La política, en cuanto investigación académica, estudia las relaciones de poder en el seno de las sociedades humanas. Esto es posible porque todo vínculo entre dos seres humanos, por el hecho de ser entes volitivos, genera relaciones de poder. Entendiendo por poder el hecho de que un agente determinado (uno o varios), valiéndose de diversos medios posibles, intente modificar la conducta de otro agente (uno o varios).
Toda relación de poder amerita ser evaluada éticamente en función de los medios empleados. Estos medios abarcan desde el convencimiento o la seducción, hasta la la imposición o la tortura. Por supuesto el agente sobre el que se ejerce el poder puede responder desde la sumisión hasta la rebelión, incluso anulando la voluntad de poder del agente que se le intenta imponer. La historia de la humanidad es imposible de comprenderse ajena a las relaciones de poder.
El ser humano actual (Homo Sapiens) surgió hace aproximadamente 250,000 años en África y la mayor parte de nuestra existencia vivimos en pequeñas bandas familiares de menos de dos decenas de miembros. La vida de nuestros ancestros se limitaba a sobrevivir, recolectando alimentos de la naturaleza, pescando y cazando, y evitando ser el alimento de grandes depredadores. Los mayores logros de esa etapa, hasta el llamado periodo del Neolítico, fue el uso de piedras en forma de lajas, palos puntiagudos y la producción y conservación del fuego.
La trashumancia humana y su reducido número no le permitía explotar las potencialidades que su cerebro prometía. En dichas bandas primitivas el poder era simple, descansaba en el más anciano del grupo, o el más hábil en los procesos de supervivencia para la manada. El sedentarismo y la integración de grupos humanos más allá de los vínculos familiares más cercanos no ocurrió hasta que algunos seres humanos descubrieron el proceso de siembra de los vegetales y el amaestramiento de animales que le supusieran ventajas para su alimentación y vestido contra el frio. Esto ocurrió hace aproximadamente diez mil años.
Para ubicar en la taxonomía al ser humano señalemos que pertenece al Reino Animalia, dentro del cual corresponde al Filo Chordata, en el seno del mismo a la Clase Mammalia, y entre ellos al Orden Primates, con precisión al Suborden Haplorrhini, al Infraorden Simiiformes, el Parvorden Catarrhini. Ahí a la Superfamilia Hominoidea y dentro de la misma a la Familia Hominidae, a la Subfamilia Homininae, a la Tribu Hominini. Esta Tribu (como categoría taxonómica tiene en su seno el Género Pan, que incluye a Chimpancés y Bonobos, y el Género Homo, donde se ubica el Homo Sapiens y el resto de los Homo extintos). La evolución humana, hasta donde los datos que poseemos nos permite entender, fue un largo proceso que comenzó tan temprano como hace 7 millones de años y generó diversas especies de homínidos (Habilis, Ergaster, Erectus, Neanderthalensis, entre otros).
La vinculación de los seres humanos con los chimpancés y los gorilas es tan cercana que la primatología arroja datos como los del profesor Frans de Waal que en su último libro El bonobo y el ateo señala que el comportamiento moral de los humanos ya está presente en los simios Homininae.
La aparición y evolución del Homo Sapiens es muy reciente si lo comparamos con la aparición de la vida en nuestro planeta. Visto en conjunto el periodo que denominamos paleolítico representa en la historia de la humanidad poco más del 95% del tiempo que lleva el Homo Sapiens existiendo en este planeta, el surgimiento de sociedades, formas estatales, culturas organizadas, es algo tan reciente que los seres humanos tenemos aproximadamente de manera civilizada un 4% de nuestro tiempo total como especie. Sin equivocarnos podemos decir que el ser humano está recién saliendo del útero de la vida hacia la historia que consideramos plenamente humana por la cultura.
El estudio de toda sociedad humana, desde que el ser humano inventó la agricultura y la ganadería hace unos 10,000 años, tiene como clave interpretativa fundamental las clases sociales. Una vez se estableció la propiedad privada de tierras y ganado, la sociedad se escindió en dos grandes clases sociales: los propietarios y quienes únicamente tenían su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Fue Carlos Marx (1818-1883) quien popularizó en las ciencias sociales ese hecho al estudiar el sistema capitalista en el siglo XIX y develar como mediante la plus-valía los dueños de los grandes medios de producción explotaban el trabajo de los obreros, generando la riqueza que les permitía incrementar su poder social y político, mientras que los trabajadores de sus fábricas vivían en la más espantosa miseria a pesar de ser los creadores de la fortuna de sus explotadores.
No obstante el mismo Marx en su famosa carta a Joseph Weydemeyer (1818-1866) del 5 de marzo 1852 señala que no fue él quien descubrió la existencia de clases sociales, pero indudablemente la suya fue la explicación mejor elaborada. Afirma Marx en dicha carta que su aporte al tema consistió en lo siguiente: “1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases”. (Marx, 1980, p. 283)
Marx extendió su análisis a toda la historia de la humanidad descubriendo el mismo hecho en todos los momentos pretéritos, es decir, la explotación de los dueños de los medios de producción a sus trabajadores. Ese hecho social se mantenía, y se mantiene, mediante la violencia, poniendo en juego la existencia misma de los explotados so pena de no colaborar con su propia explotación.
Referencias.
Marx, C. y Engels, F. (1980). Obras Escogidas. Tomo I. Moscú: Editorial Progreso.
Waal, F. (2013). The Bonobo and the Atheist. New York: Norton & Company.