Para este análisis usamos 3 variables: asignación presupuestaria en términos porcentuales, cambios significativos en sectores específicos e indicadores de bienestar social (empleo, pobreza, poder adquisitivo del salario y seguridad social).

Todos los gobiernos tienen sus huérfanos. Los de Balaguer fueron el sector eléctrico, la agricultura, el agua potable, la salud, la educación y la administración pública en general ya que les pagaba sueldos de miseria a los maestros, a los médicos y al resto de los técnicos y profesionales para dedicar mayores recursos a la inversión pública. A través de esta política, mantuvo cierta dinámica económica impulsando el crecimiento de otros sectores, como la industria y el comercio, que fueron privilegiados con incentivos fiscales (por ejemplo, la zona industrial de herrera).

Guzmán, priorizó la agricultura, el desarrollo rural, el turismo, las zonas francas y la renovación de las Fuerzas Armadas aun controladas por el trujillismo. Fue el gobierno más equilibrado de todos, después de la muerte de Trujillo aunque dejo huérfano al sector eléctrico.

Los huérfanos de Jorge Blanco fueron la salud, la energía y la educación pero priorizó la agricultura, el turismo y las zonas francas aunque a mitad de camino su gobierno fue absorbido por la crisis económica y los fuertes ajustes que tuvo que hacer para restablecer la estabilidad macroeconómica, que al final logró pero quedó borrada de los archivos históricos.

En el primer gobierno de Leonel Fernández, se dejó huérfano a la agricultura, la educación, la energía y la salud y se priorizó el control mediático, la privatización de empresas públicas, que fue un desastre, el turismo, las zonas francas y el gasto público en empleomanía y grandes obras.

Hipólito Mejía dejó huérfano las grandes obras de infraestructura y a los medios de comunicación pero priorizó la agricultura, la lucha contra la pobreza, la salud (promulgó la ley de salud y seguridad social) y la educación ya que se alcanzó la asignación mas alta respecto al PIB en los últimos 50 años. En su último año de gobierno se concentró básicamente en reorganizar el sistema financiero nacional y restablecer la estabilidad macroeconómica, conmovida por la gran crisis bancaria del 2003.

En el segundo y tercer gobierno de Leonel Fernández se ha priorizado el gran despilfarro en el gasto público, el clientelismo, el endeudamiento desaforado, la construcción de obras monumentales en la capital, la corrupción masiva y nuevamente el control mediático, dejando huérfano a la agricultura, la educación, la salud, la energía, el turismo y las zonas francas, esta ultima semidestruida por el propio gobierno. Ha sido el periodo más negativo en la historia reciente del país por cualquier lado que se mida, pero especialmente por el grado de corrupción.

Y aquí mencionamos la palabra corrupción por primera vez, no porque en los gobiernos anteriores no existiera, sino porque jamás se acercó al nivel actual, donde el robo en la administración pública se ha convertido en algo escandaloso. Un ejemplo de ello son las comisiones que cobran los peledeistas por las compras que realizan en sus instituciones, las que alcanzan hasta 50%, cuando en el pasado el 10% y 15% era lo rutinario.

Pregúntele a cualquier comercio grande o mediano, con 20 o 30 años de existencia y que le haya vendido a los gobiernos de Balaguer, de Hipólito Mejía y de Leonel Fernández lo y le confirmaran esta información.

Pero no solo roban en las compras que realiza el estado, sino que lo hacen en todas las obras públicas, donde está el grueso de la corrupción ya que las comisiones pueden llegar a representar hasta el 60% del valor de esas obras, cuando lo tradicional fue siempre un 20%.  Por eso se han olvidado de las pequeñas obras para el desarrollo comunitario y el combate a la pobreza, ya que su monto no es atractivo para estos buitres de la modernidad.

Ese nivel de corrupción le ha permitido a Leonel Fernández y su entorno político, convertirse en una nueva casta de multimillonarios que pueden darse el lujo de comprar a cualquier dominicano rico, pobre o con debilidades financieras y eso excluye a poquísima gente en este país.

Igualmente, han tenido también la sagacidad de mantener un control estricto sobre lo que publican los medios de comunicación, a los que han comprado a base de un presupuesto anual que ronda los RD$7 mil millones. Hoy los dominicanos viven de la mentira y el engaño, como jamás lo fueron en los gobiernos que han precedido estos dos últimos periodos.

Si usted analiza estos hechos a la luz de la realidad social y económica de este país, no tenga la menor dudad de que hemos retrocedido décadas en muchas cosas, especialmente en lo que tienen que ver con la transparencia institucional, la salud, la educación, la agricultura, la industria  la energía y la pobreza.

Eso sí, hemos crecido enormemente en empleomanía gubernamental, la cual ha conllevado que casi 2 millones de dominicanos estén recibiendo un cheque del presupuesto por salario, tarjeta, nominillas, contratos o diversos tipos de incentivos al mejor estilo del PEME, al que nunca dejaron huérfano.