Durante los meses de marzo y abril las montañas dominicanas eran una humareda que podía ser vista desde los satélites terrestres, se quemaban los bosques y con ello el patrimonio de la biodiversidad de nuestras montañas. Muchos culpan de inmediato a los productores de alimentos, por tales irracionalidades, propias de mentes obtusas y no amigables con la naturaleza. 

Esto por supuesto está lejos de la realidad. Si bien, los pequeños productores de montaña son lo que encienden la mecha que destruye los bosques, la culpa la tiene el mercado y una política agrícola y ambiental mal dirigida y especialmente especializada para hacer desaparecer a los productores y con ello a la producción local de alimento. Por lo que la Soberanía Alimentaria y la conservación son imposibles en tales condiciones.   

Lo tradicional es culpar a los actores vinculantes de manera directa con la producción de alimento y no a las políticas agroalimentarias que se han diseñado desde lo urbano y con un claro matiz de clase. Mientras se fortalecen las agroempresas, los pequeños productores  no tienen asistencia técnica y ningún tipo de recurso para explotar sus predios, por lo que recurren al uso del fuego. Además, no hay políticas definidas para reubicar a los productores de montaña, ni siquiera, a lo que están ubicados en las áreas protegidas, espacios que antiguamente eran sus lugares de trabajo.

La reforma agraria es un mito, se venden las tierras al mejor postor siguiendo las formulas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. No se aplican las permutas, ni se cumple con las leyes ambientales que definen claramente un manejo y comanejo de las áreas protegidas. La política forestal está desvinculada de los productores de alimentos y no hay planes concretos para dirimir conflictos en las áreas vulnerables. El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales no tiene un departamento destinado a los asuntos sociales, ni hay coordinación con el Ministerio de Agricultura. Las mutuas acusaciones entre los ministerios es lo que se privilegia en la actual política estatal. 

El fuego es la norma y lo que permite la sobrevivencia de los campesinos más pobres del país. Las alzas de los precios de las habichuelas acrecentaron los fuegos  en la Cordillera Central. No obstante a esto, el silencio es la regla en los Ministerios de Ambiente y de Agricultura. Esto muestra una débil política pública en lo que respecta a la producción de alimento y a la protección ambiental. Y por ello pregunto ¿La torpeza y la ingenuidad definen los criterios políticos en ambos ministerios? , a decir verdad,  el país no tiene dolientes, ni muchos menos  los /as campesinos. Es más fácil culparlos, que declararse incompetentes.  La sostenibilidad no es la regla. En los mercados capitalistas, los precios estimulan un tipo de manejo de suelo y bosque.  Los fuegos en las montañas tienen mucho que ver con las políticas públicas que ambos ministerios implementan. Si existieran programas y planes consensuados previamente con los productores, no se perdieran los bosques y con ello la biodiversidad de la Cordillera Central.