Estoy leyendo, ya como libro porque antes ya lo había leído como borrador y de forma separada, el texto Los Herederos, ADN cultural del dominicano (Santo Domingo: Banco Central, 2019). Sobre esta obra voy a dedicar algunos comentarios por la sencilla razón de que es un esfuerzo sistemático y especulativo (en el buen sentido de este término) por darle sentido, a través de una interpretación multidisciplinaria dentro de las Ciencias Sociales, al tema neurálgico en la historia de las ideas de nuestro país: la identidad cultural dominicana.
El tema de la identidad cultural dominicana compite con el tema Trujillo en la cantidad de obras escritas en suelo quisqueyano, bien sean obras dentro de la narrativa y el drama o bien obras de carácter ensayístico. Esta obra de Ferrán es un ensayo interpretativo sobre el “ser dominicano”, realizado desde un esfuerzo lógico en el que se ponen en relación tanto los hechos que constituyen la realidad de nuestro orden social como el producto cultural heredado a partir de la lucha perenne por la sobrevivencia. En el ensayo se aúnan, en un todo sistemático, “el mundo empírico de los hechos y el teórico de las ideas y conceptos que mejor lo explica” (p. 20).
Lo que pretende veladamente Ferrán es darle “sentido” a lo que nos ha ido pasando en nuestro pasado, en términos del ordenamiento social en la lucha por los recursos necesarios para la sobrevivencia y el cómo distribuir estos escasos recursos, qué constituye nuestro presente y qué podríamos considerar como moldeador de nuestro futuro.
Este que “mejor lo explica” el sentido de lo real está matizado por la formación antropológica y filosófica del autor. En el mismo libro se nos aclara que es un “ejercicio teórico sujeto siempre a ulteriores verificaciones en función de nuevas evidencias empíricas” (p. 21). Este último punto es el que anima mis comentarios a Ferrán en clave de añadidura de conceptos para trabajar “lo” dominicano que constantemente se va tejiendo, rehaciendo y redefiniendo.
En la lectura del prefacio, el cual no debemos saltar para la lectura eficiente del libro, encontramos un concepto de cultura ligado al materialismo cultural de Marvin Harris que reza así: “entiendo por cultura la facultad de adaptación del grupo humano a su entorno; o mejor aún, el sistema de adaptación propio a una población provisto de un arco iris de acomodos y de conciliaciones de eventos…” (p. 24). Este entramado adaptativo construido por los grupos humanos, dígase el orden social para la producción que permite la sobrevivencia de todos, encuentra en la acción y en la palabra sus dos expresiones más objetivas.
Lo que hacemos y lo que decimos en la lucha por la sobrevivencia -la materialidad de la realidad- es lo que sostendrá en el discurso de Ferrán la objetividad de lo cultural. La importancia de lo cultural es porque, a su juicio, constituye lo objetivo de la subjetividad colectiva e individual ya que esta última se expresa en comportamientos (acciones y palabras) transformables en el tiempo, pero que, al ser productos de una institucionalidad reglada ligada a la materialidad de la producción, dejan su sedimento en el carácter nacional. Por ello la elección del concepto “ADN” para decir de este “carácter” o código cultural dominicano.
Aquí es cuando surgen las preguntas: ¿En qué medida la concepción utilitaria de la cultura empobrece el mismo concepto de cultura como producto humano reflejado tanto en su decir como en su hacer? Si observamos los productos culturales, de todas las épocas y sociedades, no necesariamente están ligados a la producción para la satisfacción de las necesidades. No todo lo que hacemos está ligado a satisfacción de una necesidad, sin importar que las subdividas en básicas o culturales. Restringir antropológicamente el decir y el hacer al esfuerzo adaptativo al entorno equivale a no tener en cuenta el acto ficcional y narrativo, tan importante para la configuración de la identidad individual o colectiva. Lo lógico sería pensar que carece, entonces, de “utilidad” provisoria en términos de recursos el hacer y decir de los actos ficcionales. Por ejemplo, ¿en qué ayudan a la satisfacción de necesidades básicas o culturales la creación de ficciones? Seguiremos comentando Los Herederos la próxima semana.