Bimbo (pronunciación en inglés: “Bim-bou”) es un vocablo urbano norteamericano usado para señalar a aquella chica, generalmente rubia—aunque no necesariamente—frívola y poco inteligente, según algunas definiciones y obsesionada con los chicos y con la ropa e inepta según otras versiones.

En nuestra política criolla tenemos muchos bimbos políticos. Son hombres y mujeres, en ambos casos poco inteligentes, frívolos y obsesionados con el poder, sus privilegios y con las masas de gente haciendo sala a la puerta de sus despachos o sus casas pidiéndoles ayuda, sometiendo currícula o solicitando favores. El vehículo de lujo, chofer y la recepción VIP en instituciones privadas, llenan su vida.

Son propiedad, casi absoluta, de aquellos que allanaron el camino para que llegaran donde están, o bien de aquellos que les señalaron directamente para tal o cual posición.

No son personas deliberantes. No porque les sea impuesto el silencio, o se les exija no formular juicios sobre la actualidad nacional o internacional, sino porque carecen casi totalmente de capacidad, cultura elemental e información para opinar sobre la mayoría de los temas que salen en los diarios.

Pueden trabajar a dos puertas del despacho del presidente y tener menos influencia que la doméstica que sirve el café al mandatario un fin de semana cualquiera. Repito, son el relleno

Su misión, especialmente si son congresistas, es asistir a un hemiciclo, formar parte de tales o cuales comisiones y levantar la mano—o no levantarla—según las instrucciones que reciban.

En política criolla, no importa si son senadores, diputados, jefes de agencias descentralizadas o viceministros, se trata del relleno de personal que impone el orden constitucional.

Pueden trabajar a dos puertas del despacho del presidente y tener menos influencia que la doméstica que sirve el café al mandatario un fin de semana cualquiera. Repito, son el relleno.

Los que realmente tienen el poder y la influencia en cualquier gobierno dominicano, son individuos distribuidos por todo el Estado, ocupando variadas posiciones, a veces no muy trascendentes en el organigrama público, otras ocasiones hasta fuera del gobierno; pero que son a los que el presidente llama y convoca, de cuyas ideas y opiniones se nutre y cuyos consejos busca.

Es fácil identificar los bimbos políticos de República Dominicana. Solo escuchar la torpeza con la que responden las más elementales preguntas los identifica. Otra forma de identificarlos es ver el trato que reciben de ministros y otras autoridades públicas cuando se lanzan a resolver cualquier problema, de cualquier persona. Y a menos que, por una razón específica, sean una ficha clave para algún proyecto, el trato “normal” que reciben en los altos niveles del gobierno es el ninguneo franco y sin disimulos por parte de los que tienen el real poder.

Nuestro Estado y nuestro gobierno no es el que se lee en la Constitución. Y la jerarquía de poder no se corresponde con el alto nivel que ocupe una persona en ese organigrama. Un individuo que nunca es convocado a una reunión del gabinete ante la prensa, puede tener más influencia que el 80 por ciento de los integrantes de ese gabinete.

Esos cuerpos jerarquizados de funcionarios que manda la Constitución, y que nominalmente conforman el gobierno, en los hechos son, o vienen a ser huecos vacíos de influencia y real poder que son llenados con personas diversas para pagar favores y cumplir con la ley. Se les exige un desempeño moderado, y a veces el nivel de amiguismo hace que les sean toleradas las más variadas torpezas. Pues aun sin hacer nada, desempeñan una función importante y útil: llenar un hueco que establece la Constitución o leyes específicas.

Los que están en verdad en política no buscan llenar huecos, no se satisfacen con posiciones; su apetito político solo se sacia al ganar influencia y proximidad—o integración—al grupo bienaventurado de los que tienen real poder. Pueden ubicarse fuera del gobierno, o hasta incluso ocupar una posición simbólica en el Estado, sin muchas funciones; pero una vez ganada influencia real, eso les basta.

Del mismo modo, si por alguna razón son defenestrados de su posición de influencia e integración al círculo íntimo de real poder del mandatario, aún conserven sus posiciones públicas, prefieren renunciar, abandonar o apartarse, pues no se resignan a ser peones luego de haber sido fichas o piezas claves en el tablero.

En política poder es influencia, esta no requiere, necesariamente, cargos altos, a veces funciona sin cargo alguno, y, simplemente, la tienes o no la tienes.

*Nota: El origen del vocablo, o uso, tratado en este texto, según opiniones autorizadas, deviene del italiano bimbo, palabra que significa bebé o niño pequeño en esa lengua. En italiano esta palabra es sinónima a bambino.