En la cultura popular podemos encontrar a dos mujeres que no se dejaron de sus respectivos «cariñitos». A Teodorita y a Teresa, el maltrato recibido no las orilló al silencio, al perdón o al olvido. Por el contrario, lo suyo fue un desquite total, que les permitió llegar a un estado pleno, casi, casi como el nirvana: la viudez. Teodora es el personaje estelar del corrido La entalladita, mientras que María Teresa de Landa Ríos, fue la primera reina de belleza de México, concurso que ganó en 1928.

Teodorita recibe un día sí y otro también, reproches de su futuro esposo por no vestirse como él quisiera, es decir, con faldas que le tapen hasta el huesito del tobillo. Ella, inocente y coqueta, le responde que no tiene la culpa de haber nacido bonita y continúa poniéndose lo que le da la gana. Por su parte, María Teresa la tiene peor, su marido la cela tanto que ni el periódico le deja leer, qué importa si ha ido a la escuela, a la Normal primero y a la de Odontología después.

Al parecer, antes de ser Señorita México no mostraba sus piernas de campeonato, pero su rostro pálido, la cabellera corta, oscura, ondulada y aquel mirar melancólico, hacían a los hombres voltear a verla. El celoso enamorado era un tal Moisés Vidal Corro, militar que peleó en la revolución mexicana. Se conocieron en un velorio, ella de diecisiete y él, con más de treinta. Desde ese momento, surgió el consabido flechazo y el general empezó a rondar la ventana de la joven. Le susurraba palabras empalagosas, de esas que ponen a los pies de la interesada el cielo, la luna, las estrellas, las galaxias… Aunque nada dijo sobre su experiencia conyugal, que incluía un par de chiquillas y una esposa. De seguro, la distancia que lo separaba de su familia, que vivía en Veracruz, le había atrofiado la memoria.

Del otro sangrón, Roberto Muciño, sabemos poco, que era alcaide y que no le gustaban las miradas que le lanzaban a su prometida: «Todos los hombres te miran y a mi no me cuadra nada», apunta el corrido. Ella alega que estará pedida mas no casada y que no va a pasar la vida, con un celoso amargado. Respeta el cariño que traigo pistola, grita como un bebe berrinchudo y ni cuenta se da que La Teodora le arranca el arma y entonces sí: pum pum pum.

Por otro lado, la vida de Teresa cambia cuando se convierte en señorita México. Todo el tiempo sale en la prensa –imagínensela en traje de baño o metida en un elegante vestido– y al regresar de Galveston, Texas, donde había sido el concurso de Miss Universo, le llueven propuestas de trabajo, pero ella decide «consolidar» su amor con el militar (lo que esto signifique).

Se casan sólo por el civil y a escondidas, en un día grisáceo de septiembre de 1928. Fue una ceremonia amañada, ya que exhibieron documentos y testigos falsos y, para colmo, se van a instalar en casa de los suegros, que por cierto, estaban furiosos. ¿Por qué no fueron requeridos, por qué su hija evitó recibir la bendición divina o por tener que soportar al yerno a todas horas? Al parecer, además de bígamo, era gorrón.

Casi un año después, un domingo de agosto de 1929, la primera Miss México de la historia, vio en el periódico que una tocaya suya, Teresa Herrerón López, acusaba a los tórtolos de bigamia. Los buenos modales que había presumido en las pasarelas de belleza, de pronto se transformaron en rabia. Una rabia que se le trepaba por el cuerpo hasta la asfixia. Con la sangre alborotada y las ideas revueltas, ve en la Smith&Wesson calibre 44; que descansa en la mesita de la sala, una rápida solución. Él, que no había separado sus ojos de su novela, no sabía que sus horas estaban «contadas», como citan los diarios sensacionalistas. Entonces ella le exigió explicaciones pero cansada de nuevas mentiras, desahoga su furia en varios tiros. Luego, frente juez alegara lo siguiente: « Quise matarme yo, pero lo maté a él ». ¿Una frase sentida, sincera, convincente?

El tribunal no tuvo el valor de estas mujeres y no se atrevió a condenarlas. ¿Las víctimas ya habían sufrido demasiado para que después purguen otra pena?, ¿era tanta la belleza, que el crimen quedaba relegado, tal y como lo canta el corrido? A la Teodorita los jueces la vieron tan entalladita, que la libertad le dieron, nomás porque era bonita.

Lo único cierto es que no volvieron a cometer el error de enamorarse y aplicaron el proverbio ese de: mejor sola que mal…Teresa, se olvidó de todo enseñando historia en la  Escuela Nacional Preparatoria por muchos años, una de las más emblemáticas del país y Teodorita, siguió luciendo vestidos llamativos y entallados.

Los nombres y las historias de las heroínas se confunden. Sin duda, la tragedia de Teresa inspiró el corrido de la Entalladita. Nada es tan natural como que la ficción y la realidad compartan la misma vía. Los que siguen sin entender, son los hombres necios (Juana Inés dixit) que no aprenden a comportarse…