Ciertamente, en todas sus capas, el sistema educativo dominicano ha sufrido un shock negativo considerable desde Marzo 2020. Una de las esferas afectadas, ha sido la evaluación de los aprendizajes. Otra, no menos importante, ha sido la medición y la gestión en tiempo real de indicadores educativos, los cuales son vitales para marcar las pautas del sistema. En ambos casos (y lamentablemente) los peores afectados son los estudiantes en los niveles inicial, pre-universitario y universitario. Pues, al final del día, lo que pasa dentro de las aulas, es lo que recibe el Estado como retorno social de su inversión en Educación. Algunas maneras de visibilizar la calidad educativa, es a través de la evaluación, la medición y el seguimiento en tiempo real de indicadores educativos.

Según Scriven (2013). la evaluación es el proceso cognitivo por el cual debemos establecer una afirmación de la calidad, valor o importancia de una cierta entidad. En ese sentido Förster (2018) establece que la evaluación en el aula se divide en tres tipos fundamentales. Primero, la evaluación diagnóstica, que otorga una mirada general al estado actual de los aprendizajes. Segundo, la evaluación formativa, donde se recogen evidencias del aprendizaje del estudiante para potenciar su desarrollo, es decir, otorgar retroalimentación. Y tercero, la evaluación sumativa, que certifica el aprendizaje y da cuenta de lo que ha aprendido o no el estudiante. Por otro lado, están las evaluaciones estandarizadas, que dan mira mirada general acerca del estado de aprendizajes de los estudiantes en distintas áreas y niveles en muestras de estudiantes representativas a nivel nacional. República Dominicana tiene una agenda de evaluación local propia que evalúa los aprendizajes al final de cada ciclo. Pero además, también participa en evaluaciones internacionales que miden aprendizajes en Matemáticas, Español y Ciencias como lo es PISA, donde según una reciente nota de EDUCA, el 79,1% de los estudiantes de 15 años participantes en la prueba, no alcanza el nivel mínimo de competencias lectoras. Y la prueba ERCE, que mide los mismos aprendizajes. Además, participa en la prueba ICCS, que mide el nivel de civismo y ciudadanía que tienen los estudiantes. En el 2016, República Dominicana obtuvo el peor puntaje de conocimiento cívico, alcanzando un total de 381 puntos, lo cual es la misma tendencia desde el año 2009. Esto significa que en promedio, los estudiantes no tienen un  conocimiento cívico robusto y que esta tendencia ha permanecido igual desde el 2009 hasta el 2016[1]. Estas pruebas – tanto las del aula como las estandarizadas – están suspendidas por la situación pandemia. Medir los aprendizajes continuamente y de manera integral, es una característica de los mejores sistemas educativos tanto regional como mundialmente.

Por otro lado, en un reciente reporte del Banco-Interamericano de Desarrollo (2021) se discute como los sistemas de información de gestión educativa son imprescindibles para avanzar hacia las transformaciones necesarias y optimizar la asignación de recursos y prioridades del sistema. República Dominicana cuenta con el Sistema de Información para la Gestión Escolar (SIGERD) el cual se encarga de actualizar informaciones claves (matrícula escolar, por ejemplo) para tomar decisiones. En ese sentido, conocer las estadísticas oficiales del (complejo) sistema educativo dominicano, permite saber que el sistema perdió (¿podría llamarse deserción?) alrededor del 20% de los estudiantes durante la pandemia, según reporta una nota de trabajo de EDUCA (2021).

Definitivamente existe un “elefante invisible” dentro de las aulas y dentro del sistema como mencionan Ravela et al (2020). Las autoridades enfrentan un reto importante de gestión educativa en su múltiples esferas. Pero evaluar, medir y gestionar a través de información basada en tiempo real, debe permanecer como parte de la prioridad. Ignorar este aspecto, sería cegar realidades (en cuanto al acceso, gestión y calidad del sistema) que afectan a los 3,000,000 de estudiantes del sector pre-universitario que asistían a clases antes del COVID. Faltará una medición rigurosa para establecer cuál es la composición de la matrícula actualmente. Es necesario continuar con los esfuerzos políticos sobre todo, de políticas públicas, vigentes en estos temas.

Referencias

Scriven, M (2013): The Foundation and Future of Education

Förster, C (2018): El poder de la evaluación en el aula

EDUCA (2021): Nota de trabajo #74: Echando sal en la herida: la situación es más severa de lo que se comunica. Profundizando en los resultados de la prueba de lectura PISA 2018. https://www.educa.org.do/2021/06/23/nota-de-trabajo-74-echando-sal-en-la-herida-la-situacion-es-mas-severa-de-lo-que-se-comunica-profundizando-en-los-resultados-de-la-prueba-de-lectura-pisa-2018/

EDUCA (2021): Nota de trabajo #70: 1 año con las escuelas cerradas: ¿Estamos esperando que la crisis se convierta en tragedia? . https://www.educa.org.do/2021/04/30/nota-de-trabajo-70-1-ano-con-las-escuelas-cerradas-estamos-esperando-que-la-crisis-se-convierta-en-tragedia/

ICCS (2016): https://www.iea.nl/sites/default/files/2019-07/ICCS_2016_National_Report_CHL.pdf 

Ravela et al (2018): ¿ Cómo mejorar la evaluación en el aula?

BID (2021): Los Sistemas de Información y Gestión Educativa (SIGED) de América Latina y el Caribe: la ruta hacia la transformación digital de la gestión educativa / Elena Arias Ortiz, Javier Eusebio, Marcelo Pérez Alfaro, Madiery Vásquez, Pablo Zoido: http://dx.doi.org/10.18235/0003345.

[1] El próximo ciclo de ICCS es en 2022