Sin duda la eternidad es tan ambigua que resulta incomprensible: alude a un no-tiempo, a un estado atemporal de la existencia y a la vez a algo inmortal y perdurable. Por otro lado existe la eternidad cristiana que es una especie de gloria para los que están cerca del señor, un regalo de Dios para los arrepentidos del pecado; un estado de gozo y de placer, donde el dolor no existe y la salvación esta asegurada.

Confieso que me cuesta asumir y entender la eternidad cristiana, desbordado por la cotidianidad  de tener que trabajar todos los días, no puedo imaginarme el deleite eterno; su entendimiento, quizás,  solo está reservado a mentes privilegiadas como la de  “los pensionados” que por demás están arrepentidos.

Felizmente los apañantes son eternos solo de manera figurada, pronto desaparecerán, desapareceremos de este valle de lágrimas.

De los dos el más chocante es el representante de Dios, el de la iglesia de Pedro. Este ha seguido a los pies de la letra, las instrucciones que les dio Jesús a los apóstoles cuando los invitaba a difundir sus pensamientos en Galilea: “sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas”- Mateo 10.16.- Esta casta paloma, es uno de los mas influyentes hombres de negocios.

Ningún proyecto de envergadura se inicia y desarrolla sin su concurrencia y santificación; obviamente ha servido a dos señores, desoyendo las palabras del maestro. El culto al señor lo alterna con su atribulada vida de empresario haciendo y deshaciendo alianzas de aposento, en favor de sus intereses y el de sus representados. El otro no es menos interesante.

No es tan sencillo, ni hace plegarias; aun cuando utilice en el fondo la imagen del señor. Le ha tocado el trabajo sucio, la intimidación y la diatriba. A medida que sus fuerzas y el intelecto lo abandonan se ha vuelto mas virulento e imprudente. Menos ético, con tal de mantenerse en la “cosa pública”. Su lengua ha sido su propio castigo.

Sus últimas entregas no han podido ser más patéticas y desastrosas. Cuando todo el mundo reclamaba castigo para los culpables del “agujero fiscal”; cuando se creo un movimiento espontáneo de dominicanos que exigía que aparecieran los responsables de este colosal asalto al erario público y pedían que devolvieran lo sustraídos; se apresura la oveja del señor a dirigir una propuesta del consejo económico y social, tan candida y necia que no voy a repetir.

Parecería que era para salvarnos de lo que venia, un paliativo, un hueco donde escondernos de los publicanos. Pero no. Solo era para encubrir a los culpables, para acallarnos, para desviar nuestra atención y desorientarnos. Cuando el “Delfín” fue amenazado con reabrir su proceso por haber sido favorecido por un archivo de expediente apresurado y proteccionista, solicitado por el encargado de la persecución de la corrupción tan solo 3 días antes del cambio de mando; cuando eran legitimas las pretensiones del actual Procurador General de la República de no dejar en la impunidad el mas escandaloso expediente de corrupción de nuestra historia republicana, que envolvía la malversación de mas de 12 mil millones de pesos Dominicanos; aparece nuestro encargado de ética e integridad publica espetando a este funcionario y de modo airado lo acusa de  ser selectivo en la lucha contra la corrupción a la vez que lo invita a  reabrir otros muchos  expedientes de este mal. Claro que no eran sinceras sus palabras. Que no quería ninguna investigación ni justicia solo intimidar para encubrir y apañar.

Por mi parte la eternidad que prefiero es tan solo la de Sor Consuelo, ese enigmático personaje de Eduardo Mendoza en “El año del diluvio” una piadosa monja que administraba un ruinoso hospital en un pequeño pueblo de España y que fue seducida por un mujeriego de la comarca, cuando en lecho de muerte  escribió enamorada: “la eternidad me la imagino como algo inmenso, poco propicia para los reencuentros, por si no te vuelvo a ver amor mío , por si acaso nunca mas te vuelvo a ver quiero que sepas que siempre te quise y siempre te querré…”