Por primera vez –que yo sepa- la cúpula del empresariado planta cara al poder político reclamando reglas de juego transparentes, árbitros y jueces independientes para integrar los organismos de fiscalización y los tribunales electorales y judiciales del más alto nivel.
Tremendo reto se han impuesto estos ciudadanos porque su tradición no es la de un sector con conciencia de clase que tiene derechos cívicos y políticos, sino de individualidades o familiaridades que se asocian al poder para compartir ventajas con políticos corruptos, corruptibles y corruptores.
Por eso hemos visto tradicionalmente a los banqueros asistir a las cenas que organiza el principal funcionario gubernamental del área de supervisión para que los magnates “donen” involuntariamente millones para reunir fondos al candidato del partido en el poder, indistintamente en cada elección.
Igual, los empresarios –o sus maletineros- acuden raudos a entregar donaciones en efectivo (a veces en dólares) y en especie (espacios publicitarios sin límite en periódicos impresos y digitales, televisión y radio, confección de afiches, cruza calles, vallas electrónicas y estáticas, locales y otras facilidades) para que los candidatos rellenen a los incautos de falsas promesas y otros elementos capaces de embullarlos para que depositen el voto y le otorguen una patente de corso para “legitimarse” como gobernantes y luego hacer la zafra: corrupción, violación de la ley y “aplicación” de la ley a los enemigos y pendejos, manipulación de la justicia para meterle 30 años de cárcel a un roba plátanos y olvidar los expedientes de mega delincuentes porque son dirigentes políticos del “partido” o de la “oposición” que no se opone a nada ni defiende a nadie.
Los empresarios tienen no solo el derecho de irrumpir como un torrente en el reclamo de reglas claras para que las instituciones funcionen, sino que en este momento ese “programa” que ellos han enarbolado es el camino para evitar un descalabro mayor del sistema político y de la estabilidad democrática.
Para lograr su objetivo los empresarios tienen que estar dispuestos a pagar el precio de su osadía y esa es mi gran duda porque la historia dominicana está poblada de personajillos que se trazan grandiosas metas, pero no están dispuestos a jugarse el pellejo en esa empresa.
¿Van a pasar los empresarios dominicanos que vienen sufragando a los políticos desde el gobierno de Lilís hasta esta mañana a ser contestatarios de un poder que los usa y los golpea a discreción?
¿Van los empresarios dominicanos a renunciar a sacarles comisiones a los funcionarios que las procuran como condición para hacer negocios como han denunciado no hace mucho embajadores acreditados en el país?
¿Renunciarán los empresarios en forma definitiva y real a dar “contribuciones” para la campaña política de los candidatos que huelen a poder?
¿Están dispuestos los empresarios a llevar sus reclamos, una vez sean burlados como es de esperar y ya se escuchan voces en ese tránsito, al plano de la movilización cívica?
Hay más preguntas pero como respaldo la Iniciativa por la Institucionalidad Democrática de la República Dominicana, paro de cuestionar y me acojo a la promesa de que hay un cambio de mentalidad y un reconocimiento de que en un país administrado por reglas y arbitrado por hombres y mujeres honestos e independientes se puede vivir mejor que en un espacio donde los árbitros están comprados y los jueces vendidos.
¡Cuánto me gustaría ver y palpar a un empresariado actuando en forma independiente y militante para que sigan ganando dinero y derechos que ellos mismos han cedido por una herencia trujillista nefasta!
Si su propuesta programática es irrenunciable, en este país puede haber cambios dramáticos para construir una democracia real, no una caricatura donde la gente vota y ni siquiera el voto tiene el valor del ciudadano, sino el que le asigna el gurú que colocan los partidos para que haga de juez evidentemente parcial y hasta descarado, como si eso faltase.
Aquí los espero para ver a qué están dispuestos, señores y señoras empresarias, que hoy nos muestran sus mejores hábitos. ¡No nos defrauden esta vez!