El cerebro humano es la cúspide de la naturaleza. Y la razón es la cúspide del cerebro humano. La razón nos diferencia de todos los demás animales. Gracias a ella, la humanidad he progresado más en los últimos dos siglos que en centenares de miles de años. Lamentablemente, la razón posee múltiples y poderosos enemigos. En esta entrega analizaré el primero de ellos: los prejuicios.
Entre los enemigos de la razón, el prejuicio es quizás el mas peligroso, ya que es fruto de un ‘razonamiento’, infundado, es cierto, pero ‘razonamiento’, al fin y al cabo. Los prejuicios constituyen un pecado de pereza intelectual. Su nombre lo indica: son juicios que son fruto de poco o ningún razonamiento objetivo o sustentado por los hechos.
Muy ligado a los prejuicios están los estereotipos. Los estereotipos, esas verdades generalmente aceptadas, no son fruto de la razón. Al contrario, lo son de la anemia racional. Los estereotipos generalizan en exceso. Los estereotipos simplifican en exceso la muy compleja naturaleza de la humanidad y, sobre todo, de los segmentos de ella que constituyen la base de una nación o de un estado.
Así como pensamos que los suecos son todos rubios ojos azules, así piensan los suecos que los dominicanos somos exclusivamente africanos. Quien escribe estas líneas recuerda el asombro de un francés ante el hecho de que no lo fuera. Estos prejuicios son más o menos inocentes y poseen pocas consecuencias serias. Sin embargo, los hay que sí son peligrosos, que sí son criminales.
Estos últimos prejuicios son de carácter religioso o político. Tomemos, por ejemplo, el estereotipo que quiere que todos los haitianos son ladrones, violadores, asesinos y que todos se aprovechan de nuestro sistema. Dicho estereotipo no soportaría un análisis desapasionado ni objetivo.
Ciertamente, entre los haitianos los hay que roban, que violan y que abusan del sistema. En qué proporción, eso nadie lo sabe. Ignorancia que aprovechan los patrioteros para dar cifras exageradas y nada inocentes, pues sirven como base a sus odios y a sus discriminaciones.
Es lamentable que, en un país donde sobran las encuestas o investigaciones sobre las preferencias políticas, falten las que cuantifiquen, por ejemplo, las tasas de criminalidad entre los haitianos, por no hablar de la cantidad que vive en nuestro país.
A pesar de ello, la razón me dice que una gran mayoría de estos son trabajadores que, a través de su trabajo, aportan a nuestro sistema mucho más de lo que cuestan, por ejemplo, los gastos médicos que se les dedica y en los que los patrioteros insisten exclusivamente. Un patriotero, soy testigo de ello, se rasgará la vestidura antes de aceptar que los haitianos, a través del ITBIS, por ejemplo, a nuestra economía.
Pero aquí entramos en el campo de otro enemigo de la razón, a saber, la mentira, y su manifestación política, la propaganda. Este será el tema de mi próximo artículo.