Manel Berdonce, entrenador de boxeo español hizo célebre esta sentencia con la que he titulado mi trabajo de hoy. En los años 1989-90, se discutía en los tribunales españoles el carácter inhumano del boxeo como deporte. Quienes plantearon el dilema de si deporte o salvajismo, alegaron que no se puede considerar deporte una práctica en la que dos seres humanos se lanzan a un cuadrilátero con el ímpetu de fieras a molerse a golpes hasta que uno logre diezmar y noquear al otro, mandándolo a dormir a la lona del ring de forma temporal o indefinida (sin vida).

Berdonce es el boxeador español que por más tiempo fue campeón de boxeo, reflexionó en defensa del deporte de manos enguantadas, argumentando que los golpes que se reciben en el combate de las tres cuerdas se pueden curar, sanar y superar; pero los de la vida, esos no se curan y sus llagas no cicatrizan nunca.   Se refería de manera particular a que los amantes de esta práctica de procedencia humildes son: niños, adolescentes, jóvenes y adultos, hijos por lo general; de madres solteras y abandonados, excluidos de todo tipo de oportunidad social cuyo único refugio, las más de las veces, lo fue la calle.

De Quino el humorista argentino y su tira de prensa que con la mejor creación extraordinaria sorprendió el mundo en 1964 dando vida a la más original y aguda sátira gráfica de crítica social: Mafalda. De él hago analogía con la defensa del campeón español en la polémica sobre el boxeo con lo graficado por Quino en una iconografía de Mafalda en la que construye la imagen de un padre desaliñado que con un cuchillo en la boca y otros dos, uno en   cada mano, salía cada día a la sociedad a enfrentar un mundo salvaje en el que nadie confía en nadie y el otro está al acecho para destruirte o dañarte. Significó y llenó de signidad Quino que la sociedad es como una selva, y sentencio yo, que no tiene nada que envidiar a un combate de boxeo.

El filósofo invitado de mis reflexiones, Manel Berdonce, quien, desde el mundo más rudo, el boxeo, hizo las reflexiones existenciales que mejor marcan la vida de los seres humanos y sus relaciones entre sí, a mi entender. Que cito nuevamente: “Los golpes más duros, son los que te da la vida, esos nunca curan. Los golpes físicos pueden ser sanados”. ¿puede la sociedad dominicana superar la traición histórica de Pedro Santana al fusilar a Francisco del Rosario Sánchez, padre de la patria, envuelto en la bandera nacional y exilar a Juan Pablo Duarte, padre de la patria también, condenándolo a vivir en la pobreza extrema y morir de tuberculosis en Venezuela? Puede la historia y las sociedades bolivarianas sanar las heridas de ver su libertador, Simón Bolívar, respóndase usted: ¿escapando por una ventana huyendo con la ayuda de Manuelita Sáenz de quienes les traicionaron y perseguían como si fuera un ladrón, empujándolo a deambular por las quebradas y alcantarillas de Bogotá, envuelto en las llamas de una fiebre incandescente? ¿puede la sociedad dominicana sanar las heridas del Golpe de Estado al presidente puro y más grande dominicano del siglo XX, Juan Bosch?

La hipocresía, la simulación, la ingratitud, la envidia y la pequeñez humana: es el arsenal que como aguijones clavan en el alma de la gente buena, noble, honesta y sincera, los que sólo saben destruir y engañar. El veneno que se inocula con estos aguijones desde una plataforma de odio y mediocridad, únicamente se superan y sanan con amor y perdón, golpes estos que te puede dar la vida y que absolutamente sólo curan con el bálsamo de la confianza cierta en el amor del mismo Dios.