Rosa Luxemburgo bailaría de alegría en su tumba si tuviera conocimiento de las revueltas populares espontáneas que se han cobrado ya al dictador tunecino Ben Ali y a su cleptocrática familia, que ha conducido a que el rey de Jordania haya cambiado en su casi totalidad su gobierno, que el peculiar dictador de Libia, temblando de temor, primero haya apoyado a Ben Ali y después – a palo caído, ya se sabe-, se mostrara de acuerdo con la denominada "revolución tunecina".
El fantasma de las masas pluriclasistas en las calles, dominando el espacio público, venciendo el miedo y enfrentando la represión con coraje, produce un temblor frio en todos los gobiernos despóticos del mundo árabe y del Magreb.
En Argelia, Buterflika medita ante la falta de respaldo de su régimen y el descontento popular creciente, más acentuado aún entre la población Cabila, entre los bereberes. En Marruecos, el rey Mohamed VI, aunque se ha ido de vacaciones a Francia, lo ha hecho para hacer un farol, demostrando su confianza en el amor de su pueblo a su monarquía, pero, incluso miembros de la familia real, han expuesto su temor de que se produzcan revueltas en su país.
En los países del golfo, los más ricos, los más "estables", la monarquía saudita y las de los países vecinos también se sienten amenazadas. Más aún cuando después del fracaso de la guerra de Irak y el más que evidente desastre en Afganistán, es evidente que las fuerzas occidentales no pueden presumir que, con sus fuerzas armadas y las multimillonarias contratas de "ejércitos privados", puedan controlar la situación, si el mapa político se mueve demasiado.
Pero dónde el temor es mayor, si cabe, es en las cancillerías y sedes de gobierno de EEUU, de los estados de la UE, y naturalmente en Israel. A mayor conocimiento estratégico, a más intereses en juego, y más percepción de la miríada de errores políticos cometidos (por no usar las "premodernas" palabras de falta de justicia y de equidad) con el mundo árabe, mayor conciencia del berenjenal en que se han metido, en que estamos metidos.
Un mantra político usado y abusado en todo Occidente es referirse a que los árabes son incapaces de vivir en democracia. Esa es una de las justificaciones con las cuales muchos demócratas progresistas han apoyado casi siempre a Israel en sus enfrentamientos con los árabes. Desde Semprún a otros menos ilustres o conocidos intelectuales, he oído repetir que "pese a todo" Israel es una democracia y no hay un país árabe que lo sea. La falta de democracia bastaba para justificar todos los abusos y atropellos cometidos, no contra los gobiernos árabes, sino contra sus pueblos.
Ahora la tortilla comienza a darse la vuelta y los pueblos hartos, hastiados, de tanto despotismo, de tanta corrupción, de tan mal uso de los recursos públicos para ponerlos al servicio de una minoría de adictos a los gobiernos, comienzan a decir que ellos no son tan diferentes, que quieren lo que los norteamericanos, los europeos, e incluso los israelíes: elecciones verdaderamente libres, real pluralismo político, que los jefes de gobierno no designen a dedo a sus sucesores como si de una monarquía absoluta se tratara.
Al grito de "Yes, we can too" (Si, nosotros también podemos), millones de egipcios se siguen movilizando para echar del poder al dictador predilecto de Occidente en Oriente Medio, Mubarak. En su discurso de esta noche, tan falto de garra y atractivo, como es habitual en este frio y despótico burócrata militar, dijo que permanecería en Egipto para organizar o controlar la transición. Una demostración de que no ha entendido nada.
Ojalá, aunque sea para mejor defender sus intereses, los gobiernos de EEUU y de los estados de la UE, actúen en Egipto defendiendo la democracia, que es en definitiva la soberanía popular. La opinión pública internacional, mundial, nunca entendería que se maniobre en los despachos para tratar de imponer al pueblo egipcio a un Suleimán, por ejemplo, jefe de los servicios de inteligencia designado por Mubarak como vicepresidente, o, a un individuo semejante.
Gracias a internet, a Wikileaks, a las asociaciones de "piratas" informáticos, y a los grupos Anónimos, los gobiernos tienen que actuar cada vez más de manera transparente o verán cómo sus fechorías y felonías son aireadas en la red a escala global. Oriente Medio es hoy un estudio de caso para ver hasta dónde estamos gobernados por demócratas o simplemente por hipócritas, sin valores y sin principios. La respuesta a esta interrogante en breve plazo.