Desde el mes de diciembre de 2019, el mundo escuchaba y leía en las noticias algo que se veía muy lejano, pues al final estaba sucediendo en oriente. De algún modo, nos sentíamos a salvo, pues estábamos muy lejos de esta realidad.
Al pasar de los meses, la realidad sanitaria era una situación global y cada vez más cerca se sentía, de tal modo, que en poco tiempo el mundo completo estaba mirando hacia adentro, y aquí se abre la metáfora, el viaje es hacia adentro.
¿Qué nos dijeron?
Nos han dicho que aprendamos a lavar las manos, entonces, lo hicimos, nos han dicho que tapemos la boca para no contaminar, y entonces tapamos la boca, y colocamos las mascarillas, nos dijeron que no podíamos tocarnos, entonces empezamos el distanciarnos social y afectivamente.
Nos dijeron que nos quedáramos, y entramos en la casa, muchos, con todas las comodidades, por tanto, con una experiencia más plena, otros con menos comodidad y para muchos con un puro infierno, pues ni casa tienen.
Aun con todo esto que nos dijeron para sostener el bien común, muchas personas no comprendieron, o no podían hacerlo, por tanto, aparentemente no hacen caso, y en algunas ocasiones a muchos se les tildó de desobediencia civil; y tantas otras cosas, que a lo largo de los meses se fueron dando, aun con todo lo dicho, se han dado situaciones de aparente falta de conciencia, donde parece que se olvida que cada persona es responsable de su propio cuidado.
¿Qué no nos dijeron?
No nos han dicho las metáforas escondidas detrás de esta realidad global, tampoco dijeron que muchas familias iban a encontrar su fortaleza y construirse como tal, tampoco han dicho que al tapar la boca tendríamos que mirar más a los ojos, que, al dejar de sonreír con la boca, aprendimos a sonreír con los ojos y esto también crea hormonas de felicidad y salud, tampoco dijeron que, al cerrar los templos físicos, se abrirían los templos de las casas y del corazón mismo.
Otra cosa que no nos dijeron fue que la creatividad iba a encontrarse de nuevo con nuestro ser, y que el hecho de activar la fe, la confianza, el canto, el baile, el ejercicio y el descanso, la meditación, la gratitud, la oración y la generosidad, generaría endorfinas, dopaminas, serotoninas y oxitocinas, hormonas que nos permiten entrar en mayor vibración de felicidad, de amor, y sobre todo, nos permite bajar los niveles de temor, que tanto daño nos hace a nuestro sistema inmunológico, y que cuando este se optimiza entonces, estamos inmunizados frente a cualquier virus.
¿Qué hacer con todo esto y cómo integrarlo?
La primera metáfora es entrar a la casa, y con esto se da la invitación a volver a la interioridad, a la parte sagrada del ser, aquel lugar donde se genera el bien, el amor, la armonía, la sororidad y la nueva solidaridad, entrar a casa para encontrarse consigo mismo, entrar a casa para en el silencio de ese “escondite” se renueve el mejor de los compromisos para esta nueva colectividad que saldrá de todo esto, encontrar allí en la casa interior el respeto, el cuidado, la fidelidad integral, la conexión con lo divino y la vinculación con todo lo creado, por tanto el respeto y protección a la creación, es elevar la conciencia.
Colocar el tapaboca o mascarilla, como un signo de cuidado personal y cuidado al otro, eso es amor, eso respeto, es comprender como diría Emmanuel Levinas, que “el otro es mi responsabilidad”, por tanto, al cuidarme te cuido.
Al colocar la mascarilla hubo que mirar a los ojos y esto nos permite conectar con el alma del otro, que es mi espejo, es parte de mí. Al descubrir la sonrisa en los ojos y no en la boca, entonces ayuda a ver al otro más allá de los estereotipos o prejuicios.
Al estar en distanciamiento emocional o afectivo por estar en casa, entonces se abre la posibilidad de aprender a abrazar con el alma. Es una propuesta de renovación, y en ella tendremos la oportunidad de hacer algo bueno en este momento único en la historia.