Los directores y equipos de gestión de centros educativos están preocupados con la situación que enfrentan en estos momentos. Ya de por sí es difícil manejar los compromisos y responsabilidades económicas, fiscales y de personal o la incertidumbre sobre la continuación del año escolar. Han asumido el reto de hacer todo lo que puedan para apoyar el proceso de enseñanza y aprendizaje de la mejor manera posible, sin necesariamente haber estado preparados para realizar su labor en modalidad totalmente virtual o de forma remota. Y para colmo también tienen que batallar con padres que se quejan o que cuestionan el trabajo que realizan, hasta demandando en algunos casos que no se les cobre por el hecho de estar estudiando en la casa, asumiendo que estudiar desde la casa significa que el docente no está dando su clase. Y es todo lo contrario, pues incluso se trabaja más al tener que planificar y evaluar de manera distinta, tratando de atender a las necesidades que se van presentando.

Es una realidad que la mayoría de los padres no son educadores ni cuentan con conocimientos, habilidades o herramientas para abarcar el currículo escolar en las casas de manera efectiva. Tampoco esta es la idea. También es una realidad que no necesariamente tienen el espacio adecuado en sus casas ni el tiempo para acompañar a sus hijos. En algunos casos han perdido sus trabajos o han disminuido sus ingresos. En fin, son muchas las situaciones que interfieren con este proceso. Pero no por esto deben atacar o perjudicar a las instituciones educativas, las cuales están haciendo un gran esfuerzo por dar continuidad al aprendizaje.

Los centros también están enfrentando sus propios desafíos. Equipos de gestión y docentes se han entregado en cuerpo y alma, aprendiendo a utilizar nuevas plataformas y aplicaciones que no dominaban antes. Han grabado videos y están planificando a partir de las necesidades que han surgido, intentando lograr que la experiencia educativa sea significativa con lo que tienen de la mejor manera posible. Pero no pueden solos. Necesitan el apoyo y participación de los padres y madres, quienes cumplen un rol fundamental, sobre todo en estos momentos.

Hay que ver las dos caras de la moneda. De un lado está el centro y del otro cada familia con su realidad. Independientemente del cambio que se ha dado en la forma de enseñar y aprender, los centros mantienen sus compromisos y responsabilidades fiscales y económicas, así como con su personal. Pero, sobre todo, tienen la gran responsabilidad de garantizar el derecho a una educación de calidad de cada uno de sus estudiantes. Muchos han tomado medidas que benefician a las familias, pero no pueden detener su funcionamiento. Si esto no lo comprenden los padres, lo ignoran o continúan su ataque, algunos de estos centros podrían verse obligados a prescindir de su personal, a disminuir la calidad o incluso a cerrar. Las consecuencias serían peores para todos. 

Muchos padres utilizan distintos medios para quejarse o expresarse de manera inadecuada ante la realidad que viven en sus hogares, culpando a los colegios. Lo que no saben es que a quienes más perjudican es a sus propios hijos. En vez de dedicar tanto esfuerzo y energía en comentarios negativos o en cuestionar las decisiones que toman los centros y equipos docentes o de hacer el intento de no pagar por el servicio, pensemos en formas de cómo lograr la continuidad del aprendizaje de nuestros hijos, interesándonos en sus actividades, promoviendo el aprendizaje en todo momento, aprovechando las tareas del hogar y la situación que vivimos para desarrollar las competencias necesarias para la vida. Toda experiencia puede convertirse en una excelente oportunidad para educarse y aplicar nuevos conocimientos. Estamos llamados a adaptarnos y ser creativos, no a darnos por vencidos.

Si los centros no cuentan con el apoyo de los propios padres que reciben sus servicios, ¿quién podrá defenderlos? Es momento de unirse y colaborar, de usar los canales apropiados y escoger las palabras adecuadas, de buscar soluciones conjuntas que no atenten contra el desarrollo y aprendizaje de nuestros niños y jóvenes ni afecten negativamente a ninguna de las partes. Es injusto que la balanza se incline hacia un solo lado.

No estoy diciendo que es fácil, pero la pandemia no es culpa de nadie. Estamos todos enfrentando muchos retos y nuestros hijos nos necesitan presentes con buena actitud y como aliados, no enemigos, del centro educativo. Solo así saldremos adelante.