Hace algunos años, presentabábamos un libro en el Centro Cultural de España, la misma noche que José Saramago presenta otro libro en el Banco Central. Fue terrible la coincidencia, tomando en cuenta que ante semejante única oportunidad, la mayoría de la gente se iría para donde el portugués. Yo pensaba sólo contar con un par de locos amigos, etc. Sin embargo, fue lo contrario. La noche fue inaugurada y coronada por las palabras de Ricardo Ramón Jarnes, un andaluz (creo yo, por la sangre que tenía), que removió el país cultural dominicano. Ricardo Ramón decía: "Aunque Saramago esté del otro lado, aquí estamos los amigos de Miguelín".
Mañana viernes pasará algo parecido aunque un tanto distinto: al tiempo que presentemos los primeros siete tomos de las Obras Completas de Pedro Henríquez Ureña, a la misma hora y a unos cuantos metros, el escritor César Aira estará haciendo delicias, seguramente. Escribo "un tanto distinto" por una ligera diferencia en relación a la noche con Saramago: esta vez pudo haber sido programado evitar tanto shock, tanto "exceso cultural", tanta sobredosis de actividades que al final se diluyen y nos dejan a todos la sensación de orfandad, porque los excesos de los días de la Feria contrastan con los once meses y dos semanas de vacío, de sequía, de tierras arrasadas sin libros, sin pensamientos, sólo con espectáculos. Ojalá y las nuevas autoridades de Cultura no sigan en el futuro repitiendo los gravísimos errores de las antiguas autoridades de Cultura: ese exceso de representación, como si en dos semanas tuviésemos que botar la bola, bola que once meses y dos semanas después se queda enterrada, oxidándose.