Otra vez sucedió, una muchacha fue excluida de un restaurant por la forma de vestir. La denuncia la hizo ella misma en las redes sociales y dijo que fue por tener trenzas y el pelo pintado de rubio. Aunque su pelo era una especie de Rembrandt de claro y oscuro, de contrastes intensos. Se veía linda, y como en tal sitio prohíben la entrada a mujeres tan lindas, yo no voy.
El restaurante hizo un mea culpa y dijo que no era parte de sus políticas excluir a las personas por su forma vestir y que ellos optaban por la diversidad y la inclusión.
Al lado de la muchacha linda haciendo contraste con la belleza de ella reafirmaba la denuncia un feo muy bien vestido. Espero que la palabra feo no sea discriminatoria, pero negar nuestra existencia sería excluirnos y prescindir de una palabra tan breve y descriptiva no sería racional. Únicamente omito las palabras del feo porque soy excluyente, ni siquiera las escuché viéndola a ella.
Para evitar ser excluido soy un asiduo de fondas con nombres exóticos, que si no me dejan entrar quiebran, porque todos sus clientes, usuarios, comensales o como se diga ahora son como yo y habría que sacarlos a todos con el riesgo de la debacle económica.
Nunca hubo exclusión en la María Montés casi esquina Américo Lugo, donde estaba la “Marisol”, nombre que hoy es exótico y extraño que no lo llevaría ningún local cuyo fin sea atraer gentes. Se usan los eufemismos gastronómicos y con la marca que es el nombre la comida que dan es poca.
Para considerar un restaurant en el presente hay que pensar en abstracto y no en el sentido material que prefigura un mondongo que venden en la San Martín esquina Dr. Delgado, con el nombre de “callos”, que hacen acompañar de fritos y aguacate. Ahí veo yo gente de todo tipo, sólo se excluye la cultura con nombre gastronómico. Uno puede pedir arroz sin objetivos calificativos alguno, ni siquiera se pide que sea blanco, es un lugar de gente común, donde he ido desde mi sombría juventud. Donde venden chicharrones no hay exclusión ni discriminación.
Hay otros sitios de comida donde soy excluido, no sólo por la ropa, sino también por los precios. He sufrido la exclusión y la cuerda que ahora se llama bullying. No hablo que he sufrido por el hecho de ser gordo, que es común, y fue lo que impulso la primera demanda por discriminación laboral. Las compañías telefónicas no empleaban gordas porque la banqueta donde se sentaban para trabajar como operadoras era estrecha y las gordas no se podían sentar. En ese tiempo el trabajo para operar centrales telefónicas sólo lo hacían mujeres y una gorda demandó laboralmente al considerar que se le discriminaba y que su exclusión fue porque tenía el culo grande y no se podía sentar en la banqueta de trabajo.
Igualmente se discrimina por la edad. Las empresas privadas lo hacen con frecuencia. En las instituciones públicas se discrimina a la gente por la edad y son capaces de poner en un concurso para ingresar nuevo personal que el postulante no sea mayor de una edad específica y después de los 40 nadie consigue puesto público por concurso, No fue aquí, sino en los Estados Unidos, que un juez de California dictó en una sentencia donde establecía que un hombre de 40 años ya era viejo. Cuando la edad no se pone en las condiciones para ingresar a una institución pública sucede que los que seleccionan excluyen a todos los de 40 años y más.
Del mismo modo se excluye a la gente de un trabajo por una enfermedad, como un hecho o como una posibilidad, pues, para ingresan a una entidad pública se piden análisis de sangre y el empleado no se entera de los resultados y no sabe porque no fue considerado. No sabe si se trató de que su muerte es inminente o si porque le hicieron sin saberlo un examen de VIH, algo que la ley prohíbe.
En país donde el desempleo es más grande que lo que dice el Banco Central, en los reclutamientos que hacen los departamentos de recursos humanos en las instituciones públicas son extraños los casos donde se eligen mayores de 30 años y los mayores de 40 años no existen. Salvo, en ambos casos, si tienen algún enllave o se asume que es del partido.
¿Ha pensado alguien en algún lugar o en las redes sociales en un discapacitado o un anciano excluido del paisaje de la ciudad porque no puede caminar por las aceras, que son de por si estrechas o porque en ellas se estacionan los vehículos? Eso también eso sucede, pero no sale en Twitter.