Nunca me ha gustado escuchar los discursos presidenciales. Solo escuché el primer discurso del Lic. Danilo Medina. Les juro que quedé fascinada. Me dije que por fin llegó a nuestro país alguien que quería trabajar, que vino a servir al pueblo, no a servirse y que entendía que cuatro años serían suficientes.

En ese discurso supe que el Estado no era de un partido, que era para beneficiar al pueblo, puesto que pensaba continuar con todo lo bueno que se había hecho. Tenía la creencia de que cada gobierno no daba continuidad a lo ya comenzado, sino que implementaba sus propios programas, pero Danilo dijo que continuaría lo bueno.

Los discursos de Leonel nunca los escuché, ni los escucho, porque tiene una forma de expresarse que me molesta, no solo el metal de voz, sino la articulación de las palabras, sobre todo cuando llevan eses.

A Hipólito no lo escuchaba, porque con su forma tan rápida de hablar me desesperaba. Jorge Blanco visualmente no me gustaba, por eso tampoco lo escuchaba.

Antonio Guzmán utilizaba mucho las eles, contrario a Balaguer que usaba las erres. Pero aunque no tuve muchos deseos de escuchar a Balaguer, siempre era interesante escucharle, porque no se sabía nunca con lo que iba a salir. Era tan impredecible que en una oportunidad dijo que había que adecentar las letras de los merengues y prohibió, cito: ”A partir de hoy se prohíbe la difusión de los siguientes discos:  El Guardia con el Tolete, no por el guardia, sino por el tolete;  La Gotera de Juana, no por Juana, sino por la gotera;  El Negrito Ahí, no por el negrito, sino por el ahí;  Menéame los Mangos, no por los mangos, sino por el menéame”.

¡Dígame usted! De estar vivo Balaguer cerraría las emisoras, porque las letras de las canciones están llenas de vulgaridad.

Cuando hablo de lo malagradecidos que somos, tengo que mencionar al Señor Gonzalo Castillo cuando dijo que el modelo económico de la República Dominicana es la luz que más brilla en América Latina. Que Danilo es el benefactor, filántropo y mejor presidente de la historia de nuestro país y que es el único que nos garantiza el bienestar, el avance y nos garantiza un futuro seguro.

Somos malagradecidos, porque no valoramos la carretera Bávaro-Uvero Alto-Miches-Sabana de la Mar. La Autopista el Coral, con lo rápido y cómodos que vamos hacia el Este. La carretera Cibao-Sur. La circunvalación La Romana. Circunvalación San Pedro de Macorís. Carretera Norte-Sur, (Corredor Duarte 2). Acueducto Hermanas Mirabal, que no tenían agua.

Una de las obras que dejo para último es Punta Catalina, ya que eso nos resolverá, creo, de por vida, o al menos eso es lo que he oído, la deficiencia de luz que por años venimos arrastrando.

Yo recuerdo que en mi adolescencia, en época de los Doce Años, proyectaban una novela por televisión que se llamaba “El derecho de nacer”. Yo en realidad no la veía, porque nunca me han gustado las telenovelas. Pues bien, recuerdo que en mi pueblo, La Vega, había un toque de queda. Todos esperando la novela y rogándole a Dios que no se fuera la luz. Mi hermana y mis vecinas salían juyendo, no importaba hacia donde, en donde vieran una luz, ahí se detenían a ver su novela. De eso hace mucho tiempo. Entonces, si tenemos ya solucionado el problema de la luz por muchos años, por lo menos los que me quedan de vida, ya sé que no tendremos que preocuparnos ni de velas, lámparas, inversores, ni plantas eléctricas, ¿por qué cuestionar tanto la construcción de esta planta?

¿Acaso cuestionan los niños cuánto gastaron sus padres al celebrarles un cumpleaños? ¿Cuándo un niño se ha interesado si tuvieron que hacer un esfuerzo sobrehumano, coger prestado a un alto interés y hasta pedir para que su fiesta le quede tal como ellos se propusieron? Por eso no veo la razón de tanta algarabía por todas esas construcciones.  Todos debemos quedarnos callados, no reclamar, puesto que Danilo en una entrevista dijo “¿Cuál corrupción?”  “¿De qué corrupción usted me habla?”

No queremos admitir que se erradicó el analfabetismo, aunque vi un cartel en el que el presidente estaba en una visita sorpresa que decía “aquí no ai agua”.

También debemos agradecer que no tenemos pobreza, ya que  fue erradicada e incluso debiéramos darle la fórmula a La Argentina que tiene 45 millones y alguito más de habitantes y tiene 15.3 millones de pobres y 1.8 millones de indigentes que no tienen absolutamente nada para comer.

Si ya no tenemos pobres, ¿por qué quejarnos? Si estamos tan bien, ¿por qué pelear por Constitución? ¿Por qué mejor no dejamos todo como está? Ni Congreso, ni elecciones, ni nada y…

¡Qué siga el entierro y qué viva la democracia!