El pasado primero de enero, la sociedad dominicana, al ritmo del contagioso merengue “Viejo año” del fenecido Rasputín y el impetuoso sonido de los fuegos artificiales, dio triunfal bienvenida al 2020. Este año da inicio a una nueva década (aunque la RAE haya determinado que es el 1 de enero de 2021), la que trae consigo retos infinitos, tanto a nivel colectivo como individual. Son 10 años para reinventarnos como nación y como individuos. Son 10 años para cambiar el statu quo que caracteriza nuestra manera de vivir. Pero, más importante aún, son 10 años para hacerlos nuestros, en todos los ámbitos que pudiesen aplicar.

Sin ánimos de convertir este artículo en uno motivacional, me parece de gran importancia hablar sobre ciertos tópicos que deben haber pasado por la mente de muchos de mis lectores. Empecemos primero con el plano colectivo. Este año nos ofrece la oportunidad de poder cambiar la historia nacional por medio del sufragio. Nos permite luchar por una República Dominicana más transparente, íntegra y progresista. Las elecciones generales son el mecanismo que tiene el pueblo para establecer su punto de vista con relación a aquellos que dan la cara por nosotros en la palestra pública. Seremos participes, como cada cuatro años, de poder elegir a los representantes de la tríada de poderes, de manera directa e indirecta. Exhorto a todos a elegir de manera objetiva, sin pasiones y sin pensar en su beneficio individual. Es el momento de hacer un análisis personal, y preguntarnos ¿realmente quiero que la República Dominicana siga igual? ¿O deseo ver un cambio que sacuda los cimientos, y barra con el pasado de corrupción? Tristemente, está en la naturaleza del hombre preocuparse meramente por él y lo suyo. A pesar de esto, al ver como nuestro escenario político se mancha con pugnas caudillistas propias del siglo XIX, es imposible quedarnos de brazos cruzados y hacernos de la vista gorda. El capricho y el egoísmo de una cúpula de poder no deben nunca borrar lo que con esfuerzo y sangre se ha conseguido.

En otra tesitura, los desaciertos económicos de la pasada década tendrán importantes repercusiones en la que recién comienza. El peso se devalúa cada vez más. Con frecuencia, nuestra economía tiembla ante la posibilidad de desplomarse inmediata e irreparablemente. El turismo, en algún momento de estos 10 años, puede dejar de ser tan rentable para nuestra ínsula. Se debate la incidencia del calentamiento global en los ecosistemas dominicanos, principalmente el crecimiento del sargazo en la periferia quisqueyana. Por tanto, resulta menester que el Estado, y nosotros sus ciudadanos, empecemos a evaluar la mejor manera para poder salir victoriosos de esta batalla que es imposible evitar.

Por otro lado, soy de la opinión de que la educación debe sufrir una revolución colosal. El pasado año, nuestra nación falló de forma garrafal en la instauración de la Orden Departamental 33-2019 del Ministro de Educación, la cual busca educar en materia de “perspectiva de género”. El Estado, sumido en la misoginia, la homofobia y el fanatismo religioso, vuelve a fracasar en su labor por concientizar a la población con relación a la igualdad de género. Por tanto, no es sorprendente que el 2020 haya iniciado con 4 feminicidios en unos días. El machismo hunde a nuestra nación y las féminas, dadoras de vida, perecen bajo las garras de crueles e indolentes monstruos. Pero no solo ha sido la ordenanza la que ha fallado, es que también la prueba PISA nos ha colocado como unos de los países menos capacitados de la región, y del mundo. Nuestra coherencia, criticismo y análisis es, sin duda alguna, una vergüenza a nivel internacional. Sin educación, somos nada. Educar es la puerta al futuro y esta década depende de ello.

Finalmente, a nivel individual, es nuestro deber luchar por ser la mejor versión de nosotros mismos. Vinimos al mundo a hacer una diferencia, ya sea arando la tierra en el campo como en alguna oficina del Palacio Nacional. Sin importar nuestro estrato socioeconómico, no debemos nunca limitar nuestro crecimiento. La vida se basa en la constante evolución, por tanto, aquellos que no lo hacen están condenados a perecer en el tiempo. Este año, y la década que comienza junto a él, es una nueva oportunidad para ser mejores. Es una nueva oportunidad para imponernos metas y objetivos. Es una nueva oportunidad para explorar el mundo desde una perspectiva más abierta y analítica. Es una nueva oportunidad para vivir nuestra mejor vida.

Sin más que decir, solo queda desearles un feliz año nuevo.