Es preocupante observar desde el punto de vista del desarrollo del país, que el tema relativo al uso racional de energía sea casi siempre tomado en cuenta, en momentos cuando se presentan crisis del petróleo, o cuando la escalada alcista del crudo en mercados internacionales sale de los parámetros previsibles; conociendo todos el carácter transversal de los combustibles para la economía y la seguridad nacional.

En economías como la dominicana, las alzas de los precios del petróleo contribuyen al aumento de la inflación y reducen el crecimiento del PIB real. Por tal razón, se hace necesario crear conciencia de nuestra pobreza energética, como resultado del evidente derroche de combustibles en el transporte y en el uso de la electricidad.

Se hace necesario llevar a cabo acciones de eficiencia en el uso de combustibles de mediano y largo plazo que toquen aspectos normativos y de cambio cultural, de forma tal que permita a la sociedad dominicana transitar el camino de la independencia energética.

La inclusión del gas natural en el transporte (aunque importado y de origen fósil) es una acción muy importante en la búsqueda de combustibles sustitutos más limpios y económicos que los derivados del petróleo para uso en el transporte.

Usar racionalmente los combustibles debe convertirse en algo más que palabras

La visión energética del país debe ser la de desarrollar un mercado de combustibles con un porcentaje importante basado en fuentes autóctonas. Para ello, es necesario declarar como prioridad nacional la seria exploración de los posibles yacimientos de petróleo en el país, así como la explotación consciente y sistemática de los biocombustibles para la sustitución parcial y gradual de la gasolina y el gasoil como principales combustibles en el transporte.

El dilema sobre la producción de biocombustibles versus la seguridad alimentaria es algo particular a cada economía. En el caso de la República Dominicana, podemos muy bien desarrollar la agroindustria de la energía aplicando una política coherente y focalizada de siembra de caña de azúcar para la producción de etanol, o de oleaginosas para biodiesel, de suerte tal, que realicemos las mezclas correspondientes que requiere el parque vehicular.

De esta manera reduciríamos considerablemente el impacto negativo para la economía nacional de los altos precios del petróleo.

Paralelamente al uso de fuentes autóctonas de combustibles, deben propiciarse cursos especializados en manejo eficiente tanto para conductores del sector público como privado.

La sincronización e instalación de un sistema de semaforización eficiente. Así como la renovación gradual del parque vehicular, restringiendo la importación de vehículos obsoletos e ineficientes, y aquellos de alto cilindraje y consumo por períodos determinados.

Todo lo anteriormente expresado debe ir coherentemente acompañado por la aplicación de una política de precios transparente y apegada a la ley por parte del gobierno, así como la estampa de un sector gubernamental cuya acción paradigmática de eficiencia nos contagie a todos.

Usar racionalmente los combustibles debe convertirse en algo más que palabras. Ha de ser la transformación de una necesidad en una cultura, y como sabemos que las culturas no se construyen con acciones precipitadas e inmediatistas, iniciemos hoy mismo nuestro camino hacia la independencia energética integrando a la canasta de combustible todas las alternativas posibles.