1.-Evocaciones literarias

Calle El Comercio de Pimentel en 1920 (Revista Letras No. 178, 14 noviembre, foto Pelegrín)

Eran otros tiempos. Amén de juntarnos por años en mi pueblo de Pimentel donde transcurrió su infancia, desde 1920 a 1928 con los jóvenes escritores y nuestra amistad de 1961 a 1994 y de andar por toda la geografía nacional ¡cuántos recuerdos se acumulan de golpe! Llegábamos a los pueblos y comenzábamos a cazar poetas vivos y muertos y nos encampanábamos hasta Guaraganó donde el doctor Madera a disfrutar a un declamador  o nos íbamos a Samaná con un grupo de amigos. Hicimos reuniones formales en Moca, Mao, Cabrera, Río San Juan, Puerto Plata, Santiago Rodríguez; nos anduvimos el Sur más de Trece veces como su poema y nos divertimos dando la vuelta al lago, comiendo langostas y camarones recién sacados  en Pedernales, o esperando al Ingle y su mujer en Montecristi para comer langostas aún ensartadas;  a Macorís del Cibao y al del Mar, donde vino al mundo el 27 de marzo hace 101 años a conversar con los familiares y evocar lo que fue y todo el resto del Este y ni hablar de pueblos cercanos como Bonao donde había un grupo de escritores, y en fin, en las tertulias de esta ciudad especialmente donde Meng el Chino en el bar del Comercial, en El Vizcaya, en la Mesa Cuadrada de la Bodega San Martín y por todos los rumbos donde encontramos poetas y otros artistas o intelectuales; en Baní disfrutábamos como en pocos sitios, nos íbamos por los Pueblos Blancos.

Empero, lo que le debo más a Frey (como le decía en intimidad), fue conocer a tantos poetas, a mis contactos con los Sorprendidos, con algunos de la Generación del 48 y con casi todo lo que valía y vale en Santo Domingo y desde El Nacional que fundara y donde tuvo la paciencia de corregirme y publicar mis cosas.

En fin, al evocar al poeta y al recio prosista que fue, no podría dejar estas palabras sin una imagen suya y unos versos para festejar sus 101 años de vida literaria, porque los que como él se dijeron, y supieron decirse, no mueren; se rejuvenecen a medida que pasa el tiempo, aunque no alcanzara los premios mayores, (prometido le fue el mayor, el Nacional de Literatura para el año 1995, que no llegó a recibir).

Ojalá se publicaran todas sus cosas. Hace falta, mucha falta en este país, que se recojan, no solo los versos, las prosas de nuestros escritores premieres, ya que, sin duda, él pertenece a ese pequeño y exclusivo grupo: Nadie se explicaría lo que fueron los fatídicos 12 años del Balaguerato sin sus editoriales y sin El Nacional…

Aunque don Joaquín le dijera un día: “Señor Gatón, le agradezco sus escritos, usted me ayudó a gobernar”.

Freddy Gatón Arce, joven https://macorisserie23.com/wp-content/uploads/2012/04/FREDY_GATON_ARCE

2.-  Además Son de Freddy Gatón Arce

 

Además, son

 

Además, son muchos los humildes de mi pueblo.

Yo escribí sus nombres sobre los muros,

[pero no los recuerdo.

Yo rescaté su corazón de la carcoma y del olvido,

[pero no sé dónde

quedó la sangre coagulada, ni si vino familiar alguno

a limpiar la mancha que había

[sobre el duro tapiz de la noche.

Yo los besé, y mi ósculo fue como tilde sonora impar

sobre su frente. Porque aun después del amor

ellos estaban solos sobre la tierra.

 

***

Son muchos los hombres humildes,

[las mujeres humildes.

Yo vi surgir sus rostros como bayonetas

[al sol de octubre.

Yo palpé sus torsos morenos y relucientes

cuando emergían de los ríos. Yo vi, por una vez,

pero volví la cara atrás, los senos de las doncellas.

Yo conocí los niños desnudos, niños despiertos

[y virginales como la primavera,

y sentí cómo se hinchaba el hambre

[en sus cuerpos plebeyos,

lo mismo, casi lo mismo que siento elevarse

[la madurez al morder un fruto.

***

Yo escribí los nombres

de los humildes sobre los muros,

[pero no los recuerdo.

Yo sólo sé que muchos murieron alzando los brazos

para atrapar el cielo, pero cayeron sin nombre,

cayeron sin piernas, cayeron sin sexo ni esperanza.

[Cayeron.

No tenían siquiera una flor o una lanza. Solos rodaron

con sus tumbas desconocidas, con sus huesos anónimos.

Pero dejaron sus almas mondas flotando por los aires.

Las almas que se agolpan en las sangres

de las generaciones, y corren.

Corren a ratos, porque la noche está ahí.

[Se atisban a ratos,

porque la noche está ahí. Desaparecen luego,

desaparecen como esas lágrimas de abuelo.

secadas al descuido con el dorso de la mano.

 

***

Son muchos los humildes de mi pueblo.

Yo escribí sus nombres en las tablas

[de palma de los bohíos

y en las vigas alabeadas de las mansiones.

Pero yo no recuerdo en qué savia encendida

[y dura de los artesonados

se demoró la inicial de aquél, el apellido de éste,

[o la letra

que hace inteligible la epopeya. Tal vez las sílabas

vagan por los cimientos profundos,

[ennegrecidos cual raíces

en las que ya la tierra ha perdido su íntima frescura,

en las que ya el corazón no tiene su latido jocundo.

***

Ahora no hay promesa en la casa de campo,

porque se ha ido el viento de las enredaderas.

Ahora ya no hay huella del vuelo de los pájaros,

porque se ha ido el viento. Pero yo no estoy solo

en mi hogar de maderas. Aquí están los humildes,

dulces y potentes como los brotes.

Aquí no hay un solo extranjero a estos

[testimonios estantes,

a estas puertas y a estas ventanas que se echan

[sobre nosotros.

Aquí estamos todos, y están los nombres

[que escribí sobre los muros.

Aquí está su obligante vida buscándonos

[el corazón paso a paso,

como un diente de fuego que crece bajo la lengua.

 

***

Son muchos los humildes de todas las razas

[y de todos los credos.

Son muchos los que abandonaron

[el silencio y la soledad

para no estar horadados y fríos

[en medio de los hombres.

Porque todos saben que por su boca hablará la tierra

que mordieron al nacer. Porque todos saben

[que no se puede morir

sin dejar una brasa como un palpo bravío

[en el lomo de un potro.

y yo escribí sus nombres sobre los muros,

[pero no los recuerdo.

Además, son muchos los humildes de mi pueblo.