Hace aproximadamente un año, y en medio del revuelo causó la información de que el expresidente Hipólito Mejía pretendía volver al solio presidencial, éste anunció sus aspiraciones a lo interno del PRM. Por motivos parecidos a los que se cuecen hoy en el morbo político, escribimos un artículo con el titulo citado más arriba, producto de que aquel momento como ahora, se pretendía distorsionar el accionar de un líder que pese a no tener necesidades de índole políticas que no haya satisfecho; optó por el sacrificio supremo de entregar a los disidentes del PRD, el instrumento por medio del cual pretenden alcanzar el poder los hoy llamados perremeístas.
A continuación, articulo íntegro.
Si el proyecto de Partido Revolucionario Moderno o Mayoritario como se pretendía en principio, no se hubiese convertido en la fuerza política de oposición más importante e influyente del pasado torneo electoral y concitado pese a las adversidades el 35% de los votos emitidos, habría muchos críticos del pesimismo político dominicano parafraseando a Gilberto Santa Rosa. “¿Quien fue el tonto de la idea?”.
Algunos refieren al exdiputado Hugo Tolentino Dipp, como el primero en comprender que no era viable una vida partidaria, con miras al futuro en un PRD capitaneado por Miguel Vargas; pues a juicio del historiador, un proyecto político con intenciones de alcanzar el poder, debía estar separado de las ambiciones propias de un empresario.
La semilla fue sembrada en la conciencia de los perredeístas, que entre otras cosas y con justa razón, veían a Vargas Maldonado como parte del engranaje que se había estructurado en contra de Hipólito Mejía en las elecciones del 2012, logrando germinar satisfactoriamente en la psique de las bases y en cuestión de meses, todo estaba listo para llevar el barco a un puerto distinto.
Anclados a favor de esa idea, subyacía un lastre de indignación, impotencia, rabia, desprecio y hasta deseos de venganza, contra aquel que prefirió sin ningún pudor y con excusas execrables, sus ambiciones mercuriales a la posible mejoría de las bases de su partido, con la tan anhelada conquista del poder.
Lo único que faltaba para concretar la nueva empresa, era un líder fuerte, con carácter, decidido, firme, carismático, popular y convincente, en torno al cual y mediante el cual, se pudiera transportar de forma segura el conjunto de ideas que conjugaban el peñagomismo autentico. Siendo sin temor a equivocarnos, Hipólito Mejía el único capaz de lograr tan arriesgada, pero necesaria proeza.
Es así como en un tiempo record, el liderazgo histórico del otrora PRD, recorrió junto al líder todo el país, confiados en que solo Hipólito Mejía tenía el coraje y la magia suficientes, para mantener compacta la adhesión de tantos sentimientos en contra de Miguel Vargas.
La decisión no fue tan fácil, tal vez muy rápido, pero de labios del Propio Mejía escuché decir muchas veces el dolor que le causaba abandonar el partido que se había convertido por más de 40 años en su hogar. Sin embargo “La inteligencia marca la frontera entre el animal y el hombre” -Anton Chéjov-, el Pabellón no. 6. E Hipólito inteligentemente optó por el bien mayor que eran las bases del partido.
Traigo esto a colación, porque es de hombres justos dar a quien lo merece y en la proporción que lo merece, pues resulta innegable e impensable que se pueda escribir una sola página sobre la historia del PRM, sin observar la sagrada delicadeza de decir que gracias Hipólito y al tremendo liderazgo posee, hoy los peñagomistas pueden contar con un instrumento político con una verdadera vocación de poder.
No obstante todo lo relatado anterior, hay quienes se atreven a cuestionar el gran liderazgo y responsabilidad que pesan sobre los hombros de Hipólito, y como dice Víctor Hugo “La suprema miseria es siempre ocasión de obscenidades” fruto de la frustración de aquellos que su único merito consiste en desmeritar los grandes aportes realizados por otros.