Primero, ustedes han fracasado. Todo lo que se ha hecho, desde columnas de opinión, reportajes de investigación y protestas a pie de calle, todo eso se ha disuelto como niebla de la mañana al salir completamente el sol.

El movimiento antipeledeista no tiene tracción. Es un carro con neumáticos lisos que es resbaladizo en la pista y frecuentemente se sale del camino.

Bosch dijo que el pueblo dominicano es sabio, porque conoce al cojo sentado. Ese pueblo ha tomado la seña a los desafectos al peledeísmo y ha visto que, si bien pueden ser ciertas sus acusaciones, tales acusadores no son sinceros en sus fines y por tanto no merecen ser seguidos.

El club de los antipeledeistas es tan pequeño que ellos se conocen todos entre sí. Se trata de una pequeña comunidad—con una muy alta voz—que funciona a medio camino entre el ghetto y el vecindario pequeño donde, repito, todos se conocen.

Esta gente que no quiere saber del peledeísmo gobernante no puede triunfar en sus objetivos ni ser convincente en lo que hacen, pues, repito, carecen de sinceridad y de autenticidad y se les nota.

Ellos mismos, los antipeledeistas, ahogarán toda voz brillante y realmente convincente entre ellos, solamente por meros celos y puro cainismo, tal es su fibra primitiva y salvaje. Me alegro que sea así, porque a nada bueno nos puede llevar un antipeledeísmo que a pie de calle termina no diferenciándose de un puro perremeismo.

Y ciertamente quien escribe también critica al peledeísmo en ocasiones, pero tales críticas son antecedidas por la convicción de este autor de que toda vez que el peledeísmo ha acudido a elecciones, durante los últimos veinte años, el peledeísmo no ha sido ni un buen, ni un mal camino; ha sido el único camino para la familia dominicana. De eso estoy convencido.