El pasado martes 28 de fue la instalación de Mons. Jesús Castro Marte como obispo de la Diócesis de Nuestra Señora de La Altagracia en Higüey. Siguiendo sus propias palabras decía que se inscribía en la trayectoria pastoral y espiritual de sus predecesores obispos. Pero quedó clara una divisa que dejó entrever, muy aproximada al legado del fallecido y recordado Monseñor Juan Félix Pepén Solimán, y lo que ocupa el interés de este escrito.

Monseñor Pepén, viejo sabio y de sutilezas espirituales desconcertantes, al escribir sus memorias se describió a sí mismo como Un garabato de Dios, título que eligió para las mismas. Puede ser sumamente sorprendente esa significación con una palabra que puede rayar en lo despectivo, pero que lejos de eso tiene una semántica rica en sentidos, figuras y metáforas, que surcan en lo incomprensible, en la intencionalidad de un mensaje, en el intento de hacer algo con límites a flor de piel. Una “irregularidad” en trazos de escritura.

No podía ser de otra manera tal autodescripción, para entenderla dentro de las actuaciones divinas, que no se sabe de dónde vienen ni a donde van (Jn 3,8), un testigo marcado por Dios y sometido a su voluntad. En ningún momento pretendemos hacer una hermenéutica de ese garabato divino, pero son bien conocidos sus trazos: primer obispo de La Altagracia, figura emblemática de la Carta Pastoral de 1960, padre conciliar, segundo rector de la Universidad Madre y Maestra, apóstol militante de la Doctrina Social de la Iglesia y del Magisterio Social de los Papas.

Un ardiente discípulo del Señor cuyo su emblema episcopal Veritas et Iustitia no era una declaración de principios, si no su vida misma; vida que se plasmó en dos grandes pasiones la educación y la moral social (justicia social). Sometido al acoso de corporaciones y personas por defender el derecho a la tierra de los campesinos de su pueblo, nunca se doblegó ante los poderosos y los influyentes, sino que bajo temor y temblor prefirió el cobijo de su Virgencita de Higüey, dando muestras de fe inquebrantable hasta su muerte.

¡Un garabato de Dios! Ahora que el Obispo Castro llega a La Altagracia, El Seibo y La Romana, conviene preguntarse si ¿será él también otro garabato con el que Dios dijo e invitaba a hacer tanto? Porque los renglones donde Dios y su Espíritu escribieron siguen actualísimos para con trazos de misericordia, justicia y gracia seguir construyendo (escribiendo) otra narrativa: la de la liberación y la justicia, la equidad social, la promoción humana, el cultivo de la moral y la cívica, la espiritualidad y la evangelización.

Como el mismo Monseñor Jesús insinuó la lucha campesina por la tierra sigue siendo una tarea pendiente en el este del país, aunque cierto desarrollo inmobiliario y turístico pareciera anunciar otros vientos, hay otro rostro del Este país que no son sus paradisiacas playas y destinos turísticos: está endemoniada desigualdad social de los campesinos y los trabajadores del sector turismo y la construcción. La tierra sigue siendo un tema vedado en el Este, campesinos, connotadas familias y consorcios empresariales tienen tensiones.

En la ceremonia de instalación Castro Marte tomó el timón, báculo o cayado de un grande de la Historia de la Iglesia Dominicana. Oremos para que la mano de Dios siga haciendo garabatos y haga de su Siervo Jesús Castro Marte un pastor según su corazón (Jr 3,15), un pastor con olor a ovejas (Papa Francisco).