“Se dice que alguien lanza “un globo de ensayo” cuando hace publica una idea, propuesta, proyecto o tesis para ver que reacciones suscita en la sociedad o en determinado sector de ella.  Y dependiendo de esas reacciones – si favorables, si contrarias – seguirá adelante o cesaran en su empeño.” Rodriguez Borjas.

En la Republica Dominicana se ha convertido en una práctica, probablemente influenciada por el Presidente Trump, la cual consiste en que los juristas debaten  temas de mucha importancia mediante los denominados “globos de ensayos constitucionales”, que les permite el twitter, con solo 280 caracteres por mensaje, “en esa corta  ráfaga de información intrascendente” en el micro blogging, lo que nos conduce a pensar:  ¿ Los académicos dominicanos están haciendo ciencia o globo de ensayo?  El maestro Pedro Henríquez Urena a quienes se referían de manera superflua en los periódicos de la época, sobre temas de cierto rigor histórico, les llamaba  “publicistas”.  Recuérdese que Schopenhauer se negó siempre a escribir en revistas y periódicos porque una idea no se desarrolla en tan poco espacio. Son altamente peligrosos estos debates en twitter porque si no se desvelan, seguirán para adelante con su experimento.

Para responder a los “globos de ensayo” que plantean que si llegado el próximo 16 de agosto, y no hay nuevas autoridades, se deberá aplicar el artículo 275 de la constitución, y que en efecto, el TC podría ampliar el mandato del 2016-2020.  Este sofisma lo responderemos tomando como referente un ejemplo de la reciente historia constitucional estadounidense.

Cuando el estado de emergencia de la gran depresión estadounidense, hubo un enfrentamiento entre el Presidente del Tribunal Superior (Hughes) y el Presidente Roosevelt, por la aprobación de la ley de recuperación industrial (NIRA). Hay que destacar que Roosevelt fue uno de los presidentes estadounidenses más populares en la historia de USA, que saco a esa nación de su mayor crisis económica, conocida como “el crack de 1929”. En efecto, fue un presidente con un discurso cercano, hablaba de: “ustedes y yo podemos”, “nosotros podemos”, nunca tuvo un discurso de inventario, es decir: “tenemos”, con todo esto, recibió éxitos y fracasos en el Tribunal Superior en materia constitucional.

Cuando el congreso aprobó la Ley de recuperación industrial (NIRA), promulgada en menos de cuatro meses, después de la toma de posesión, debemos retener que la misma no trataba simplemente de remediar un abuso determinado del sistema de libre mercado, sino que proponía abolir el capitalismo de mercado y sustituirlo por una estructura corporativista bajo el liderazgo presidencial, es decir, que en ese contexto era una ley justa.

El Tribunal Supremo que había heredado Roosevelt estaba formado por tres bloques: cuatro conservadores, tres liberales y dos de centro (Charles Hughes y Owen Roberts). Dada esta composición veamos los tira y afloja de los centristas, en su forcejeo con las perplejidades constitucionales.

Cuando los juristas empezaron a debatir, en el escenario de los argumentos constitucionales,   unos sostenían de que era constitucional la ley,  y otros de que era contraria a la constitución.

Sin embargo, había gran expectativa sobre la “predecibilidad” del tribunal de Hughes, ya que un año antes, el propio Hughes había redactado un dictamen (por cinco votos a cuatro) que mostraba la forma de llevar a cabo cambios revolucionarios sugeridos por Arnold y Handler. Aún más recientemente, había llevado a una mayoría de cinco a cuatro a apoyar la radical decisión de New Deal, de abandonar el patrón oro y convertir el dinero fiduciario en la moneda permanente de la nación.

Aceptando una petición del gobierno de un tratamiento expeditivo, una discusión programada para comienzo de mayo, ya el  27 de mayo, hicieron público su dictamen en Schechtes Poutry Corporation V. United State. 295 U. S., 1935 pp 495, 528.  Por consiguiente, con una velocidad de vértigo, los magistrados no solo rechazaron la NIRA, sino que lo hicieron por unanimidad. Ante el discurso de la emergencia económica que el mismo había introducido el año anterior, el Presidente del Tribunal Supremo se mantuvo firme y dijo: “Se nos dice que la disposición de la ley que autoriza la adopción de códigos ha de considerarse a la luz de la grave crisis nacional a la que se vio confrontado el Congreso (…). Las circunstancias extraordinarias piden remedios extraordinarios. Pero esta argumentación se queda necesariamente corta en su intento de justificar una acción que cae fuera de la esfera de la autoridad constitucional (…. Estas afirmaciones de autoridad extra constitucional fueron anticipadas y descartadas de manera explicita por la decimotercera enmienda. Los poderes no delegados a los Estados Unidos por la constitución, ni prohibidos por ella a los estados, se reservan a los estados respectivamente, o al pueblo”.

Fíjense que a la teoría del miedo le responde que: “Las circunstancias extraordinarias piden remedios extraordinarios”. Este dictamen explota o desinfla el “globo de ensayo” dominicano que dice que el TC puede prolongar (cual Horacio Vásquez), el periodo constitucional 2016-2020, cuando dice: “estas afirmaciones de autoridad extra constitucional fueron anticipadas y descartadas de manera explícita por la… Los poderes no delegados a los Estados Unidos por la constitución, ni prohibidos por ella… se reservan a los estados respectivamente, o al pueblo”.

Cabe destacar que cuando el Tribunal Superior dictó su fallo, faltaban meses para las elecciones presidenciales, y el mensaje implícito que le hace ver al presidente Roosevelt fue que sea prudente, y que vaya al pueblo soberano para que te revaliden tus peticiones y mandatos; no trates por este medio que te entreguemos la soberanía del pueblo, cuando lo sensato y prudente es que esperes las elecciones del año 1936, para que conviertas las elecciones en un mandato a favor de la NIRA. Nosotros no tenemos poderes extra constitucionales y cuando el constituyente no delega poderes a un órgano ni prohibiciones, estos poderes se reservan exclusivamente al pueblo que lo puede todo. Porque como diría Lincoln en la toma de posesión – si en cuestiones vitales que afectan a todo el pueblo ha de ser irrevocablemente fijado por las decisiones del tribunal (…), el pueblo habrá dejado de autogobernarse.

Roosevelt en conferencia de prensa nos proporciona un atisbo de un presidente realmente involucrado en una forma de pensar genuinamente constitucional. En vez de aceptar, rechazar o ignorar Schechter, utiliza este dictamen para subrayar sus prioridades constitucionales, distinguiendo lo importante de lo fundamental. ¿Obtendría realmente el apoyo del pueblo si convertía las elecciones de 1936 en un mandato a favor de la NIRA? Roosevelt se fue a las urnas y consiguió la mayor victoria jamás obtenida por nadie en la historia estadounidense y el mayor éxito electoral de los demócratas, manteniendo el Poder Ejecutivo y controlando el Senado de la República. Esta victoria creo la incertidumbre siguiente: ¿Reformará la constitución para convocar una constituyente con el voto popular o se saltará la constitución manipulando el tribunal constitucional?

Según Los Ángeles Time, “desde fuentes gubernamentales, incluida la propia Casa Blanca, se ha lanzado una docena de globos sonda para averiguar cuales son los sentimientos de la opinión pública respecto al cambio (…). Uno de los planes es aumentar el número de magistrados en el tribunal supremo para crear en él una mayoría favorable al New Deal. Otro seria modificar la constitución para eliminar el poder del tribunal ante los actos negativos del congreso. Y otro redefinir los derechos federales y estatales tal como están ahora constitucionalmente enunciados”. Al día siguiente el New York Times publicaba en primera página una noticia según la cual “Washington estudia un plan para una enmienda rápida de la constitución”. Este mismo periódico publicó que Funcionarios de la Administración querían un referéndum popular para que el pueblo pueda, en un plazo de 60 días declarar su voluntad sobre los problemas planteados por la decisión del Tribunal Supremo en el caso Schechter.

Los columnistas mas conservadores profetizaban “una lucha titánica que tendrá grandes consecuencias en el futuro”, sin comentar el resultado. En este punto, sin embargo, el Presidente defraudo las previsiones más apocalípticas en vez de continuar su campaña, guardo un silencio de facto, durante el resto de su primer mandato, aunque el tribunal siguió revocando aspectos cruciales del primer New Deal. Hasta entonces ni el Presidente, ni el Congreso, ni la nación se imaginaban que los magistrados podían contribuir a resolver la crisis constitucional. En vez de ello, tuvieron que basarse en ellos mismos, para definir los temas constitucionales fundamentales suscitados por las elecciones desencadenantes. Justo entonces el Tribunal Supremo decidió hacer su cambio a tiempo y comenzó a colaborar con Roosevelt, pero después del triunfo arrollador de los demócratas. Este fue un papel estratégico jugado por el Tribunal Supremo abortando el debate sobre el proceso de producción normativa de carácter superior.

Son muchos los que opinan que el tribunal le hizo un favor a Roosevelt. Según la opinión general – dice Bruce Ackerman, en su obra WE THE PEOPLE II – esta toma y daca ha de considerarse como uno de los grandes triunfos de la constitución dualista de Estados Unidos. Hasta la intervención del Tribunal Supremo, los protagonistas estaban llevando a la nación a un debate muy serio acerca del futuro de la producción normativa de carácter superior en la siguiente era de la vida pública estadounidense.

Resulta bastante claro que en las cuestiones de identidad constitucional, corresponde al pueblo tomar estas decisiones. No pierdan tiempo ni corran riesgo ni expongan al país a una crisis política, tratando de cambiar la constitución mediante el método de lanzar sobre ella a sus títeres judiciales, pidiéndole tan solo que hagan un trabajo concienzudo. Hacer esto constituiría una   imprudencia e insensatez mayúscula, y representa la entrada directa del Tribunal Constitucional en la política partidaria. Cuidado con esto, ya que, sin lugar a dudas, este fue el detonante de abril del 1965, donde el país se dividió en dos sectores: constitucionalistas y golpistas. De manera pues, que se impone que sigamos el camino de Roosevelt.