El tema “Trujillo” se convirtió en viral con la desaparición de Galíndez y se acrecentó con la caída de Pérez Jiménez en Venezuela y de Batista en Cuba. Ambos dictadores se refugiaron acá, igual que Perón de Argentina y Gustavo Rojas Pinilla de Colombia. El atentado contra Betancourt evidenció ante todos, incluyendo a Estados Unidos que ya el tirano no debía ser considerado como factor de estabilidad en el Caribe sino todo lo contrario. La movilización del exilio opositor y la reorganización de la resistencia interna presagiaban el final de la tiranía. Para impedir que aquí surgiera un gobierno Marxista, como sucedió en Cuba al caer Batista, Eisenhower encomendó a dos íntimos amigos que convencieran a Trujillo de abandonar el poder pacíficamente y que Estados Unidos le buscaría un refugio seguro. Además, se le garantizaría que sus bienes no serían expropiados.
Uno de ellos fue William Pawley, agente de miles de batallas, abiertas y encubiertas: Embajador en Brasil y Perú, participante en el derrocamiento de Árbenz, testigo del Bogotazo y hasta creador del escuadrón de “Tigres Voladores” para apoyar a Chiang Kai-shek en la guerra de China contra Japón. Eisenhower le exigió a Pawley vender el 60% de la concesión de la mina de ferroníquel de Falconbrige que él poseía. El otro enviado fue un patriarca político, George Smathers, longevo senador de Florida. En esos contactos Trujillo llegó a considerar “elecciones libres” pero culminó señalando que aunque los marines invadieran no entregaría el poder y que prefería salir en una camilla.
Kennedy concluyó que para promover la democracia y resaltar la legitimidad de la “Alianza para el Progreso” habría que derrocar tanto a Castro como a Trujillo. El diplomático Robert Murphy y el agente informal de Trujillo, Oleg Cassini, hermano del diseñador de los vestidos de Jackeline Kennedy fueron enviados a negociar con Trujillo, sin lograr su aceptación de salir pacíficamente del poder. Bajo esas circunstancias la resistencia interna solicitó y obtuvo del gobierno americano algunas armas para ajusticiar a Trujillo.
Ante el fracaso de Bahía de Cadenas Kennedy, temiendo perder el control del Caribe decidió que su gobierno no apoyaría la operación contra Trujillo. El íntimo colaborador de Kennedy Arthur Schlesinger citó estas palabras del presidente en su libro “Los mil días de Kennedy”: “Hay tres posibilidades en orden descendente de preferencia: un régimen democrático decente, una continuación del régimen de Trujillo, o un régimen de Castro. Debemos procurar el primero, pero no podemos renunciar al segundo, hasta que no estemos seguros de poder evitar el tercero”. Extensas y amplias reuniones culminaron en mayo con un memorándum que descartaba el atentado contra Trujillo.
Los “Héroes de mayo” cumplieron su histórica misión liberadora sobreponiéndose a todos las circunstancias adversas. El apoyo americano pudo haber sido importante, pero no determinante. Lo determinante fue el coraje y el patriotismo de los héroes. Seis de ellos fueron inmolados el 18 de noviembre de 1961, hace 60 años. En 1844 la independencia nacional fue proclamada por nuestros patricios aprovechando confrontaciones internas en el país que nos sojuzgaba. Los héroes hicieron suyo el planteamiento de José de San Martín: “Cuando se trata de defender la patria todo está permitido, menos no defenderla”.