“De tal Palo tal Astilla” reza un sabio refrán popular, cuyo significado expresa que normalmente la descendencia tiende a heredar los rasgos físicos o las cualidades intelectuales del padre, en cualquier profesión, oficio o actividad.
Es así, como una apreciable cantidad de descendientes de los Del Monte, tanto de los asentados en La Española, desde finales del siglo XVI, como es el caso de Pedro Pavón Del Monte Pichardo, oriundo de Jerez, España, hijo de Juan De Almonte Pichardo, correo mayor del rey Felipe II, que muere en Madrid en 1616, quien fuera el primero de los Del Monte en llegar a nuestra isla, y de aquí a Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos, entre otros países de América. Se destacaron como intelectuales, y profesionales en diferentes ramas del saber (derecho, ciencias sociales, literatura, política, y milicia), son algunas en las que más se destacaron.
En 1582 Pedro Pavón Del Monte Pichardo era alcalde ordinario de Puerto Plata. Contrajo matrimonio en la ciudad de Santiago de los Caballeros con María González, y de ese enlace nacieron Domingo y Antonio Del Monte Pichardo. Uno de los dos hermanos, Domingo aparece en el censo de 1606 ejerciendo el cargo de oficial de la Real Hacienda, en el primer Santiago de América.
Un hijo de Domingo Del Monte Pichardo caso con Luisa Mena y De San Miguel, y procreó, entre otros, a Francisco Del Monte Pichardo Bravo y Mena De San Miguel, quien fue capitán de una de las compañías del tercio de la ciudad de Santiago de los Caballero. En 1655 llegó a Santo Domingo para defender la ciudad de la armada inglesa comandada por el almirante William Penn, y el general Venables.
La descendencia de Pedro Pabón Del Monte Pichardo. Pionero de los Del Monte en llegar a La Española, y quien permaneció en la Isla por el resto de su vida, produjo una vasta descendencia, que dio excelentes frutos a la colonia española de Santo Domingo, como a la República Dominicana, y territorios vecinos.
José Del Monte Pichardo Bravo y Villafana, hijo del capitán Francisco Del Monte Pichardo, quien caso con Juana Tapia Fernández de Castro, tuvo por hijo a José Del Monte Fernández de Castro, quien se graduó de abogado.
Saltando los años, nos encontramos con Jesús Del Monte De Lara Camejo(1824-1897), autor de comedias, matemático y músico. Y anteriormente, capitán de milicias de la primera compañía de infantería de Santiago, Antonio Del Monte y Medrano caso con Ana Tejada y Del Monte, y tuvieron dos hijos, María de La Altagracia y Antonio Del Monte y Tejada.
De este descendiente de los Del Monte dominicanos debo enfatizar, que nació en Santiago de los Caballeros en 1783, estudió en la Universidad de Santo Tomas, en Santo Domingo, recibiéndose de bachiller en leyes en 1800. En 1805 ejerció de abogado en Camagüey, Cuba. En 1811 se traslada a La Habana, donde su tío Leonardo Del Monte Medrano era teniente de gobernador. Ocupó la posición de decano del cuerpo de abogados de Cuba.
Antonio Del Monte y Tejada se caracterizó por poseer una inteligencia brillante. A los 10 años aprendió francés y latín, a los 20 se graduó de abogado, y a los 21 se alistó como voluntario para combatir las huestes invasoras haitianas.
En 1805, en medio de brutales acciones de parte de Dessalines, se inicia otro éxodo de las principales familias a Cuba y Venezuela. Del Monte y Tejada partió en barco, desde Puerto Plata hacia Cuba. En 1811 pasó de Santiago de Cuba a La Habana, llamado por su tío, el abogado Leonardo Del Monte Aponte, para que lo asesorara en los importantes cargos que desempeñaba de asesor del gobierno y del Tribunal de Comercio.
En 1816 se retiró a su hacienda, y en su paraje se dedicó a escribir su “Historia de Santo Domingo”, primera en su género sobre nuestro país. A este ilustre santiagués, que fuera letrado, pensador, jurisconsulto, soldado, historiador, periodista, y enemigo del invasor haitiano, le cabe la gloria de haber iniciado la idea de erigir un monumento a la memoria del Descubridor de América, y fundador de La Isabela, primera ciudad erigida por los españoles en el Nuevo Mundo.
Su muerte lo sorprendió en La Habana, Cuba, un 19 de diciembre de 1861. Meses después de consumarse la anexión a España. Sus restos fueron trasladados, simbólicamente, al Panteón Nacional de República Dominicana, su querida patria, a la que no pudo volver.
De este ilustre hijo de Quisqueya debo repetir lo que he sostenido en varias ocasiones, consistente en la necesidad de repatriar sus restos mortales desde La Habana, Cuba, donde se encuentran, para ser exhumados en el nicho que se encuentra en el Panteón Nacional.