(Dedicado a mis sobrinos Estrella Jiménez)
Algo que en la actualidad no se celebra con la frecuencia deseada son los denominados encuentros familiares cuya realización, resultado de una previa y oportuna convocatoria, permite la asistencia masiva de sus miembros tanto los residentes en el país como los domiciliados en playas extranjeras como bien decía el arzobispo Meriño.
En el caso de no ser coordinados con el tiempo suficiente para garantizar así una aceptable concurrencia, son los bautizos, bodas, defunciones y en menor medida los cumpleaños las ocasiones que por lo general facilitan un acercamiento familiar, pero en estos casos las motivaciones carecen del melancólico interés de compartir recuerdos y pasadas vivencias.
Desafortunadamente son éstas últimas coyunturas las que se presentan más a menudo y el presente trabajo intentará reseñar las luces, los claroscuros y las sombras registradas durante la boda de una sobrina-de soltera Denise Estrella Jiménez –que tuvo por escenario un Jardín de boda en Buena Vista, Villa Verde localizado en un lugar de Santiago que en mi niñez era como se dice monte y culebra.
Si en la primavera de nuestras vidas la fresca apariencia de la mayoría de nosotros difiere radicalmente a la de progenitores que nos tocó en suerte, parece existir una ley con muy pocas excepciones según la cual una vez alcanzada la madurez o gerontolescencia adquirimos por fuera y por dentro un notable parecido con nuestros padres
Los detalles y pormenores que serán descritos a continuación no tuvieron necesariamente como fuente a mis parientes sino también a la mayor parte de los asistentes tales como viejas amistades y antiguos allegados que con sus actitudes y el estado de preservación o deterioro de su continente físico también sirvieron de insumos a las siguientes reflexiones.
Aunque la monarquía y la nobleza son instituciones que por su antigüedad despiden un fuerte olor a naftalina y ácido bórico, las mismas tienen un rasgo de inestimable valor para los estudiosos de la herencia: es posible rastrear la aparición, el ocultamiento o la intermitencia de la expresión visual de ciertos caracteres genéticos a través de las generaciones, de las descendencias.
En los Borbones, Windsor y los Saboya por ejemplo es posible que mediante grabados, pinturas, daguerrotipos o fotografías un descendiente actual pueda parangonar su aspecto corporal con el que mostraban sus ascendientes de pasadas centurias, resultándole de particular agrado comprobar la persistencia de la forma de un rostro, de una nariz o de unas cejas en el transcurso del tiempo.
Aunque esta constatación corporal por lo general es muy gratificante, es mucho más regocijante alternar in vivo con familiares y deudos ya que además de observar sus rasgos somáticos podemos sorprender un gesto, un ademán un mohín, un manoteo, una carcajada o un aspaviento que nos remonta a parientes de nuestra particular querencia.
Las seis hijas-incluso la que se casaba – de mi hermana Maritza fallecida en 1981 no sólo exhiben un parecido asombroso con la difunta sino que dos varones revelan una gesticulación, una voz rauca al hablar y un incierto tic al ladear su cabeza, que de inmediato nos retrotraen a su desaparecido padre Luis Cristian Estrella.
Cuánta alegría ver a mi hermana rediviva cada vez que miraba con determinada insistencia a sus muchachas hoy convertidas en rollizas y graciosas mujeres, así como también su primogénito que a sus cincuenta años recién cumplidos, por su sobrepeso, postura al enfatizar y semblante al corroborar un hecho, es la imagen viva de su extinto progenitor.
Al vivir apenas unas décadas, mis hermanos y yo disfrutamos muy poco de la presencia física de mi hermana mayor, y al ser tan alegres los recuerdos sugeridos al pensar en ella, cada vez que tenemos la oportunidad de compartir con sus hijas experimentamos la deliciosa impresión de retroceder una época en que creíamos ser felices.
Suponiendo que la sinceridad sea aun posible debo indicar, que cuando tenemos una sola hermana y es la primogénita las relaciones con el cuñado son al principio siempre difíciles con frecuentes malentendidos y desencuentros que se enconan si juntos convivimos, pero todas esas inconveniencias con el tiempo se fueron desvaneciendo y en la actualidad rememoramos con añoranza su figura así como las canciones de Fernando Valadés y sus conversaciones con Yuyo D' Alessandro que tanto les gustaban.
Paralelamente al goce de ser testigo de estas similitudes a nivel de la parentela, también era manantial de emociones diversas advertir de pasada las mutaciones generadas por el inexorable paso de los años en algunos invitados, y si los más mayores parecíamos muy maltratados ciertos jóvenes acusaban modificaciones no sospechadas cuando estaban en la pubertad o la adolescencia.
Si en la primavera de nuestras vidas la fresca apariencia de la mayoría de nosotros difiere radicalmente a la de progenitores que nos tocó en suerte, parece existir una ley con muy pocas excepciones según la cual una vez alcanzada la madurez o gerontolescencia adquirimos por fuera y por dentro un notable parecido con nuestros padres.
El atavismo que consiste en la reaparición en los nietos de rasgos morfológicos o no inexistentes en los padres pero sí en los abuelos, es otro de los felices descubrimientos que podemos llevar a cabo en estos eventos familiares, particularidad que podría explicar el consentimiento, la condescendencia que muchos abuelos suelen prodigar a los vástagos que más se les parecen en su segunda generación.
En mi adolescencia los hijos fuera del matrimonio o los llamados hijos de crianza eran vistos como portadores de una deshonrosa estigma tanto por sus medios hermanos como por la sociedad de entonces. Por fortuna este insensato prejuicio en los actuales momentos no intoxica las relaciones intrafamiliares, y los hijos naturales son avistados como deslices o desaciertos paternales susceptibles de ser cometidos por cualquiera de los llamados hijos legítimos. Esta antigua segregación hoy no se estila.
Desde luego la consanguinidad, el parentesco sanguíneo tiene un gran poder en el trato entre los componentes de una familia, pero la proximidad constante, el continuo acercamiento es el germen de un sincero y vigoroso afecto, y es por ello que en muchísimas ocasiones los hermanos de crianza han resultado más solidarios y valiosos que los que comparten entre sí genes comunes.
En estos acontecimientos familiares tiene un especial encanto estudiar la evolución en el tiempo de una vocación, una inclinación, un sesgo, en fin de una habilidad percibida cuando nuestros parientes o amistades eran apenas unos mozalbetes, ocurriendo con reiteración que muchas de ellas se han esfumado, otras se han acentuado y para bien o para mal han surgido tendencias no antes vislumbradas.
Es normal que durante la adolescencia muestren los hijos rasgos temperamentales cuya enmienda o estímulo sus progenitores pretendan guiar mediante una correcta educación pero con molestosa ocurrencia se convencen de que sus esperanzas de rectificación son inútiles y que al final las propensiones vocativas se imponen. Las madres en estos casos son más certeras, sabias que los padres.
En el libro clásico titulado El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de 1884, el socialista alemán Friedrich Engels especula sobre las diversas causas que precedieron la aparición de la familia tal y como la conocemos en la actualidad, pero de lo que estoy plenamente seguro es que su sostenimiento, su principal apoyo lo constituye no la pasión sino el amor.
Muchos de los presentes en la boda de marras- incluyendo los familiares- estaban no solo divorciados o separados sino que habían contraído además segundas nupcias, y esta nueva situación me invitaba a pensar que a pesar de sus promesas de eternidad, de perpetuidad, cuando decimos te amaré toda la vida, quien habla no es una persona en particular sino más bien la especie humana como tal.
Al expresar, arrebatados por la pasión, te amo, en realidad no mentimos, no faltamos a la verdad, lo que pasa es que en base a un sentimiento tan efímero como es el amor tomamos una decisión-la de casarnos- que no tiene nada de transitoria. Es según la iglesia católica un enlace para toda la vida, siendo esta insuperable contradicción (lo provisional contra lo perpetuo) lo que fomenta el alejamiento de las parejas.
Como sólo el deseo es deseable y casi nunca satisfacción, contemplaba tanto en algunos miembros de mi parentela como en otros asistentes que ellos no estaban dispuestos a que un capricho pasajero se convirtiera en un lazo fastidioso, pues estaban convencidos de que cuando la relación ha perdido su atractivo sentimental la vida en pareja no es que sea tragedia pero si una auténtica obra de teatro.
Cuando hay desavenencias con ruptura total, los cónyuges de mis sobrinos abandonan por siempre los eventos estrictamente familiares, y aunque sean los padres y las madres de los hijos de ellos los intercambios personales se reducen al mínimo, no siendo excepcionales los casos de un apartamiento definitivo que los relegan a la condición de un proscrito apenas conocido.
En los años 50 y 60 del pasado siglo los padres presumían de los estudios que hacían los hijos, pero los de hoy en día se envanecen más bien por los empleos que desempeñan luego de una breve preparación o adiestramiento. Nada de Ingeniería, Medicina o Arquitectura como enantes, sino ejecución de trabajos que requieren solamente un corto aprendizaje.
Animador profesional en una piscina en Bávaro; guía turístico en las Terrenas o Romana; Asistente de personas en la cuarta edad; pinche de cocina en un resort de Puerto Plata o programador de celulares en Santiago, son tenidos actualmente como ocupaciones sustitutas a las tradicionales reportando casi todas importantes ingresos económicos que alivian el presupuesto familiar y el acceso mundo del consumo.
A las nuevas generaciones les importa poco el pasado y en consecuencia muestran evidente irrespeto a la tradición o cultura de sus ascendientes, actitud ésta que no está bien vista por los adultos con mentalidad conservadora, burguesa pero que en mí despierta reservadas simpatías porque una de las grandes enseñanzas del vivir consiste en preocuparnos del presente o del porvenir arrinconando el pasado para ser usado únicamente para reminiscencias nostálgicas.
Durante la boda noté que hombres y mujeres se parecían más a su época que a su padres, era más profunda la influencia del medio en que desarrollaban sus actividades que la preponderancia de sus genes hereditarios, y esta deformación medioambiental es el mejor indicativo de que la vida es lucha y no hay manera de eludir los compromisos y coordenadas del tiempo que nos tocó vivir.
En el libro clásico titulado El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de 1884, el socialista alemán Friedrich Engels especula sobre las diversas causas que precedieron la aparición de la familia tal y como la conocemos en la actualidad, pero de lo que estoy plenamente seguro es que su sostenimiento, su principal apoyo lo constituye no la pasión sino el amor
No es para nada una hipérbole señalar que los nuevos valores, la permisividad y el repudio a lo acostumbrado característicos a las nuevas generaciones, son corolarios del meteórico progreso de las comunicaciones y el especial de su estadía en los países del norte-Estados Unidos y la Unión Europea principalmente –mientras la población envejeciente local asiste impotente al derribo de barreras y al desplome de los viejos tabúes.
Debido a que desgraciadamente mis ocho sobrinos perdieron aun siendo mozalbetes a su madre (en 1981) y a su padre (2002) han concebido la excelente idea de reunirse con reiterada frecuencia con el objetivo de preservar a como diese lugar la fraternidad familiar y a menudo, en atención a motivaciones múltiples, celebran convites, juntaderas o encuentros tanto aquí como fuera.
Esta especie de reforzamiento de los lazos fraternales incluso ya establecidas sus familias nucleares-esposo/as-me parece una compensación digna y decorosa de sustitución de sus fallecidos progenitores, y desde el momento que supe el motivo que los reunía tan asiduamente inicié una discreta labor de investigación para saber sí es esta la causa real que en el fondo anima a numerosas progenituras a convocar repetidas convivencias.
Debo consignar en este artículo que era la primera vez que asistía a una boda con ceremonial no católico, y en virtud de que en estos casos presto particular oído a las palabras del ministro oficiante, me conturbó las proferidas por el pastor evangélico en el momento en que ponderaba la necesidad del casamiento y la responsabilidades futuras de los nuevos cónyuges.
Parafraseando el capítulo 2 y los versículos 19,21,22 y 23 del Génesis expresó las consabidas historias: "y dijo Jehová Dios: no es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él. Para ello durmió a Adán y tomando una de sus costillas hizo una mujer y la trajo al hombre. Y dijo Adán: la mujer es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. Al final Jehová sentenció: el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer."
Entonces pensé: cómo es posible que Jehová, luego de haber creado al tercer día los vegetales, y al quinto los animales dotando a sus miembros de los dos sexos imprescindibles para asegurar su multiplicación, se olvidara al momento de la creación del hombre-al sexto día- la concepción simultánea de la mujer para atenuar no sólo su soledad sino también garantizar su reproducción.
Esta desidia o descuido del Dios de la Biblia es incomprensible, así como también la oposición de la iglesia de Roma a la ordenación en su seno de las mujeres y a su sexo en general, ya que en esencia la mujer fue según las Sagradas Escrituras concebida a partir de los hombres pues es carne de su carne. Si las autoridades vaticanas dijeran que su antagonismo obedece a que el hombre salió de las manos de Dios y las mujeres no, este argumento sería quizá menos cuestionable.
Para iniciar la finalización de este trabajo no puedo omitir el regocijo, la alegría que me procuró mi sobrino mayor Luisito cuyas divertidas confidencias con respecto a sus hermanas y hermano contribuyeron a que junto a mi hermano José Horacio comprendiéramos e interpretáramos mejor el evento matrimonial que se celebrara, ya que en este caso él representaba un testigo de excepción.
En su ejercicio de franqueza nos hizo un pormenorizado inventario de cada uno de sus familiares desde su nacimiento hasta la hora actual, donde la ironía, el sarcasmo y la mordacidad fueron los actores principales. Después de escucharle he llegado a la conclusión de que toda familia es un ejemplo de heroísmo anónimo y sublime, y que la extensión de que toda la familia es un ejemplo de heroísmo anónimo y sublime, y que la existencia humana es en apariencia una especie de farsa, de comedia con dramáticos intervalos.
Si un encuentro en que participaron solamente siete hermanos, sus familiares y amistades es una generosa fuente para un análisis sociológico y una instrospección psicológica de los participantes, cual no sería el goce y trascendencia que se derivaría de asistir a una reunión como la que realizan en Moca los 32 hijos que procreó Ramón Donato Bencosme y Bencosme con su esposa (5) y sus cinco amantes (27).
Cuanto me placería asistir como observador anónimo a un evento como ése y así conocer de visu los descendientes de este semental cibaeño hijo de Cipriano Bencosme una de las primeras víctimas del Trujillismo triunfante (1930) que a su vez fue asesinado por el dictador en 1957 con apenas 49 años de edad simulando un accidente automovilístico como fue el caso de Ramón Marrero Aristy dos años más tarde.