidades dominicanas estudian cientos de sus compatriotas hasta con becas?

Ambos asumen posiciones xenofóbicas. Pero este no es el xenofobismo insulso y excéntrico de  Trump. ¡Nooo qué va! Esto viene desde Boyer(1822) hasta acá. El conflicto domínico-haitiano -asunto estrictamente bilateral- va más allá tendencias etnocéntricas o xenofóbicas de algunos grupúsculos que no representan el sentir y la voluntad de todo un pueblo.

Incluso, va más allá de la traumatizante repatriación. Porque no es una cuestión meramente legal sino de hondas raíces histórico y socioculturales. Un proceso de repatriación será desgarrante y descontextualizador, traerá un alto costo social. Conllevará fragmentación y ruptura de lazos sanguíneos, de uniones parentales. Un proceso de serias consecuencias sociales. Ahora sí le daremos motivos para sentirse amenazados y perseguidos, porque se trata del Gobierno dominicano y eso tiene otra connotación e interrumpirá procesos de entendimiento diplomático y político a favor de mejores relaciones basadas en respeto, tolerancia y convivencia pacífica.

Serán repatriados los haitianos que por una u otra causa, no hayan legalizado su estatus migratorio en el país, sin embargo, la medida para calmar presiones internas, dicta: “vete por delante, pa’ que la gente te vea ir, y regresa por atrás, sin que te vean entrar”. Esos mismos haitianos regresarán en busca de trabajo, y atravesarán el vulnerable “descontrol fronterizo” dentro de poco tiempo. La muy larga, inhóspita, cruzable y comprable frontera será, una vez más, violada.  Si no hay estricto control fronterizo, todo el despliegue de recursos y traumas individuales, familiares y sociales que trae aparejado un proceso de repatriación, quedará como un vergonzoso capítulo en la historia dominicana, del que nos lamentaremos después. Si ellos están aquí, es porque los dejamos pasar. Pero no hace un año, ni dos, ni tres. ¡Nooo!! Cuando yo consultaba en el Archivo General de la Nación, los Libros de Entrada de fines del XIX, buscando puertorriqueños que era mi tema investigativo, me mareaba ver la entrada de cientos de haitianos (Para ese entonces teníamos Libros de Entrada, hoy no tenemos un dato exacto de los millones de haitianos que hay en el país). Querámoslo o no: los llevamos en la sangre.

Repatriarán a los haitianos pero… Un elemental estudio comparativo entre Visas de Negocio Simple, otorgadas por dos meses, comparadas con salidas de frontera, arrojaría interesantísimos datos de ciudadanos del mundo que viven en la República con Visas reteque vencidas. ¿Esos no son ilegales? Lo son, pero no son haitianos. Bueeno esos blanquitos ilegales no serán repatriados. Quizás estén haciendo fila en algún punto de Puerto Plata esperando la primera Yola para Puerto Rico. Y los europeos sin Visa para hacer negocios que hacen tráfico sexual con  nuestras adolescentes y jóvenes. ¿A esos por qué no los repatriamos? Y mira…, mejor ni sigo, porque me da un coooraje! No estoy en contra de que se expulsen del país a los ilegales, antisociales, sea haitiano, chino o japonés. Estoy en contra de la xenofobia, de los rencores históricos, la necedad, la doble moral, el oportunismo, del fanatismo irracional y de otras actitudes retardadoras del progreso social. Abogo por la sensibilidad humana, la objetividad, las soluciones pacíficas, por una legalidad con justicia, por la cultura de paz. Defiendo una integración social hacia el desarrollo, aunando buenas voluntades.

“Ciertamente, aquellos que, por inclinación propia o formación recibida, pudieron beber de la «leche de las humanidades» y aprendieron, de las propias flaquezas, la dura lección de la imperfección y la vulgaridad humanas, esos saben oponerse, de un modo al que llamaríamos natural, […] a toda doctrina racista, cualquiera que sea su origen y fundamentación, de raza o de frontera, de color o de sangre, de casta o religión”.

José Saramago.