Las pasadas elecciones dejaron evidenciada la gran división política que subyace en Estados Unidos, polarización que, sin ser nueva, mostró en esta coyuntura, la gran diferencia entre dos visiones muy distintas sobre el futuro de ese país. En lo externo, la política exterior bajo la presidencia de Donald Trump tuvo repercusiones en todo el mundo reconfigurando incluso el estilo de la comunicación diplomática con su visión transaccional y personalista. Joe Biden ha prometido regresar al multilateralismo y la previsibilidad. ¿Cuáles son las enseñanzas que deja el proceso electoral pasado? ¿Cuál es la visión de la política exterior de Biden y qué consecuencias puede tener para Estados Unidos y el resto mundo?   

SIGNIFICADO INTERNO DEL TRIUNFO DE BIDEN 

Las pasadas elecciones estadounidenses dejaron evidenciada la gran división política entre el campo y la ciudad. El presidente electo, el demócrata Joseph Robinette Biden Jr., ganó las elecciones al recibir el apoyo de las grandes urbes y sus suburbios. Mientras que el actual presidente y candidato a la reelección derrotado, el republicano Donald Trump fue apoyado básicamente por las zonas rurales, los pueblos y ciudades pequeñas.  

Si bien, la polarización no es algo nuevo en la historia electoral de Estados Unidos, la presente fractura muestra la gran diferencia entre dos visiones muy distintas sobre el futuro de aquel país. Las elecciones dejaron ver la guerra cultural que se desarrolla dentro de Estados Unidos, en que las zonas más blancas y conservadoras se oponen a las regiones metropolitanas, donde hay más aceptación a la diversidad de género y donde el racismo es condenado.  

De acuerdo con el economista y profesor de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik, la inseguridad económica ha desencadenado o agravado las divisiones culturales y raciales. Esto quiere decir que las posibilidades de acercamientos entre ambos bandos son muy reducidas mientras no se profundicen más las transformaciones socioeconómicas.   

BIDEN Y EL RETORNO DE LAS ALIANZAS  

La visión de Joe Biden sobre el mundo, es más cercana con los intereses y el papel tradicional de Estados Unidos, sostenido en las instituciones internacionales que fueron establecidas tras la Segunda Guerra Mundial y que se sostiene en valores democráticos occidentales compartidos, donde Estados Unidos lidera a las naciones libres en la lucha contra las amenazas transnacionales. 

Volver al sistema de alianzas es una promesa de Biden, en lo que respecta a los países de la Unión Europea, y en Asia, que países como Japón y Corea del Sur fueron ignorados por Trump. De esta manera pretendería reconstruir una alianza de países liberales y democráticos en contra de los regímenes autoritarios y redefinir las relaciones con aliados que han mostrado comportamientos cuestionables en el apartado derechos humanos, como Arabia Saudita en la guerra civil en Yemen. 

INICIATIVAS QUE CAMBIARAN CON BIDEN  

Entre las cosas que cambiarán podríamos citar la cooperación internacional sobre cuestiones como la lucha contra el coronavirus SarS-CoV-2 con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la lucha contra el cambio climático, retomando el acuerdo de Paris, un cambio en la política migratoria hacia Latinoamérica es casi seguro. Con Rusia, podrá avanzar hacia la limitación de las armas estratégicas, tomando en consideración que Biden prestará juramento algunas semanas antes de que expire en febrero el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START III) de 2010. También la creación de reglas económicas globales más justas a través de la cooperación con China y con Irán, la cooperación puede ayudar a luchar contra la proliferación nuclear.  

INICIATIVAS QUE BIDEN NO PODRÁ CAMBIAR  

La política exterior de Biden tendrá que enfrentarse a desafíos con soluciones no tan sencillas en iniciativas que deberán ser continuadas por la misma situación a lo interno de Estados Unidos y por las características que en la actualidad exhibe el sistema internacional. 

Una de las iniciativas que difícilmente varíe es la política de reducción de intervenciones militares en el extranjero puesta en marcha por Trump (retiro progresivo de las tropas de Afganistán e Irak). Tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata tienen consenso sobre estas “guerras eternas” que consideran inútiles e imposibles de ganar. 

En cuanto a China, es muy poco lo que Biden puede variar pues también hay un consenso en los dos partidos sobre esta como un competidor que hay que contener por su pretendida actitud de llevar a efecto practicas económicas abusivas y desleales en los apartados comercial y monetario. 

Podrá variar el estilo comunicacional en la relación cooperativa con Europa. Pero, la petición de contribuir más directamente a la seguridad internacional, aumentando el gasto militar de defensa en proporción al Producto Interno Bruto (PIB) en los países de la Alianza Atlántica (OTAN) no podrá cambiarse, lo que podrá generar algunos malos momentos. 

El embargo a Cuba difícilmente variará, pero es probable un posible descongelamiento de las relaciones. En temas como el proceso de paz en Colombia y las tensiones con Venezuela una mirada más estructural y sensible es posible.   

A LO QUE SE ENFRENTARÁ LA POLÍTICA EXTERIOR DE BIDEN 

A pesar de la inclinación liberal y formación de Biden que lo alejan del aislacionismo y de la imprevisibilidad, él está obligado a no olvidar que la sociedad estadounidense se muestra convencida de que antes que invertir sus recursos en la gestión de la política internacional, deberían resolverse problemas internos graves como educación, desarrollo tecnológico y la modernización de las instituciones. 

La política exterior de la presidencia de Biden tendrá que enfrentar una serie de obstáculos que harán necesaria pericia y mucha imaginación. Tiene que contener a China y a la vez cooperar con ella. Tiene que reconstruir la confianza con los aliados, pero al mismo tiempo pedirle mayor compromiso con la seguridad internacional, sin dudas que, en el caso de Oriente Medio, esto conllevará retirar el apoyo a políticas intervencionistas como las de Arabia Saudita.  

La idea de construir un frente de países democráticos para contrarrestar a países autocráticos no es mala en sí, pero es necesario evitar la retórica tipo Guerra Fría. Pues, en el actual mundo multipolar que se basa en la competición entre potencias, es difícil pensar en imponer por la fuerza valores, no importa que sean justos o legítimos. Más que una política de proclamas y condenas morales, la contención y la búsqueda de un equilibrio de poder por necesidad serán instrumentos más efectivos.