Egipto está en los titulares de las noticias, menos en Dominicana. ¿Por qué? Porque no reconocemos que el “juego” político en el medio oriente está marcado por la “naturaleza” religiosa de la sociedad islámica: la escisión entre el sunismo y el chiísmo, que se iniciara con la muerte de Mahoma y al no dejar prole masculina. La tercera de las grandes religiones monoteístas del mundo tiene su origen en el año 610 d. C. en Arabia, según la revelación a Mahoma (o Muhammad) por parte del Arcángel Gabriel en el monte Hira. La revelación es reproducida en versículos denominados aleyas, los cuales se conjuntan en capítulos llamados suras, lo cual da forma a lo que conocemos como el texto sagrado del Corán. Muerto el profeta Mahoma en el 632, sus seguidores comenzaron a cuestionar cuál sería su sucesor.

Ali Ibn Abi Talib, primo y yerno de Mahoma, además de padre de sus nietos, reclamó sus derechos sucesorios y fue elegido cuarto califa, aunque no por unanimidad y se encontró con una oposición violenta encabezada por Mu’awiya miembro del clan Omeya y gobernador de Siria. Esta oposición derivó en la batalla de Siffin en el año 683, donde 'Alī fue derrotado, quedando Mu’awiya como nuevo califa. Este conflicto dio origen a los dos grupos más importantes dentro del islam: los suníes y los chiíes. El tercer grupo en importancia es el de los jariyí.

Nos enfrentamos a unas revueltas de grupos suníes en contra de regímenes chiitas (Siria) y de rebelión suní frente al golpismo militar. La respuesta occidental viene sesgada por la historia de la sociedad secular que “autonomiza” la política de la sociedad religiosa. En el Islam, eso no ha sucedido. No existe una sociedad laica y es el tercer invitado a esta fiesta.

El golpe de Nasser en 1952 (inspirado en el ejemplo de Juan Domingo Perón, en Argentina), imponiendo la dictadura militar en Egipto, fue en contra de los Hermanos Musulmanes.  En un artículo analítico, Ignacio Cembrero trata las alternativas de la organización política precursora del Islam político, los Hermanos Musulmanes. Ante la represión militar, los Hermanos Musulmanes egipcios se encuentran en una encrucijada: responder a la violencia con la violencia o seguir apostando por la resistencia pacífica pese a los muertos que se registran en cada protesta.

La primera vía es la que eligió el Frente Islámico de Salvación (FIS) argelino cuando el Ejército abortó, en enero de 1992, un proceso electoral que les iba a otorgar una mayoría absoluta en el Parlamento y disolvió los ayuntamientos en los que gobernaban los islamistas desde 1990. La segunda es por la que optaron los islamistas turcos cuando, en febrero de 1997, los militares forzaron la dimisión del primer ministro islamista, Necmettin Erbakan.

Como señala Cembrero, “Sus seguidores continuaron luchando políticamente. Cuatro años después, gracias a la fusión de varias pequeñas formaciones, nació el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que ganó las elecciones de 2002 y desde entonces gobierna ininterrumpidamente en Turquía bajo la batuta de Recep Tayyip Erdogan”.

Una consecuencia la sufren los europeos, ya que “la violencia que arrasó Argelia hace un par de décadas, que aún perdura esporádicamente, es la que dio pie a la creación de la rama magrebí de Al Qaeda, a su implantación en el norte de Malí, a los secuestros y atentados que se produjeron en Mauritania y Níger y a la transformación del sur de Libia en un “agujero negro” para la seguridad. Algo parecido puede empezar a estar pasando en Egipto, en una región aún más sensible que el Magreb, cercana al golfo Pérsico y a Israel”.

La evolución política a la que estamos acostumbrados es que los políticos decidan soluciones políticas en el  marco institucional democrático de la sociedad laica o secular. En Egipto, esta opción la representa Al Baradei, el premio Nobel de la Paz, que renunció al gobierno por las matanzas. ¿Qué solución puede aportar el sector laico en una encrucijada marcada por la fe de los extremos? Es un dilema cuya solución es histórica para el Islam en el siglo XXI que se juega en Turquía como en Egipto.

Para leer a Ignacio Cembrero, “Argelia (1992), Egipto (2013), el enlace es: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/16/actualidad/1376674449_814375.html