El slogan de campaña del Lic. Danilo Medina Sánchez, encaramado en un déficit que los más conservadores, incluyendo él mismo, tasaron en la desproporcionada y abusiva suma de 200 mil millones de pesos, sacados de las costillas del pueblo,  se fundamentaba de manera esencial en “Hacer lo que nunca se ha hecho”. Y en efecto, está cumpliendo a cabalidad con esta promesa, toda vez, que se ha convertido por obra de la campaña publicitaria más cara de la historia republicana en el omnisciente y omnipresente, en el “preferido” del pueblo. De seguir así, inaugurando de a dos y tres escuelas semanales, caminos, carreteras, y montándose en guaguas de la Omsa, saltando charquitos, y llamándole la atención a ingenieros por no tener “sus escuelas” listas, con cámaras y periodistas convenientemente ubicados para grabar el boche,  será una especie de pater nuestro, indispensable en cada una de nuestras mañanas noticieras, sin importar el extraordinario costo que lamentablemente la supuesta oposición, no ha calculado, del traslado del gobierno en pleno a cada uno de estos baños de pueblo con loas  y bendiciones al amado y nunca bien ponderado líder.

Hecha esta introducción, y a raíz del lamentable suicidio de un ingeniero en un baño de la Oficina Supervisora de Obras del Estado (OISOE), esto constituye una muestra de lo que nunca se había hecho. A fe cierta, las deudas provocadas por los retrasos en obras del Estado habían producido más de un suicidio, sin embargo, nunca el suicida había tomado la determinación grave e insólita de cometer este acto en la propia institución causante de su desgracia.

Concatenando este bochornoso y lamentable hecho, con la presentación de un presupuesto general ante el Congreso Nacional, el cual contendrá un financiamiento que excede los 170 mil millones de pesos, nos preguntamos, si no está Danilo abonando el comienzo de la destrucción de la capacidad económica del pueblo dominicano para hacer frente a una deuda de por si insostenible, que ya se lleva más del 20% o 30 % del presupuesto por pagos de intereses y servicio de la misma. Si lo que queremos hacer lo que nunca se ha hecho, y que esto no sea mera labia, sugiero humildemente que el Estado dentro de esa insolvencia eterna que ha hecho a tanta gente rica, y parecería una contradicción, proceda a sincerar sus cuentas, a hacer las obras sobre la base de presupuestos equilibrados y serios, no sobrevaluados, en la inteligencia de que el Estado no paga.

El Estado Dominicano, se ahorraría aproximadamente un cuarenta (40%) por ciento de todas sus facturas si, como una empresa privada, pagara sus cuentas a los cuarenta y cinco o sesenta días, por ley, luego de haber sido dado el servicio a pagar. Esta garantía de pronto pago del Estado movilizaría la economía de una manera bárbara y multiplicadora, toda vez que todos los suplidores del Estado pudieran hacer factoring con las facturas del gobierno, sin temor de las instituciones financieras a ser desconocido un compromiso de pago del ente público. De la misma manera todos los comerciantes, se verían en la obligación de ofertar mejor precio, reduciendo aun más los costos de adquisición de los insumos necesarios de los hospitales, escuelas, neumáticos, material gastable de oficina, material de limpieza, y todo el avituallamiento que requiere el funcionamiento del mismo, incluyendo la Junta Central Electoral, institución que inexplicablemente se encuentra por encima del Estado y sus leyes.

Lo principal de esta medida sería el evitar la corrupción que implica sacar un cheque a cambio de un porcentaje de lo cobrado, y como consecuencia de la asfixia al que es sometido el suplidor de un servicio o una mercancía, bajo la premisa de que el Estado, aunque se presume solvente, NO PAGA.

En memoria a este pobre  ingeniero que no vio mas allá, que el agobio de su desesperación y los limites de las humillaciones que seguramente padeció, debemos contener las lagrimas, y rogar que este lamentable hecho, sea el ultimo de este tipo, y que sepa el Estado que las deudas de honran, y que no debe jugarse con la dignidad y el decoro de quien quiere con su trabajo progresar y junto a él, su familia.