El BC ha restringido la discusión del bienestar de los dominicanos al crecimiento económico; siguiendo la tradición neoclásica que señala que el crecimiento permite elevar el producto per-cápita y, por consiguiente, el consumo por habitante. En este marco analítico, pareciera que los beneficios del crecimiento económico se distribuyen equitativamente entre toda la población en la medida en que ésta se asume igual a la oferta de trabajo. Estos supuestos que fundamentan el análisis de R. Solow (1956) y T. Swan (1956) se combinan con la existencia del supuesto de competencia perfecta en los mercados de factores, lo que resuelve teóricamente el problema de la distribución del producto en estos modelos.

No obstante, se sabe que la competencia perfecta es simplemente un facilitador analítico que poco tiene que ver con la realidad. Por esta razón, subsiste el problema de la distribución del producto entre los factores y la experiencia en las economías capitalistas es una marcada tendencia a la concentración del ingreso. De manera que, las condiciones que garantizan el crecimiento económico no avalan la distribución equitativa del producto. Justamente esta descripción se ajusta muy bien a lo que ocurre en la economía dominicana, en la que existe una grave situación de pobreza, relativamente paliada con las transferencias sociales del gobierno.

Las estadísticas oficiales señalan que el producto interno bruto (PIB) per-cápita, medido en dólares americanos, fue de US$7,544.5, equivalente a RD$426,535.7 por habitante por año, es decir que supuestamente le corresponde un ingreso de RD$35,544.6 mensuales a cada dominicano. Este monto supera el salario promedio mensual de los trabajadores dominicanos por nivel educativo.

En efecto, el gasto de los hogares dominicanos ascendió a RD$33,844.0, medido por la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENGIH) realizada  en el 2018 y el PIB per-cápita fue de RD$34,384 para ese mismo año, siendo mayor que el gasto de consumo. Teóricamente, el crecimiento económico produce un ingreso per-cápita suficiente para cubrir las necesidades básicas de los hogares.

El PIB per-cápita nominal promedio, se podría comparar con el costo promedio de la canasta familiar calculada por el BC y así determinar si el gasto por familia es cercano al primero. Si se tiene en consideración esta discrepancia, la misma podría proporcionarnos una idea de la satisfacción que el PIB per-cápita les proporciona a las familias. Para el trimestre abril-junio del 2020, el salario nominal de un trabajador con educación primaria, secundaria y universitaria era de RD$11,845.70, RD$13,155.36 y RD$24,715.36, respectivamente. 

A febrero de 2021 el costo de la canasta de consumo a nivel nacional es de RD$37,548.27 según el BC. Los salarios mensuales de los trabajadores por nivel educativo tienen discrepancias significativas respecto al valor de la canasta de consumo a nivel nacional o el costo de la canasta para cualquiera de los cinco quintiles. Por ejemplo, para el primer quintil el costo de la canasta es de RD$22,155.68 y para el quinto quintil es de RD$62,222.69 al mes de febrero del 2021. El sueldo de los trabajadores con educación primaria representa un 54.4% del costo de la canasta familiar y de la misma manera ocurre con el resto de los quintiles de la población.

El poder adquisitivo de los dominicanos se afecta también por las diferencias entre el PIB per-cápita real y nominal, tal y como se aprecia en la siguiente figura. Con lo cual, la inflación ha tenido un impacto decisivo en el poder adquisitivo de los ciudadanos pese al crecimiento económico sostenido que muestra la economía dominicana. 

Habría que agregar que el crecimiento económico no ha sido capaz de reducir el desempleo. Existen informaciones diversas relativas al tamaño del desempleo de acuerdo a las estadísticas del BC. Por un lado, se dispone, de la tasa de desempleo abierto que incluye a los que están trabajando y aquellos trabajadores desempleados que activamente buscan un empleo, esa tasa el desempleo alcanza 7.4% de la fuerza laboral, para octubre-diciembre del 2019. Si a este indicador se le agregan los trabajadores que desearían ofrecer mayor cantidad de horas de trabajo, entonces la tasa de desempleo sería de 11.2%. Y, finalmente, la tasa de desempleo ampliada que incluye a los desempleados abiertos es decir aquellos que buscan trabajo, y esta tasa es de un 15.0%. En estas circunstancias, resulta muy difícil determinar el efecto del crecimiento económico sobre la creación de empleos.

Parece claro, que dividir el PIB entre toda la población resulta un indicador engañoso, ya que reporta ingresos a trabajadores que están sub-ocupados o desocupados, niños, ancianos, discapacitados, entre otros, atribuyéndoles un ingreso que no reciben. Entonces, el crecimiento del PIB se fundamenta en un indicador confuso de bienestar, que resulta en una burla para la población.

Sin embargo, la retórica oficial sobre los beneficios del crecimiento económico continúa profundizándose. Recientemente, el BC anunció que la economía creció en 1.1% durante el mes de febrero, de acuerdo al Indicador Mensual de la Actividad Económica (IMAE) que recoge las percepciones de los empresarios.

Asimismo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), revisó su proyección sobre el crecimiento económico dominicano situándolo en 5.5% para el 2021, es decir 0.7 puntos porcentuales por encima de la proyección inicial de 4.8%. Esto significaría, que el producto real sería de RD$2,798,726.6 millones para el 2021, lo que significaría que el PIB real per-cápita mensual sería de RD$22,321.6, asumiendo que la población no crezca durante el 2021. Es decir, que el incremento del PIB no mejora el bienestar promedio de los dominicanos medido por el nivel del consumo. 

Entonces, se puede concluir que el regocijo por el crecimiento económico debe sentirse fundamentalmente en aquellos grupos que concentran el grueso de beneficios y el resto de los dominicanos contribuye con los bajos salarios a mantener la enorme desigualdad que caracteriza a la sociedad dominicana.