Rondábamos los veinte años y todavía eran posibles las utopías.  La Universidad era un mundo aparte.  Estaban los movimientos estudiantiles, el MCU y la Extensión Cultural. Allí nos olvidábamos de los conflictos del barrio y apostábamos a que un día seríamos profesionales, escritores, hombres de criterio. Eran los albores de los ochenta, y se formó el Taller Literario “César Vallejo”.  Llegué solicitando  membrecía.

Llegaron otros. En ese entonces, era necesario y justo mantener una  educación superior, crítica, de masas, popular. Algunos de esos muchachos que estudiaron con la beca de noventa pesos que otorgaba el Taller, compraron sus primeros libros con un crédito del Economato y comieron con un carnet del Comedor Universitario, hoy tienen propuestas que de haberse aplicado en su época los habría dejado fuera, sin oportunidad de formarse en una institución  abierta. Éramos los muchachos del Taller.

Pasado el tiempo, los sistemas educativos públicos en Latinoamérica se han orientado a la  fabricación de recursos humanos  para el sector privado, asumiendo que con ello contribuye al desarrollo de las naciones; y nosotros, los de entonces ya no somos los mismos. El gran mal –de todos los males de la Universidad –es que sus propios hijos la devoran. No es sólo la postura a-critica, el asalto interno, sino también  el ataque abierto como negación y borradura de su origen.  Y no hay  país que pueda alcanzar sus objetivos de desarrollo sin producir conciencia crítica y sujetos que  piensen de forma innovadora.

Todavía reza entre los ítems de la misión uasdiana aquello de formar sujetos críticos. Recuperar hoy esa misión como eje transversal de la educación pública superior, es perentorio para los planes de desarrollo sostenible. La ley  1-12 sobre Estrategia de Desarrollo Sostenible, propone como uno de sus ejes de calidad, la educación en sentido amplio. Proyecta  “implantar y garantizar un sistema educativo nacional de calidad, que capacite para el aprendizaje continuo a lo largo de la vida, propicie  el desarrollo humano y un ejercicio progresivo de ciudadanía responsable, en el marco de valores morales y principios éticos consistentes con el desarrollo sostenible y la equidad de género”.

¿Cómo se pretende lograr un sujeto en aprendizaje continuo sin la participación en el proceso de la Universidad del Estado? Es de Perogrullo que un aprendizaje continuo que desemboque en ciudadanía responsable, involucre estudios superiores  orientados no solamente a la formación de obreros especializados o, en el peor de los casos, titulados sin empleo, sino en la formación del liderazgo nacional, del saber crítico y las ideas germinales

La estrategia de “Tiempo fuera” para la Academia estatal, no es cónsona con las políticas de apoyo a la educación que ha impulsado este gobierno, si asumimos que el 75% de la población estudiantil de las escuelas públicas termina matriculado en la UASD. Esa población, para encontrar mejoras en el manejo de la lengua, el pensamiento y las pericias discursivas que lo conviertan en agente del desarrollo, necesitan de una visión más allá de la curva de la educación básica. El estado y la UASD deben marchar juntos en tales objetivos.

El argumento de que no se debe financiar la educación superior, es válido en países donde la tasa promedio de ingresos supera con mucho a la nuestra, y el costo de una carrera se agrega a la canasta familiar.  Pero aun en las universidades costosas y con altos niveles de exigencia funcionan programas de becas para estudiantes brillantes que no pueden acceder por razones económicas, lo que destruye todo discurso sobre el supuesto paternalismo de la educación superior pública.

Lo irónico de estos es que en la mayoría de los casos somos nosotros, los de entonces, que argüimos propuestas que habrían tapiado nuestras propias posibilidades. Líderes hoy de diferentes sectores que han padecido de amnesia selectiva,  olvidando que su promoción social comenzó en las aulas de la UASD, en el Comedor Universitario y  en los planes de ayuda que con el magro presupuesto esta Academia ha mantenido. Falsos principios, al menos en nuestros sueños deben asaltarnos esos episodios reprimidos de nuestros orígenes.

El más reciente de los múltiples ataques a la Universidad del Estado, ha provenido del sector empresarial. EDUCA ha sido coherente y transparente en cuestionar el presupuesto para la educación pública superior. Lo ha hecho sin tapujos. Ese dinero, es obvio en su discurso, “debe ir a las universidades privadas”. Oh paradoja, lo dijo,   uno de nosotros, los de entonces: miembro de la UPA, tallerista y beneficiario de este sistema de educación superior pública.

La relación presupuesto calidad docente, obliga a una mirada a las subvenciones del gobierno al sector privado, el pago de las matrículas y las deficiencias evidentes de sus productos. El presupuesto de la UASD debe ser canalizado, vigilado,  especializado, priorizado, ajustado al plan nacional de desarrollo,  jamás negado. La Universidad Autónoma de Santo Domingo es una entidad de todos los miembros de este estado; alberga una matrícula de cerca del 50% de la población estudiantil nacional. El punto más alto del PIB  para la educación superior fue en 1998,  cuando alcanzó  0.53%.

Pero nosotros los de entonces: ex-presidentes, funcionarios de alto nivel público y privado, pensadores, políticos y profesionales de todas las áreas, abandonamos a su suerte la institución sin la cual no existiríamos. Marchamos contra el presupuesto que una vez nos dio ambos panes.