Sin intención alguna, siempre he sido un alférez de las causas perdidas, un ser que nunca ha sido indiferente al sufrimiento de ése otro “invisible” que raya en la mendicidad. Mis causas son y han sido tan insulsas, absurdas y polémicas, que más fácil participaría en una marcha en pro de la protección de las mariposas y de las abejas que en un mitin político que en contra de la impunidad. A veces me siento ser, uno de esos personajes que retrata Clint Eastwood en su magnífico film, “Los imperdonables” https://miradetodo.co/los-imperdonables-1992-1080p-full-hd/, una historia de vaqueros retirados y entrados en edad que salen a buscar a otro vaquero que desfiguró el rostro de una prostituta. La esencia de la trama es muy simple: dignificar la condición humana sin importar su rol. Ni las feministas han resaltado el valor tan digno de un film que enaltece la condición de la mujer sin importar que sea un “cuero”. Casi nadie se ensucia o se arriesga a resguardar esa minoría espuria y no rentable. A esos locos-mendigos de la calle que están fuera de cualquier sistema (ONG) o de cualquier lógica identitaria. Esas causas no dan prestigio político ni son rentables.
No se ha pensado en un mínimo plan corona-virus, de qué hacer con esos personajes que andan por las calles, me imagino que de todo el país, desprovistos de toda atención sanitaria, por no decir revisando zafacones, en plan “me trago lo que aparezca”. ¿Cómo es posible que existan entidades en defensa de los animales, y que los mendigos o locos de la calle no tengan a nadie que los proteja? ¿Acaso no son seres humanos que deberían estar incluidos en un plan que los resguarde de los efectos fatales del covid-19? Qué soledad tan extraña la de unos sujetos que ni su misma especie la siente ni la padece.