Septiembre representa un mes de contrastes en mi vida: formalmente cumplo años en su final, lo cual debe representar alegría para todo ser humano, porque lograr un año más de existencia compartida con amigos a quienes se quiere por la complementariedad existente, llena de regocijo. Septiembre es el término de una estación que para el trópico es sinónimo de intenso calor, pero también representa contacto con las demás personas, porque la gente tiene que salir de su casa buscando frescura, y termina por llenarse de gozo y emociones. El verano es casi universal para vacaciones, jolgorio y vida libre.

Pero septiembre da paso al otoño, o sea, a la preparación de las plantas y la fauna en transición al invierno, donde la naturaleza luce su hermosura con un ocasional vestido. Por suerte, nuestro país no tiene una definición tan tajante de las estaciones, a menos que sea cuando escuchemos a Vivaldi en su genial descripción de las cuatro estaciones. Septiembre tiene esos contrastes que bien se pueden vivir y hoy recordar con la película de igual nombre de Woody Allen: amor y odio, pasión y nostalgia, vivacidad y decaimiento.

Estos contrastes también se expresan en las relaciones humanas, en las amistades, en el amor y en la vida en general. Por mala suerte, los seres humanos no podemos controlar los contrastes de la vida y la naturaleza, solo podemos vivirlos. A veces nos hacemos conscientes de ellos y vivimos cada uno de los que se nos presentan; hay otros que nos marcan y los llevamos dentro como una cicatriz en el alma.

Septiembre marcó mi vida en particular, así como las de otros amigos. Un contraste que nos obliga al retorno de recuerdos, de disfrutes y de afectos recíprocos; de apoyo desinteresado de un gran hombre para que creciéramos y actuáramos apegados a la ética profesional y a la general, a los buenos valores, a la total solidaridad.

Septiembre nos robó a un ser humano fraternal, humilde, brillante  y desinteresado; un  educador comprometido con las mejores causas de la sociedad. Nunca fue estridente, ni arrogante, siempre se creyó y murió pensando que era un simple ser humano, aunque quienes lo tratamos sabíamos que era un ser excepcional. Un Ser humano de ese calibre aparece pocas veces en una sociedad como la nuestra, donde la arrogancia, los intereses espurios, la poca ética y el endiosamiento de valores alejados de las verdaderas necesidades humanas son los que imperan.

¡Septiembre se nos llevó a Franc Báez! (1) Un ser humano excelso, sincero y franco, aunque él hubiese dicho que esos epítetos eran inmerecidos. Un hombre que supo ser un verdadero mentor y hermano para muchos de nosotros que tuvimos el honor y la suerte de ser sus alumnos. Él nos dio el privilegio de ser sus amigos y a algunos nos dio la honra de considerarnos como sus hermanos menores.

Este 23 septiembre se cumplieron cuatro años de la desaparición física de Franc. Su partida nos entristeció y sigue entristeciéndonos a quienes lo recordamos con devoción, respeto, gratitud y admiración infinita.

Para mí septiembre tiene dos contrates: poder celebrar un año más de vida formal y llorar otro año más la pérdida de Franc, la cual no se podrá recuperar, porque la naturaleza no devuelve lo tomado. Solo me quedan sus recuerdos, las buenas enseñanzas y su papel de hermano mayor que siempre tuvo para conmigo.  Sus enseñanzas trato de seguirlas en la medida de lo posible, porque fueron y son fuentes de sabiduría. Pocos tuvimos el privilegio de que un ser tan extraordinario estuviera pendiente de nosotros.

¡Septiembre, eres un mes de contrastes! Te llevas el verano y también te llevaste a Franc, un gran hombre. Por el resto de mi vida cada septiembre tendrá este contraste.

Nota

  1. Para conocer el legado que dejó Franc Báez a la sociología dominicana leer el siguiente artículo: http://revista.global/tras-las-huellas-de-franc-baez-evertsz/