Libia es un pais ubicado en el Maghreb o Norte de África, con un territorio 37 veces el de la República Dominicana, pero con sólo 6.4 millones de habitantes. La mayor parte de su superficie está constituída por desierto, debajo del cual hay grandes yacimientos de petróleo, gas natural y un enorme caudal acuífero con 35 mil kilómetros cúbicos de agua potable. Es la décima reserva de petróleo del mundo con una producción de 1.8 millones de barriles diarios. La mayoría de la población libia es musulmana y tiene una tradición tribal.
El primero de septiembre de 1969, militares dirigidos por un coronel musulmán sunita de origen beduino y abogado de 27 años de edad llamado Muamar el Gadafi derrocaron al Rey Idris I, quien dirigía el país desde su independencia en 1951. Gadafi estuvo inspirado por las ideas tercermundistas y del llamado panarabismo de Gamal Abdel Nasser, un coronel egipcio que también había derrocado a la monarquía de su país.
Una vez en el poder, Gadafi se constituyó en el lider indiscutido del país. Implantó lo el llamó un Estado de las Masas o Yamahiriya. Sobre esta plataforma aplicó medidas significativas, como la nacionalización del petróleo y la reforma agraria. Dedicó gran parte de los recursos económicos obtenidos de los hidrocarburos para desarrollar la educación y el sistema de salud publicos. Prohibió el consumo de alcohol y, desafiando las costumbres islámicas, contribuyó a elevar el papel de la mujer en la sociedad. Como consecuencia de estas y otras medidas de mejoramiento social, Libia llegó a tener la expectativa de vida y nivel de alfabetización más alto en el mundo árabe. La mayoría de las familias libias poseen casa y automóbil. La renta media por habitante es de 12 mil dólares, y la balanza comercial de 27 mil millones de dólares anuales.
Gadafi se autodefinió socialista y anti-imperialista. Cerró dos bases militares que operaban en Libia, una norteamericana y otra inglesa. Dió ayuda material a muchos movimientos revolucionarios y de liberación en África y América Latina. Proporcinó empleo a más de un millón de inmigrantes tercermundistas.
Hasta aquí el perfil del Gadafi nasserista y humanista. Una imagen trasnochada de este personaje, que a través de los años se ha convertido en su propia antítesis.
La trayectoria de Gadafi ha sido errática, inescrupulosa e imprevisible, con giros de un extremo a otro del espectro político encaminados a la perpetuación del poder. Su idea personal de socialismo, plasmada en el famoso ¨Libro Verde¨, es vacua y superficial. Entre sus actos más deleznables están su apoyo militar al déspota Idi Amín Dadá; servir de huesped al psicópata Abul Nidal; la destrucción de los aviones de la Pan Am sobre Rockerbie y de la compañía francesa UTA sobre el desierto de Chad; el atentado a la discoteca La Belle en Berlín; el encarcelamiento de varias enfermeras búlgaras y un médico palestino acusados injustamente de inocular con VIH a niños libios; el fusilamiento sin juicio de cientos de prisioneros procedentes de la ciudad de Bengasi (de acuerdo a Amnistía Internacional); y la entrega de los opositores del déspota Ben Alí, de Túnez, que estaban refugiados en Libia.
Para Gadafi, el vínculo familiar es fuente de derecho. De modo que el nepotismo impera en su gobierno. Sus familiares más cercanos ocupan los puestos más importantes. Su hijo Seif al-Islam Gadafi, quien ha sido nombrado su sucesor, es un arquitecto, pintor y hombre de negocios con un doctorado de la Escuela de Economía de Londres a la que donó 1.5 millones de libras esterlinas para crear un Centro de Estudios para la Democracia. Es un ¨liberal¨ derrochador y playboy, que pagó un millón de dólares a la cantante Mariah Carey para que interpretara cuatro canciones en una de sus fiestas. Otros tres hijos de Gadafi son coroneles del ejercito y muy influyentes en las diferentes instancias del Estado. Su hija Aicha es abogada, licenciada por la Universidad de París VII (René Descartes). Un hijo menor murió recientemente en uno de los bombardeos de la OTAN.
A partir de los años noventa, Gadafi dio un giro político radical, acercándose a los paises de Occidente. Para normalizar las relaciones, reconoció la responsabilidad de Libia (que no la de él) en el atentado del avión de la Pan Am, entregó a los inculpados e indemnizó a los familiares de las víctimas. Erradicó las armas de destrucción masiva que poseía. En un acto de traición, dió los nombres de los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia. Se encargó de los campos de concentración donde están detenidos miles de africanos que intentaban llegar a Europa. Todo lo anterior hizo que Gadafi fuera elogiado por personajes como Aznar, Zapatero, Tony Blair, Berlusconi, Condoleezza Rice, Anthony Giddens y muchos otros.
Entusiasmado, Gadafi pidió que Libia ingresara en el Fondo Monetario Internacional y se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos de la economía como la producción y distribución del petróleo. Se impulsaron privatizaciones de muchas empresas públicas y se eliminaron los subsidios a los productos de primera necesidad. Estas medidas neoliberales conllevaron a la subida de los precios de los alimentos, al aumento del desempleo y el agravamiento de las desigualdades. El costo social que esto supuso para el pueblo Libio creó las condiciones para las eclosiones que desencadenaron la guerra que hoy padece el pueblo libio y de la cual hablaremos mañana.