El divorcio puede implicar muchas pérdidas al mismo tiempo.
No sólo perdemos una pareja y un proyecto de vida juntos, ilusiones y expectativas, sino además cosas más concretas, como el tipo de vinculación con los hijos y las hijas que necesariamente cambiará.
Como también habrá cambios en el espacio de convivencia hasta ese momento, las rutinas diarias, los rituales, las celebraciones, bienes materiales, las amistades comunes, los espacios de diversión y la vinculación con una familia política que permanecerá para toda la vida a través de los hijos y las hijas, sólo para nombrar algunas, pues sabemos que son muchas más y diferentes, de acuerdo al caso.
Todas estas pérdidas generan sentimientos similares en el hombre como en la mujer. Nos enfrentamos a la frustración, al miedo, la rabia, el abandono, la tristeza, el rechazo, el dolor, entre otros.
Los hombres se deprimen y no piden ayuda sino que se involucran en nuevas relaciones sin estar listos emocionalmente para ello
Tanto las mujeres como los hombres, frente a esta decisión y mientras se trabaja el duelo, nos podemos sentir perdidos/as, aún en el caso de una ruptura por desamor, ya que el compartir la vida, el tener proyectos comunes y habernos apegado a esa persona, nos hace vulnerables a todos estos sentimientos.
¿Cuál es la diferencia entre los hombres y las mujeres porque socialmente parecería que lo viven de manera distinta?
La cultura que vivimos sostenida en los valores del patriarcado parece ser la responsable de esta diferencia en las conductas de mujeres y hombres.
La socialización que recibimos, en la que los roles de género son rígidos y nos imponen actuar de manera predeterminada, no porque no tengamos la capacidad de hacerlo diferente sino porque “así es como se deben comportar los masculinos y las femeninas” en la cultura machista.
Y me explico: mientras a las mujeres nos está permitido expresar nuestras emociones, definirlas y ponerles nombre dentro de toda la gama posible, a los hombres solo se les permite sentir ira y sea cual sea la emoción, tristeza, abandono, rechazo… lo manifiestan como ira, pues es la emoción aprobada culturalmente para ellos.
A las mujeres nos está permitido hablar sobre los sentimientos y el mundo emocional, es por esto que cuando estamos sufriendo hablamos con amigas y lloramos juntas; a los hombres, como no les está permitido abordar su mundo emocional se callan no hablan con nadie. De hecho, los hombres se pueden reunir por horas con amigos y no hablan sobre ellos mismos, sino de cosas o de otras personas.
A las mujeres nos está permitido crecer emocional y espiritualmente y por esto, en los momentos difíciles, recurrimos a entrenamientos y talleres o buscamos ayuda profesional que nos enseñe a manejar de mejor manera la situación; en cambio a los hombres esta cultura les hace creer que lo saben todo y que no tienen nada que aprender. Esto hace que no intenten alternativas distintas para salir de la situación e integrar estrategias nuevas para sobrevivir.
A las mujeres esta cultura nos enseña que la maternidad es nuestro principal rol y vivimos los hijos y las hijas como si fueran sólo nuestros, en cambio el rol asignado a los hombres es el de proveedor económico, lo cual los aleja de la experiencia de la paternidad de manera intensa y propia. Asimismo cuando no son exitosos materialmente se sienten menospreciados por ellos mismos, piensan que no están a la altura de lo que se espera de ellos ya que, lamentablemente, los hombres son validados en esta cultura por las riquezas materiales que posean.
Todas estas diferencias impuestas y aprendidas hacen que, además de lo difícil de la situación de divorcio, se agreguen otros conflictos, por estar cada uno encerrado en este papel impuesto.
Los hombres se deprimen y no piden ayuda sino que se involucran en nuevas relaciones sin estar listos emocionalmente para ello, o se desentienden con facilidad de las responsabilidades materiales y sobre todo de las afectivas, con relación a los hijos y las hijas.
Pueden castigar a la ex pareja con el tema dinero, bienes y propiedades o asumen conductas de control a través de los hijos y las hijas. Critican a la madre con estos, retrasan y postergan la formalización legal del divorcio y la entrega de la manutención para los hijos, entre otras respuestas inadecuadas. De igual forma las mujeres asumen conductas que no ayudan y complican también la situación.
Quiero decirles a los hombres que les esta permitido sentirse heridos, frágiles, tristes, está permitido llorar, pues la separación duele. El miedo, las carencias afectivas y la soledad se pueden confrontar y crecer a través de un trabajo emocional que los haga más sensibles y empáticos y a la vez más fuertes.
Sabemos que no todos los hombres reaccionan de manera inadecuada ni se olvidan de los hijos, lo cual confirma que sí son capaces de dar una respuesta distinta. Va llegando la hora de que se crean ustedes mismos seres más completos, más humanos que lo que esta sociedad les quiere hacer creer que son.
Así como aprendieron a ser varones en esta cultura pueden desaprenderlo y asumir una nueva masculinidad, más libre y auténtica.