La muerte en la madrugada del jueves 28 al viernes 29 de octubre de Reinaldo Pared Pérez, quien había fungido como Secretario del Partido de la Liberación Dominicana y Presidente del Senado de la República, llenó de consternación a la ciudadanía y también tuvo cierto eco en medios fuera del país, dadas las encumbradas posiciones que él ocupó.

La teoría del suicidio, enunciada desde los primeros partes noticiosos, tiene muchos visos de verisimilitud porque desde hace poco más de dos años acumulaba golpes que individualmente pueden ser fuertes y sumados pudieron haber sido fatales. En octubre de 2019, al interno de su partido, resultó derrotado en la contienda por ser el candidato presidencial. Poco después, a principios de 2020, comunicó oficialmente padecer cáncer. En julio de ese mismo año su partido perdió mucha de la cuota de poder público que acumulaba desde el año 2004.  Adicionalmente, la participación del poder legislativo dentro de los actos de corrupción ha sido cuestionada recientemente por la opinión pública y es susceptible de ser incluida en expedientes judiciales. Dicho en lenguaje coloquial dominicano: “se le estaban cayendo los palitos”. Ante tales circunstancias es natural sentir desazón, tristeza, ansiedad y depresión. Claro, tratándose de un político con más de cuarenta años de carrera, los golpes se encajan más fácilmente. Según Guarocuya Félix, su compañero de partido, la política es el arte de aguantar golpes, algo que probablemente sea verdad.

Para presentarse a candidaturas públicas se necesita tener una dosis especial de resiliencia salpicada, tal vez, de alguna dosis de megalomanía.  Pretender resolver problemas complejos, que requieren la participación de muchos colaboradores, donde hay que trabajar con cantidad de imponderables requiere de cierta osadía. Además, exponerse con cierta frecuencia al rechazo público es para valientes. Si a cualquiera le resulta doloroso abandonar una ilusión, aunque sea íntima y nimia, resulta más frustrante perder delante del gran público las esperanzas que representan las candidaturas a regidurías, diputaciones, senadurías y presidencias. Estas experiencias él las vivió de manera directa o indirecta, para su propio avance y para el del partido político. Así que, indiscutiblemente, Reinaldo Pared tenía la piel más resistente que la de muchos compatriotas.

Aun así, llama a la atención la relativa frecuencia que han experimentado los suicidios en la clase política dominicana y que parecerían indicar una presencia colectiva de bajos niveles de tolerancia ante la frustración. La elevada cantidad de feminicidios registrada es otra evidencia de sufrimiento emocional colectivo que necesita atención. Estas dos conductas: los suicidios de varios políticos y la tendencia de algunos hombres a asesinar a sus parejas (o antiguas parejas) cuando la realidad no les es agradable son, desde mi perspectiva, manifestaciones que necesitan atención. Y ahí es que las circunstancias de este nuevo lamentable deceso pueden ser de utilidad pública: estamos frente a un problema que empieza a afectar a muchas personas y que necesita de atención de parte de las personas con vocación de poder político.

En el área de la medicina, el psiquiatra Nelson Moreno Ceballos, que escribía en este mismo medio, fue quizás la persona que, de manera sostenida, dedicó más esfuerzos a la prevención y respuesta a conductas suicidas.  Pero, hombre de ciencias que era, no estuvo orientado hacia la utilización del poder político para mejorar la realidad.  La muerte de Reinaldo Pared, este militante que llegó tan lejos en su carrera, puede convertirse en un acicate para que desde los partidos políticos se empiece a dedicar esfuerzos por atender la salud mental de sus miembros y, ojalá, hasta de la población en general. Especialmente para los peledeístas, es como si, desde su tumba, este pasado Secretario General les lanzara una invitación póstuma para que remedien las causas de su muerte. No a título individual, tratando de ocupar el espacio que deja su fallecimiento, sino como miembros de una misma familia, para llenar ese vacío con propósitos colectivos que, a la larga pueden ser beneficiosos para un gran número de personas.  En palabras de Juan Bosch, su líder, servir al partido para servir al pueblo.