Antes de referirme a los Del Monte que se destacaron en otros lugares del Caribe Insular, terminaré refiriéndome a otro de los grandes de esa estirpe que permaneció en la recién nacida República Dominicana. Se trata de Félix María Del Monte y Fernández de Castro (1819-1899) quien, además de recio intelectual, intervino activamente en las luchas independentistas, Y quien ha sido considerado, junto a Francisco Javier Angulo Guridi, como los dos grandes forjadores de la literatura dominicana del siglo XIX.
Félix María Del Monte dejó un poema narrativo célebre en su tiempo: Las Vírgenes de Galindo, episodio de la ocupación haitiana de 1822. De su obra se destaca, además, la letra del primer Himno Nacional Dominicano (1844) que, según algunas versiones, fuera descontinuado por sus fuertes expresiones contra los haitianos. Fue el primero en obtener el título de abogado en el período republicano (1845), formó parte activa de la sociedad secreta independentista La Trinitaria, y participó en los acontecimientos de la Puerta del Conde, durante la gesta del 27 de febrero de 1844.
Con el Tratado de Basilea (1795), mediante el cual Carlos IV cede a Francia la parte española de la Isla, y pocos años después, con la insurrección de los negros haitianos, un buen número de familias se trasladó a Cuba, Puerto Rico y Venezuela, donde encontró tierra fértil para desarrollarse.
Es así, como los Del Monte de Santo Domingo, Santiago, y otras provincias dominicanas, que echaron raíces en los países hermanos, se integraron a sus respectivas sociedades. Cuba, país próspero ya, recibe, con orgullo, el núcleo principal de esos inmigrantes.
Manuel de la Cruz, crítico cubano, refiere que “aquellos hijos de la vecina isla de Santo Domingo que emigraron a nuestra patria en las postrimerías del siglo XVIII, dieron un grandísimo impulso al desarrollo de la cultura cubana, siendo para algunas comarcas verdaderos civilizadores”.
De los primeros, y de los segundos, en llegar a esta tierra surgió una pléyade de intelectuales que sobresalió, tanto en la política, la milicia, y la jurisprudencia, como en las letras. Siendo estas últimas donde hemos encontrado una mayor cantidad exponencial, de las que narraré algunos detalles de la vida y milagros de los más destacados.
En una última parte habré de referirme a toda una pléyade de dominicanos, al igual que de inmigrantes dominicanos nacionalizados cubanos, correspondientes al apellido Del Monte, que hicieron en Cuba lo que hubieran podido hacer en su patria nativa, de esta no haber sido víctima de la desastrosa política de Carlos IV, al igual que de las imperdonables acciones cometidas por el yugo invasor haitiano.