El discurso de los riesgos empieza cuando acaba nuestra confianza en nuestra seguridad y deja de ser relevante cuando ocurre la catástrofe potencial. El concepto de riesgo, por tanto, caracteriza un peculiar estado intermedio entre la seguridad y la destrucción, en la que la percepción de los riesgos que nos amenazan determina el pensamiento y la acción. (Ulrich Bech, La sociedad del riesgo global, 2002, 214).
1.Riesgo global y angustia
Vivimos en tiempos cibernéticos en los que lo transido como abatimiento, preocupación, angustia, intranquilidad y dolor moral intenso se ha de situar dentro de un cibermundo caracterizado por lo no previsto, lo incalculable y la inseguridad en lo económico, político y social. Son tiempos de incertidumbre ante el peligro, el desastre y la amenaza de destrucción global (Berck,2000; 2002).
Para Berck, pensar en el riesgo, en lo cibernético, lo virtual, puede entender su materialización social como construcción en escenarios programables virtualmente, simulación o un mapa virtual, que proyecte toda la probabilidad, de ahí, que “Los riesgos son un tipo de realidad virtual (…) ligeramente distintos de lo que Jost Van Look (1998) llamó riesgos virtuales en una era de reproducción cibernética” (2002, p.2015).
La pandemia que se ha proyectado en lo virtual, al parecer no será tan letal en lo real como otras que hemos tenido, de acuerdo al mapa virtual que se ha ido proyectando en las redes del ciberespacio. Lo que no pasa con el efecto devastador que van sufriendo las economías del mundo.
El cibermundo no tiene frontera como tampoco el Coronavirus, ambos son globales, por lo que nadie escapará a este virus, ya que, si se sobrevive a su contagio, no significará que sobreviva al aturdimiento, a la infoxicación que brota de las redes sociales. El que no esté expuesto en lo real, estará expuesto en lo virtual, a su marea de informaciones, de memes y videos que brotan del ciberespacio.
A la pandemia del Coronavirus mientras va trasmitiéndose de manera sostenida y eficaz por todo el planeta, le acompaña la pandemia cibermundial de lo transido que se va propagando en tiempo real como sistema digital y va dejando rastros de cómo van viviendo los efectos sociales, económicos y políticos, las sociedades transidas, transidas transitorias e hipertransidas en el planeta; muchas de estas sociedades vivirán los efectos del virus de manera transitoria ( Estados Unidos , Europa); otras, de manera estacionaria (República Dominicana) y la hipertransida como abatimiento total, que son las sociedades en las que no existe un sistema moderno de instituciones jurídicas y políticas, viven más en la premodernización política (ejemplo Haití).
Aquí lo transido deviene en un concepto filosófico complejo en la que convergen la angustia existencial (Kierkegaard y Heidegger) con la afectiva (Freud) y todo el abatimiento humano cargado con intenso dolor moral y de precariedades sociales y de sociedad de riesgo (Merejo, 2017;2018) impregnados de experiencias de vidas conocidas como situaciones límite (Jaspers,2017) en las “que tengo que vivir forzosamente en una situación, que no puedo vivir sin lucha ni sufrimiento, que tengo que morir” (p.28). La pandemia produce un abismo en el sujeto que deja entrever lo irreconciliable entre lo finito e infinito, ante los límites de su propia subjetividad, desamparada y suspendida en la nada, que según Kierkegaard (1965), será esta nada que” engendra la angustia” (, p.92.vol.VI), lo cual escapa al cuadro psicológico del sujeto para enclavarse en la propia existencia.
Después de la pandemia se quedará en el sujeto, en su fondo transido, en su vivir más allá de los entes, de la distopía y utopía; la propia angustia, en cuanto ser sujeto para la muerte (entropía) como posibilidad propia y absoluta e insuperable por nosotros los seres humanos, lo que significa no quedarnos atrapados en un riesgo como el Coronavirus y en el pensar que uno va morir.
Se ha de comprender que la angustia nos arroja al mundo, que es inherente al ser- ahí y que todas las posibilidades de proyectarse en ese mundo, es un volver a la muerte. Para Heidegger (1993) el angustiarse “abre original y directamente al mundo como mundo”, además que entra en lo “inhóspitamente”, es decir “no estar en casa” (pp.207-208), no sentirse en casa, estar molesto, inquieto, con la conciencia perturbada y comprender el ser para la muerte.
Para Freud, 1996) “la angustia es un estado afectivo, o sea, una unión de determinadas sensaciones de la serie de placer y displacer con las inervaciones de descargas a ellas correspondientes y su percepción” (…). Sin embargo, otros sucesos intervienen y no se reducen a un solo tipo, sino que hay dos tipos de angustia, que son la real y la neurótica, donde la primera es una reacción aparentemente comprensible al peligro, esto es, un daño temido procedente del exterior y en la segunda, algo enigmático y como inadecuado” (ibid.,3147. Vol.3)
Lo más angustioso es observar cómo puede irse de este mundo un ser querido o uno mismo en una pandemia, porque esta no distingue clases sociales o no tiene preferencia por un determinado sector social.