La Cordillera de los Andes es hermosa. Todos recordamos aquella fatal tragedia que sucedió en 1972, que hoy se conoce como “El Milagro de Los Andes” y que dio origen a la película “Viven”, en la que murieron la mayoría de los integrantes de un equipo de rugby del Uruguay y que no llegó a su destino, Chile. Los sobrevivientes lo hicieron comiendo la carne de sus compañeros y familiares. Al hacer esto, fueron tildados de caníbales, aunque ellos primero hicieron un ritual como en la Última Cena, como si estuvieran comiendo el Cuerpo de Cristo, para poder comérsela y sobrevivir.

Pues bien, sobrevolar Los Andes en invierno es como un cuento de hadas, el tiempo que se está viendo la cordillera nevada, no lo sé, solo sé que ver toda esa parte blanca y con la salida del sol, hace que el corazón vibre de emoción. He hecho esa travesía  dos veces, una sola y otra acompañada por mi hijo menor, para llegar a Buenos Aires.

Atravesar la cordillera por tierra, es otra experiencia. Mi viaje comenzó a las once de la noche para llegar bien temprano a Mendoza, ciudad al oeste de la Argentina. Esta ciudad es limítrofe con Chile, por la ciudad de Los Andes.

Como las once de la noche en verano está apenas anocheciendo, se va viendo el paisaje tranquilamente, todo es llano. Es oportuno aprovechar el tiempo para echar un sueñito, pues los autobuses tienen cama o semi cama, ya que el trayecto es largo, no por la distancia, sino porque hay que ir bordeando la montaña por la carretera y se hace en forma de caracol. De pronto abro los ojos y pienso que un monstruo se me viene encima. La inmensidad de la montaña me baña y me asusta. Miro hacia abajo y allá en lo profundo veo un hilito plateado, era el río Mendoza, sentí miedo.

Llegué a Mendoza cerca de las seis de la mañana, descanso en el hotel para luego hacer un tour por la ciudad. Es lo más parecido a Santo Domingo que he visto. Fui a los viñedos, a las principales bodegas de vino, aprendí a catar vinos, aprendí a coger la copa como se debe, conocí una fábrica de aceite de oliva. En fin, fue una grata experiencia.

Los Andes en las alturas es increíble, yo subí en tres oportunidades a las pistas de esquí, una vez sola, otra con mi hijo mayor, quien esquió  y por último con mi hijo menor quien alegremente se puso su atuendo para esquiar, pero al final de cuentas no lo hizo. Subimos hasta lo más alto en anda niveles y de igual forma bajamos. Desde allí se puede apreciar todo Santiago de Chile.

Pero si hay algo que impresiona mucho, sobre todo a nosotros los del Caribe, es ver Los Andes desde abajo. Levantarse temprano y mirar la majestuosidad de la Cordillera, observar esa blancura tan cerca de uno, respirar un aire tan frío y engurruñarse, para protegernos de éste.

Todo lo que he tenido la oportunidad de conocer, solo era visto por mí a través de los libros de geografía, como es también el caso de atravesar el río de la Plata en un buque bus, acompañada por mi hijo menor, desde Buenos Aires hasta Montevideo. Crecí oyendo a mis profesoras decir que era el río más ancho de la tierra.

Hoy cada una de esas experiencias las recuerdo con mucho cariño.

Carretera Los Caracoles en Los Andes, de Chile a Mendoza