Llegó al poder en un momento parecido al que experimentó Roosevelt en 1933 ante la gran depresión. Llevamos más de cuatro meses con la pandemia y no hemos logrado doblegar su curva. Ese es el primer gran reto de Abinader. Enfrenta a unos casi desaparecidos flujos turísticos y a una reducción en el crecimiento económico, en los ingresos tributarios y un mayor desempleo. Como el resto del mundo se verá obligado a endeudar aún más al país. Pero también llegó al poder en un momento parecido al que experimentó Antonio Guzmán en 1978, después de doce largos años de gobiernos de Joaquín Balaguer. El PLD ha estado en el poder dieciséis años corridos. Creo que fui el primero en describir a esa gestión de gobierno como una compañía, el “PLD Inc.”, como publiqué. Ese partido ha aumentado extraordinariamente las nóminas para dar empleos a sus adeptos y familias enteras cupieron en ellas. La corrupción fue extraordinaria, como el caso de Odebrecht. ¿Como “desguañangar” esa compañía y llevar a los políticos corruptos a la justicia dentro de una gran crisis económica, y la pandemia? Es el segundo gran reto de Abinader y su equipo.
Pero las malas noticias desde el extranjero no dejan de llegar. Las remesas se han reducido en lo que va de año en un 5% pero tan solo debido a los subsidios federales entregados a los dominicanos y a su descendencia y que a partir del 1 de agosto no se sabe si se mantendrán. Por si fuera poco, Washington ha colocado al país en la categoría 4, la peor, en la lista de países donde no se debe de ir y el 74% de nuestras remesas y la mitad de nuestros turistas vienen de Estados Unidos.
Vicepresidentes norteamericanos encabezaron la delegación de su país a las tomas de posesión de Bosch (1963) y Balaguer (1966) y el canciller Cyrus Vance presidió esa delegación cuando la toma de posesión de Antonio Guzmán, ayudándole en la “destutanación” de la cúpula militar. Después de más de cuarenta años otra vez un canciller norteamericano encabezó una delegación en un momento en que dejó el poder un PLD después de dieciséis años consecutivos. Para algunos la presencia de Pompeo será vista como un segundo “telefonazo” al PLD para que no organice huelgas ni impida acciones parlamentarias en la nueva lucha contra la corrupción y las drogas.
Abinader busca cumplir con su promesa del gran cambio en medio de la pandemia más grande en cien años y la depresión económica más aguda en noventa. En vez de administrar el desarrollo tendrá que administrar una gran crisis. Qué Dios lo ilumine. El pueblo dominicano por su lado debe apoyarlo.
El discurso del presidente Abinader fue excelente, tanto por la forma en que fue pronunciado como por su contenido. El comprometerse a luchar contra la corrupción pasada y también futura no solo es lo moralmente correcto, sino que las encuestas evidenciaron que la población mantiene eso como prioridad. También es políticamente aconsejable ante la inevitable austeridad que la pandemia obliga. Con el pan escaso, habrá que ofrecer más circo.
Estamos presenciando un cambio generacional en la política criolla, no solo evidente por las nuevas y jóvenes caras en el Congreso, sino a través de los curriculums del nuevo gabinete, pues mientras en los gobiernos del PLD aparecían sobre todo abogados graduados de la UASD con una tendencia ideológica de izquierda, el de Abinader está compuesto por egresados de INTEC (incluyendo tanto a Abinader como el ex presidente Medina) y PUCMM y sobre todo personas con estudios de postgrado en el exterior.
Está por verse si los ahorros resultantes de recortes en las nóminas excesivas y los derivados de menos corrupción serán suficientes como para dotar a todos los estudiantes de computadoras, aumentar los sueldos de maestros y policías, mantener los subsidios creados por el ex presidente Medina para enfrentar la pandemia, emplear mil médicos y enfermeras adicionales, reconstruir cientos de viviendas, ofrecer servicios de salud universales y gratuitos y también para detectar, aislar, rastrear y tratar a los afectados por el virus. Todas cosas prometidas el domingo.
Por supuesto, queda la alternativa de más endeudamiento y, por qué no, reforma tributaria.