Santo Domingo.- La historia de las investigaciones botánicas en la República Dominicana no podrá ser escrita sin incluir el nombre del botánico sueco Erick Leonard Eckman, cuyos restos mortales reposan en el cementerio municipal de Santiago. El pasado viernes 14 de octubre se cumplieron 128 años del nacimiento de ese científico, casi olvidado en el país.
Este investigador no solamente fue el primero que midió con exactitud el Pico Duarte, sino que siempre llevó la delantera entre los muchos investigadores de la flora y la fauna de la Isla Española, compartida en el Caribe por la República Dominicana y Haití.
Eckman fue uno de los primeros botánicos en recorrer las principales montañas de la República Dominicana, donde quedó especialmente maravillado por la gran variedad de helechos existentes, cuyas diferentes especies catalogó en un manuscrito que dejó antes de su muerte, ocurrida el 15 de enero de 1931, a causa del paludismo. Había nacido en Estocolmo el 14 de octubre de 1983.
En las cercanías de Santo Domingo, Eckman encontró sabanas ricas en flora que no había visto en Haití, donde también hizo múltiples investigaciones, al igual que en Cuba, donde llegó a reunir 19.212 herbarios con más de 50.000 ejemplares.
Eckman descubrió que la montaña más alta de las Antillas era La Pelona, que escaló el 3 de octubre de 1929 y con su aneroide midió 3,175 metros de altura.
Sin embargo, es preciso decir que hasta los primeros años del siglo XX al actual Pico Duarte se le llamaba "Pelona Grande" (en la parte oriental) mientras que el otro, situado en la parte occidental, se denominaba "Pelona Chiquita". Hoy sencillamente es La Pelona.
Eckman describió sus excursiones a la Cordillera Central en un artículo titulado "En busca del Monte Tina", publicado en Suecia, en el que dio cuenta de todas las peripecias para escalar el hoy Pico Duarte.
No hay que olvidar que entonces no existían senderos, como los hay ahora, además de que había que vencer una tupida y exuberante vegetación, tarea que para una sola persona resultaba sumamente difícil. Pero Eckman siempre supo vencer todos los obstáculos, aún aquellos que parecían imposibles de salvar. Era un hombre terco, según quienes le conocieron, pues cuando se aferraba a una idea la mantenía hasta demostrar que tenía la razón.
En una de sus últimas cartas, Eckman mencionó que estaba ocupado en la preparación de un Sumario General acerca de las familias de vegetales de La Española y su distribución regional, así como su comportamiento, dependiendo del clima y del lugar donde se encontraban. También había pensado hacer una descripción de la flora de las lagunas de La Española.
Sin discusión alguna, Eckman fue uno de los botánicos más grandes que haya existido, lo que se reconoce internacionalmente, pues desde Berlín se decía que nunca, en ningún lugar del mundo, una sola persona había reunido tan valiosas colecciones desde que Welwitsh hizo sus colecciones en Angola, en 1850. Y este juicio fue emitido cuando Eckman todavía no había iniciado sus actividades en La española.
Eckman fue, además, el primer botánico en escalar el monte más alto de Cuba, el Pico turquino, los días 17 y 18 de abril de 1915, junto con su compatriota J. A. Nystrom. Hasta finales de 1915 sus colecciones de la flora cubana habían llegado a alcanzar 6.500 plantas.
En 1917, en la parte sudes de Haití, a donde había llegado tres años antes, Eckman reunió 882 herbarios entre el 30 de mayo y el 13 de septiembre, aunque perdió casi un mes debido a un fuerte ataque de malaria.
En Puerto Príncipe, el investigador sueco se convirtió en el más buscado guía para excursiones en las montañas haitianas, ya fuera con finalidades científicas, con ornitólogos o malacólogos, bien con algún interés turísticos.
En el macizo de La Hotte, que ya había visitado en 1917, Eckman hizo sorprendentes descubrimientos, que mostraban una flora única. Entre 1924 y 1928 cruzó hacia la República de Haití en todas sus direcciones. Un par de excursiones le obligaron a cruzar la frontera hacia la República Dominicana, donde además hizo un paseo en auto.
Un periodista sueco, Gunnar Samuelsson, escribiría años más tarde que la fuerza y resistencia de Eckman le sirvieron en múltiples ocasiones para afrontar las grandes dificultades.
En Moca, fue huésped del agrónomo fitopatólogo y micólogo italiano doctor Rafaele Ciferri (1897-1964), quien fue director de una Escuela Agronómica allí, y en Santo Domingo le sirvió de benefactor el cónsul danés, B. Freetzmann Aggerholm.
Eckman, de espíritu incansable, nació el 14 de octubre de 1883 en Estocolmo, Suecia. Su padre, Franz Leonard Eckman era tipógrafo, casado con Agnes María Wilterlmina Petterson. Inició sus estudios primarios en Jonkoping, ciudad a la que se trasladaron sus padres en 1894 y en la cual terminó el bachillerato.
En Lund, un poco más tarde, realizó todos sus estudios superiores: logró una licenciatura en 1907, y la licenciatura superior en 1909. En 1914 consiguió el doctorado en botánica, específicamente por la geografía sistemática de la flora.
En sus recorridos por las montañas, según Samuelsson, "su equipo era el mínimo posible. Confiaba en la hospitalidad de la gente del lugar y tenía una enorme capacidad para ganarse su confianza, especialmente de las mujeres negras. Dormía en sus chozas de madera y comía su comida. A las excursiones no llevaba más que un montón de papeles descriptivos de plantas, su machete, el medidor aneroide, su mochila y una frazada, así como un pequeño recipiente para el té, azúcar y unas tostadas para dos o tres días".
"En el peor de los casos—agrega Samuelsson—se aprovisionaba con lo que podía existir en las bromieláceas. No le importaba quedarse hasta bien entrada la tarde. Si la oscuridad lo sorprendía, buscaba el lugar más protegido para pasar la noche".
"Si hacía frío en la cima de las montañas, quebraba un par de arbustos o ramas de pino, hacía fuego con ellas y así pasaba la noche al calor del fuego y con buen sueño", dice Samuelsson.
Esta experiencia la vivió una noche, entre el 1 al 2 de febrero de 1925, en la cima de Marne de la Selle, que es la cumbre más alta de Haití, a 2.680 metros de altura. si alguna vez tenía compañía, a la misma le era muy difícil seguirlo y usualmente se volvía sin terminar la excursión, que Eckman tenazmente continuaba.
Eckman anotó las especies completas de flora y fauna existentes en las Islas tortuga y Gonaives, pero además en la pequeña y aislada isla Mavessa, que queda aproximadamente a mitad de camino entre La Española y Jamaica, de la que solamente se conocía una especie. En cada una de esas islas Eckman estructuró un catálogo que luego publicó en el Archivo de botánica de Suecia.
La colección que Eckman reunió en la Isla Española asciende exactamente a 16.500 herbarios, con cerca de 50.000 ejemplares, todos los cuales se encuentran en el Museo Nacional de Suecia, con excepción de duplicados vendidos en los Estados Unidos y Haití. Su última excursión a cuba la hizo el 7 de julio de 1924. Muchas de sus excursiones eran hacia los picos altos, donde sus predecesores habían encontrado una flora muy especial, con elementos boreales y andinos.
En el curso de su vida, Eckman adquirió enormes conocimientos de la América tropical. Tenía un sistema bien definido de investigación y se hubiera podido esperar mucho de él como escritor si hubiese podido trabajar él mismo sus colecciones.
La vida de Eckman terminó en Santiago, cuando no se conocía la cura eficaz contra el paludismo.
Una modesta calle al oeste de la ciudad de Santo Domingo, en las inmediaciones del Jardín Botánico, lleva el nombre de Erick L. Eckman. En San José de Ocoa, región donde hizo investigaciones botánicas, una placa con su nombre fue colocada en el parque de la ciudad.
El autor de este artículo considera que una manera de honrar al sueco Eckman y a otros investigadores botánicos de la República Dominicana, sería crear cátedras con sus respectivos nombres en alguna de nuestras Universidades.