Durante la década de los años 60s emergió en el seno de algunas universidades británicas un programa de investigación  interdisciplinario producto de una nueva sensibilidad hacia el desarrollo de la ciencia y sus relaciones con el resto de la cultura. Hoy día se designan estos estudios en el mundo anglosajón como "science and technology studies" (estudios de ciencia y tecnología) o "science, technology and society" (ciencia, tecnología y sociedad, o STS studies). Esta última designación ha sido la acuñada en el mundo de habla hispana, por lo que en Iberoamérica se suele hablar de "estudios de ciencia, tecnología y sociedad" (estudios CTS) para referirse a las investigaciones sobre las relaciones entre las prácticas científicas y tecnológicas con el entorno social, evaluando sus condicionamientos económicos, sociales y políticos, así como su impacto cultural.

Dos textos fundacionales para este programa de investigación fueron obras disímiles en su recepción, aunque similares en sus supuestos y planteamientos. La obra olvidada de un científico polaco llamado Ludwik Fleck, Génesis y desarrollo de un hecho científico (1935), anuncia la ruptura con los postulados fundamentales de la concepción de la ciencia como un sistema estático de conocimientos construido por individuos aislados, quienes abordan datos puros o desvinculados de las creencias de los investigadores, sin determinación social ni  histórica.

El otro texto, publicado en 1962, tendrá una acogida radicalmente distinta, convirtiéndose en una de las obras más citadas en la historia del pensamiento contemporáneo. Se trata de la obra a la que dediqué mi artículo pasado: La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas Kuhn. Recuperando los principales supuestos de Fleck, Kuhn formuló una imagen de la ciencia como sistema de prácticas, que, aunque en tensión con una imagen de la ciencia como sistema estático de conocimientos, implicó un punto de giro en el modo de abordar los problemas tradicionales de  la filosofía de la ciencia. Al igual que Fleck, concibió la ciencia como la actividad de colectivos sociales, tomando distancia de la imagen romántica de la ciencia entendida como una empresa de individuos geniales que producen descubrimientos aislados.

La idea de la existencia de colectivos productores de la ciencia –Fleck los denominó “colectivos de pensamiento”, mientras Kuhn los llamó “comunidades científicas”- implica la idea de que la producción científica requiere de un proceso de socialización que enseña a pensar el mundo de un modo científico. Esto abrió las puertas a las futuras líneas de investigación interesadas en el problema de la sociología de los grupos científicos, así como en los factores sociológicos que inciden en la producción y justificación de las prácticas científicas.

Influidos por una lectura radical de la obra de Kuhn – y en contradicción en muchos casos con su pensamiento- las líneas de investigación surgidas durante la década de los años 70s en la Universidad de Edimburgo, conocidas como el programa fuerte de la sociología del conocimiento científico (SCC), desarrolladas por autores como Barry Barnes y David Bloor, contribuyeron a la creación de los horizontes intelectuales que guiarían en las décadas posteriores las líneas de investigación de los estudios CTS.

Si originalmente surgieron en el contexto de un proceso de desmitificación de la ciencia, explicable en los términos de la revolución contracultural de los años 60s y del impacto negativo sobre el medio ambiente y la aplicación del conocimiento científico a la industria de la guerra, hoy día estos estudios han abandonado mucho de los radicalismos intrínsecos a los movimientos contraculturales, preservando la actitud crítica que permite evaluar sosegadamente problemas que afectan nuestra propia sobrevivencia en el planeta. El tema del calentamiento global, la posibilidad o no de un desarrollo científico tecnológico sostenible, el problema de las determinaciones de las industrias militares y los grandes emporios económicos en las líneas de investigación, el problema de la educación dirigida a un mayor empoderamiento de la ciudadanía en las decisiones que atañen a las políticas públicas de la ciencia, las redes sociales, la percepción pública de la ciencia, las relaciones entre ciencia y política, entre otras, conforman el amplio abanico de intereses que constituyen hoy día los estudios CTS.

En República Dominicana, donde desde hace más de una década voces oficiales suelen asumir frecuente y acríticamente un discurso decimonónico sobre la ciencia, la tecnología y el progreso nacional, el inicio de la reflexión y la futura incorporación de los Estudios CTS en el mundo académico dominicano se va convirtiendo en impostergable.